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Al 9 de febrero 173 personas habían muerto en los incendios de Victoria, Australia Meridional.
Además, 5.000 quedaron sin casa y más de 750 hogares quedaron destruidos (Sky News, 9 de febrero). En Victoria, más de 2.850 kilómetros cuadrados fueron pasto de las llamas con más de 400 frentes independientes, algunos de los cuales se cree que fueron provocados (PA, 10 de febrero). Según muchas fuentes, estos son los peores incendios en la historia de Australia y en gran parte se deben a las graves sequías. El fuego empezó durante el día más caliente en la historia de Melbourne. "Testigos dijeron que el cielo se convirtió en ceniza, llovían rescoldos y las llamas que arrasaban con casas enteras en segundos convirtieron regiones de la campiña victoriana en algo semejante a un holocausto nuclear" (Times, 8 de febrero).
Desde hace muchos años, Dios advirtió sobre las penalidades que sufrirían las naciones que dejaran de obedecer sus leyes: "Los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. Dará el Eterno por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas" (Dt. 28:23-24). En los últimos meses el fuego ha hecho estragos en el sur de California y en el sur de Australia, primordialmente porque Dios no envió la lluvia "en su tiempo" (v. 12).
Pero Dios tiene una solución simple para estas catástrofes: "Si oyeres atentamente la voz del Eterno tu Dios… Te abrirá el Eterno su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo" (vs. 1, 12). ¿Escuchará Dios a un pueblo rebelde?