2019 Enero-Febrero
Nuestra cultura está saturada con la teoría de la evolución de Darwin: que la vida en nuestro planeta se debe a la selección natural que actúa sobre mutaciones que ocurren por el azar ciego y sin guía; no es necesario un Dios. Pero cuando penetramos en la unidad de vida más pequeña, la célula, ¡vemos un mundo que jamás pudo producirse al azar. Es un mundo complejo y extraordinario con una maquinaria molecular que señala hacia un Gran Diseñador.
Páginas