El gran rompecabezas | El Mundo de Mañana

El gran rompecabezas

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Encontrarle sentido a nuestro mundo no siempre es fácil. Encontrarle sentido al cristianismo también puede ser más difícil de lo que muchos piensan. ¿Sabe usted por qué?

¿Ha podido usted formarse una imagen completa de la verdad con las piezas que ha encontrado?

¿Alguna vez ha intentado armar un rompecabezas grande… uno de aquellos que vienen desarmados en una caja con cientos de piezas? La tapa de la caja generalmente trae la imagen que se formará una vez armadas todas las piezas. Así, uno sabe cómo se verá el rompecabezas final mientras trata de colocar cada una de las piezas en su lugar. Esto puede resultar bien difícil porque cada pieza tiene que ir en el lugar preciso para que la imagen salga bien. Por otro lado, es muy agradable sentir que cada pieza queda firmemente en su lugar apropiado para ir formando la imagen completa.

Al armar un rompecabezas de estos, podemos comenzar por unir primero los bordes. Esto nos dará los límites externos de la imagen. Después de eso, nos confiamos en la reproducción de la imagen en la tapa como guía para juntar ese montón de piezas cada una en su lugar. Pero, ¿qué tal que tuviéramos que armar el rompecabezas sin poder consultar la estampa en la tapa? Eso sí que sería difícil. Imagine, entonces, cuánto más difícil sería si agregáramos una complicación más: Que alguien quitara algunas piezas y las remplazara con un surtido de piezas de otro rompecabezas diferente. Estas piezas nuevas no cabrían en ninguna parte. El resultado final sería una imagen parcial y llena de boquetes o una imagen confusa y forzada en la cual muchas piezas se verían fuera de lugar. Posiblemente nunca sabríamos cómo debía ser la figura correcta.

Otro tipo de rompecabezas

El mundo de hoy está plagado de confusión religiosa y muchos se sienten como si estuvieran armando un rompecabezas difícil. Si miramos la televisión un domingo por la mañana, veremos a un predicador tras otro presentando doctrinas diferentes. Tal parece que hay tantos "evangelios" como predicadores. Sus doctrinas diversas ofrecen diferentes panoramas de lo que Dios supuestamente espera de nosotros y toda clase de ideas sobre nuestro futuro. Alguno de los mensajes quizá trate de la "eternidad en el Cielo", otro del "evangelio social" y un tercero del "evangelio de la prosperidad".

Escuchando las diferentes ideas, usted quizá se pregunte si acaso Cristo realmente va a regresar para establecer el Reino de Dios en la Tierra tal como lo enseña la Biblia. ¿O será esto una simple alegoría que representa un "reino" en el corazón de los hombres, como dicen algunos? ¿El Reino de Dios tendrá su sede en Jerusalén, o es una entidad que ya existe y que tiene su sede en Roma? Las muchas ideas contradictorias no pueden ser todas ciertas, y esto causa confusión para el que busca la verdad. Felizmente, sabemos por las Escrituras que "Dios no es Dios de confusión, sino de paz [como] en todas las iglesias de los santos" (1 Corintios 14:33).

Dios no desea que sus hijos caigan en estado de confusión. Por tanto, debemos ser capaces de "armar el rompecabezas" y ver el cuadro que Dios tiene para nosotros. ¿Serán capaces de hacerlo la mayoría de las personas? Las Sagradas Escrituras dicen que no. Dios inspiró al profeta Isaías y este describió la situación del mundo así: "¿A quién se enseñará ciencia, o a quién se hará entender doctrina? ¿A los destetados? ¿A los arrancados de los pechos?… La palabra, pues, del Eterno les será mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá; hasta que vayan y caigan de espaldas, y sean quebrantados, enlazados y presos" (Isaías 28:9-13).

Piezas omitidas, añadidas y alteradas

Los historiadores saben que maestros falsos cambiaron muchas piezas del rompecabezas "cristiano" en los años después de la resurrección de Cristo. El autor protestante Jesse Lyman Hurlbut reconoce el cambio fundamental que se produjo en la Iglesia cristiana, escribiendo: "Después de la muerte de San Pablo, y durante cincuenta años, sobre la Iglesia pende una cortina a través de la cual en vano nos esforzamos por mirar. Cuando al final se levanta alrededor del año 120 dc, con los registros de los padres primitivos de la Iglesia, encontramos una iglesia muy diferente en muchos aspectos a la de los días de San Pedro y San Pablo." (Historia de la Iglesia Cristiana, Hurlbut, pág. 39).

En los dos siglos siguientes, los cambios se aceleraron hasta el punto que en el año 364 dc, en el Concilio de Laodicea, la Iglesia Romana declaró anatema varias de las creencias fundamentales del cristianismo. En muchos casos, las doctrinas y prácticas originales enseñadas por Cristo y los apóstoles quedaron reemplazadas por versiones "cristianizadas" de prácticas paganas, que luego pasaron a convertirse en la nueva "ortodoxia". En este período histórico perdieron la vida muchos que se aferraban a "la fe que una vez fue dada" (Judas 3), y que por esa fe sufrieron persecución y muerte.

El destacado historiador Will Durant escribió: "El cristianismo no destruyó al paganismo sino que lo adoptó. La mentalidad griega agonizante se perpetuó en la teología y liturgia de la Iglesia;… Otras culturas paganas hicieron su aporte al resultado sincrético. De Egipto llegaron los conceptos de una trinidad divina… y una inmortalidad personal de premios y castigos; de Egipto, la adoración de la madre y el niño así como la teosofía mística que dio origen al neoplatonismo y el gnosticismo y enturbió el credo cristiano. Allí también, el monasticismo cristiano encontraría sus modelos y sus ejemplos. De Frigia llegó la adoración de la Gran Madre; de Siria, el drama de la resurrección de Adonis;… El cristianismo [tal como lo entienden hoy la mayoría de las personas] fue la última gran creación del antiguo mundo pagano… [La eucaristía] fue un concepto santificado por el tiempo; la mentalidad pagana no necesitó escuela para adoptarlo. Al incorporar el ‘misterio de la misa’, el cristianismo se convirtió en la última y más grande de las religiones de misterios" (La historia de la civilización, Durant).

El sábado según la Biblia

Una "pieza faltante" que pocos reconocen hoy es el hecho de que Jesucristo y sus seguidores enseñaron a guardar el sábado o séptimo día de la semana (Lucas 4:16; Hechos 17:1-2). Guardar el domingo no es seguir el ejemplo de Cristo. La historia nos dice que la Iglesia de Dios original, en el primer siglo, guardaba latotalidadde losdiezmandamientos, entre ellos el que dice: "Acuérdate del día de sábado para santificarlo". Además el mismo mandamiento puntualiza cuándo cae el día de reposo, recordándonos que "el séptimo día es reposo para el Eterno". Luego nos dice que santifiquemos ese día de una manera especial: "No hagas en él obra alguna" (Éxodo 20:8-11, RV 1995). Trabajar el día sábado es profanar algo que es santo.

¿Se encuentra la misma enseñanza en el Nuevo Testamento? En la epístola a los Hebreos, el apóstol Pablo instruyó así a los cristianos: "Por tanto es claro que queda un descanso sabático para el pueblo de Dios" (Hebreos 4:9, Biblia de Jerusalén). Ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo se enseña que el sábado haya dejado de ser un día santo. El apóstol Pablo siguió guardando el sábado después de la muerte y resurrección de Jesús (Hechos 13:14, 27, 42), y las Escrituras muestran que el descanso del sábado continuará siendo sagrado en el Reino de Dios y que lo guardarán todos los pueblos de la Tierra (Isaías 66:23).

¿Qué fue lo que cambió? Los historiadores saben que muchos que se decían cristianos quisieron distanciarse del judaísmo para evitar la persecución, especialmente después que el Ejército romano destruyó el segundo templo en Jerusalén en el año 70 dc. Una manera de hacerlo era adoptar un día diferente como su día de culto. Como resultado, y tal como lo dice el historiador Edward Gibbon: "El carácter solemne del sábado judío se trasladó al domingo cristiano que lo remplazó en el segundo siglo" (Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, Gibbon). La Iglesia santificaba el sábado en el primer siglo del cristianismo, pero ya en el segundo siglo más y más personas abandonaron aquello que Cristo y los apóstoles habían enseñado y practicado.

¿Con qué autoridad se cambió el día de adoración que el propio Jesucristo había enseñado? La Iglesia Católica no oculta cómo se hizo el cambio. Leamos este extracto de la obra de Peter Geiermann:(El Catecismo del converso a la doctrina católica): "Pregunta: ¿Por qué observamos el domingo en vez del sábado? Respuesta: Observamos el domingo en lugar del sábado porque la Iglesia Católica, en el concilio de Laodicea [aprox. 364 dc], transfirió la solemnidad del sábado al domingo").

El concilio de Laodicea declaró anatema a los que rehusaran trabajar el séptimo día (sábado) o los días santos anuales, que también son días de reposo, o sábados (Levítico 23:1-4). Con esta declaración se intensificó la persecución de los que todavía se aferraban a las enseñanzas originales de Cristo, y los que no fueron muertos como herejes se dispersaron. La nueva ortodoxia vino a ser el día domingo, y de este modo una "pieza" esencial del verdadero panorama cristiano se intercambió por otra pieza que formaba una imagen muy diferente.

El evangelio del Reino de Dios

Otra pieza esencial del rompecabezas tiene que ver con el mensaje de Cristo. "Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios" (Marcos 1:14). ¿Qué es este "evangelio del Reino de Dios?" Los predicadores modernos ofrecen variedad de "mensajes cristianos".

¿Por qué tanta confusión? El apóstol Pablo advirtió que llegaríamos a esta situación. "Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo" (Gálatas 1:6-7). Este es el evangelio del cual nuestrasalvación depende: es el evangelio de Cristo, su "buena noticia" que proclama el venidero Reino de Dios que Él viene a establecer y para gobernar desde su trono en la Tierra.

Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento describen el Reino de Dios como un gobierno en la Tierra, si bien la mayoría de quienes se declaran cristianos rechazaron este concepto en los primeros siglos después de Cristo. El historiador Gibbon escribió: "La antigua y popular doctrina del milenio estaba íntimamente ligada a la segunda venida de Cristo. Así como las obras de la creación se habían completado en seis días, su duración en su estado actual, según una tradición atribuida al profeta Elías, se fijó en seis mil años. Siguiendo la misma analogía, se infirió que a este largo período de dura labor y conflictos que estaba pronto a terminar le seguiría un gozoso sábado de mil años; y que Cristo, con la triunfal asamblea de los santos y los elegidos que habían escapado de la muerte, o que habían revivido milagrosamente, reinarían sobre la Tierra hasta el momento fijado para la última y general resurrección… Pero cuando el edificio de la Iglesia estuvo casi completo, se prescindió de su soporte temporal. La doctrina del reinado de Cristo sobre la Tierra se empezó a tratar como una profunda alegoría, luego paulatinamente pasó a verse como una opinión dudosa e inútil, y terminó por rechazarse como absurdo invento de la herejía y el fanatismo" (Gibbon).

La idea del Reino de Dios en la Tierra no fue una doctrina menor; hasta el apóstol Juan había dejado constancia de tal profecía en estos términos: "Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 11:15). Dirigiéndose a sus discípulos, Jesús dijo: "Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel" (Lucas 22:28-30). Es obvio que Jesús se refería a un reino real, sobre la Tierra, y eso mismo predicaron sus discípulos. La Biblia habla de este Reino constantemente.

¿Una resurrección, o la inmortalidad del alma?

La naturaleza del alma humana es una pieza que falta en la imagen del cristiano que tienen la mayoría de las personas. Todos hemos oído hablar de una supuesta alma inmortal que asciende al Cielo o baja a un infierno candente en el instante de la muerte. Dentro de este concepto, las almas sin cuerpo que flotan entre nubes o que arden eternamente en llamas nunca dejan de existir ni pierden jamás la conciencia.

Dada esta estampa común, quizá se haya preguntado usted por qué la Biblia reafirma tan claramente que los muertos resucitan de una especie de sueño inconsciente y profundo. La historia muestra que muchos entre los que se declaran cristianos, influidos por las ideas griegas sobre el alma inmortal, introdujeron este concepto dentro del panorama cambiante de las creencias que llamaron "cristianismo", aunque semejante idea no se enseña en ninguna parte de la Biblia.

La expresión "alma inmortal" ni siquiera figura en la Biblia, y muchos especialista respetados han reconocido que la enseñanza sobre el alma inmortal no es bíblica. Es así como Martín Lutero, el renombrado "padre de la Reforma Protestante", comentó que "es probable, a mi modo de ver, que con muy pocas excepciones, los muertos duermen absolutamente insensibles a todo hasta el día del juicio… ¿Con qué autoridad puede decirse que las almas de los muertos no han de dormir… del mismo modo que para los vivos el intervalo entre el momento en que se acuestan por la noche y cuando se levantan por la mañana pasa en un profundo sueño?" (Vida de Lutero, Michelet).

No obstante lo anterior, la Iglesia Luterana (como la mayoría de los protestantes) se niega a aceptar esta perspectiva, aceptando en su lugar la idea antibíblica de un "alma inmortal" que se dirige al Cielo o al infierno en el momento de la muerte.

¿Qué enseñaban los judíos en tiempos de Jesús? "La creencia de que el alma prosigue su existencia una vez disuelto el cuerpo es asunto de especulación filosófica o teológica más que de simple fe, y por consiguiente no se enseña expresamente en las Sagradas Escrituras… La creencia en la inmortalidad del alma llegó a los judíos por contacto con el pensamiento griego, principalmente por la filosofía de Platón, su principal exponente, quien llegó a ella por medio de los misterios órficos y eleusinos, en los cuales combinaban extrañamente conceptos babilónicos y egipcios" (Enciclopedia Judaica, 1906). En otras palabras, los judíos que adoptaron esta idea la recibieron de las religiones paganas que los rodeaban.

¿Qué enseña la Biblia acerca del alma? En el Antiguo Testamento leemos esto: "Los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben" (Eclesiastés 9:5). Por su parte, el Nuevo Testamento enseña así: "Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él" (1 Tesalonicenses 4:13-14). Las Escrituras dicen que el que muere en Cristo, es necesario que "se vista de inmortalidad" (1 Corintios 15:53) cuando resucite dentro del Reino de Dios al regreso de Jesucristo, "Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad" (1 Timoteo 6:15-16).

Notemos cómo esta "pieza del rompecabezas" se conecta con otras piezas. Los cristianos resurrectos no poseen un "alma inmortal" que "andará flotando por el Cielo sin nada qué hacer", ¡Sino que serán los asistentes de Jesucristo en el Reino de Dios!

Usted puede tener la "imagen completa"

À la Iglesia de Dios en el primer siglo se le mandó "que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos" (Judas 3). Tenían que "contender ardientemente" porque aferrarse a lo que Jesucristo y los apóstolos habían enseñado sería una verdadera lucha. Ya habían recibido "todo el consejo de Dios" (Hechos 20:27), así que tenían lo que necesitaban para aferrarse cuando los falsos maestros empezaran a mover las piezas del rompecabezas e incluso a alterar la imagen.

Nosotros también podemos visualizar la misma imagen que Dios dio a los primeros cristianos. Para hacerlo, tenemos que estar dispuestos a desechar las piezas que no encajan y a reinsertar las piezas originales. La verdadera Iglesia de Dios conserva aquellas piezas originales, que se pueden documentar en la Biblia y en los anales históricos.

¿Qué se revela en esta imagen? Tal como hemos visto, culmina con el Reino de Dios, que será establecido por Jesucristo a su regreso. Mientras esperamos aquel Reino, Dios ha revelado su plan para la humanidad, y nos lo recuerda cada año cuando guardamos la Pascua y los días santos anuales citados en Levítico 23. Esos días son una representación de cómo el pecado sale de nuestra vida, nuestro recibimiento del Espíritu Santo, el regreso de Cristo, el confinamiento de Satanás, el futuro gobierno milenario de Cristo y el juicio final de todos los seres que alguna vez existieron. La Iglesia primitiva guardaba estas fiestas (Hechos 2:1-4; 18:21; 1 Corintios 5:8), y la Iglesia de Dios, la "Israel espiritual", las guarda hoy. Los sábados semanales y anuales son parte de "la fe que una vez fue dada" y son esenciales para aclarar nuestro entendimiento.

Cuando juntamos todas las piezas del rompecabezas, vemos cómo era el cristianismo real en el primer siglo y entendemos lo que debe ser la Iglesia de Dios hoy. Si Dios le ha abierto la mente a su verdad, entonces lo que era un rompecabezas se puede transformar en un panorama claro ¡que le cambiará la vida para siempre!

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