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El lunes 8 de marzo del 2010, un terremoto de magnitud 5,9 sacudió el pueblo turco de Okcular y sus alrededores.
El pequeño pueblo de 900 personas fue prácticamente arrasado y el primer conteo de muertos fue de 51. Solamente durante el lunes, cerca de 80 réplicas estremecieron el pueblo, aumentando el miedo y el malestar. Un sobreviviente observó: "Todo ha sido derribado, no quedó una piedra en su lugar" (PA, 8 de marzo).
En los últimos dos meses hemos visto dos terremotos clasificados entre los más poderosos registrados en la historia (tanto en Haití como en Chile). Además, se han sentido varios terremotos bastante fuertes cerca de las costas de las naciones asiáticas. Ahora, otro poderoso y "mortal" terremoto afectó a Turquía.
Conforme nos acercamos al fin de esta era, la amonestación de Jesucristo acerca de "terremotos en diferentes lugares", como señal de su inminente regreso, debería resonar en nuestros oídos (Mt. 24:7). Sin embargo, Jesús dijo que estos acontecimientos son solo "principio de dolores" (v. 8). Para quienes realmente están vigilando las señales del tiempo del fin, no habrá duda de que el tiempo de angustia para Jacob no está lejos.
Sin embargo, para los que están atrapados en "el afán de este siglo y el engaño de las riquezas" (Mt. 13:22), estos acontecimientos que Cristo dijo que ocurrirían puede que les sorprendan, ya que no están vigilando o esperando (Mt. 24:50). Todos debemos procurar apartar tiempo para "velar y orar" para que seamos "tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán" (Lc. 21:36).