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Como si el devastador terremoto de enero no fuera suficiente, las familias haitianas desalojadas que viven en ciudades de carpas enfrentan ahora una nueva amenaza: el cólera.
El cólera es una enfermedad que mata entre 24 y 48 horas después del contagio, si no se trata agresivamente con terapia de rehidratación. Hasta el jueves, más de 4.000 haitianos habían sido tratados por el cólera, enfermedad no vista en Haití en 50 años. 290 personas han muerto y hay otras 174 que se encuentran hospitalizadas. El brote actual se encuentra como a una hora de Puerto Príncipe, la capital. En la capital y sus alrededores más de un millón de personas sin hogar viven en campamentos. Los funcionarios de salud temen que la propagación en los campamentos pueda crear una epidemia, y que la enfermedad se convierta en un mal endémico, quedándose por mucho tiempo en Haití.
Un trabajador de ayuda humanitaria observó: "Hay tantos charcos de agua estancada, es época de lluvias, las familias viven hacinadas y con basura por todas partes que la enfermedad se ha propagado rápidamente". El cólera se propaga por agua contaminada y pobres condiciones de salubridad e higiene; situación que está proliferando en las enormes, sucias y densamente pobladas ciudades de tiendas de campaña (Sky News en línea, 28 de octubre).
Cuando sus discípulos le preguntaron a Jesús acerca de las señales del fin de esta era, dijo que además de "terremotos en diferentes lugares", habría aumento de pestes o brotes de enfermedades (Mt. 24:7). Estos y otros acontecimientos devastadores solo serían "principio de dolores" (v. 8). Debemos orar fervientemente por todos aquellos hechos a imagen de Dios en el mundo, pero también debemos comprender que las tragedias de las que somos testigos, cada vez más frecuentes, tienen que ocurrir antes del retorno de Jesús.