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A lo largo de la historia, hombres sin escrúpulos han buscado posiciones de poder y han llevado a otros y a sí mismos a la ruina. Actualmente en África vemos una tragedia de corrupción y sufrimiento. En Zimbabue (antes Rodesia) Robert Mugabe ha presidido el país desde su independencia en 1980. Zimbabue, que una vez fuera el granero de la región, ahora tiene que importar alimentos para alimentar a su pueblo debido a un violento esquema de redistribución de la tierra que vio la producción de alimentos caer drásticamente. Durante sus casi 40 años de administración, la corrupción se ha desenfrenado y las élites han prosperado mientras que los salarios, los niveles de vida y la esperanza de vida han caído, y el desempleo y la inflación se han disparado. Actualmente, a sus 93 años, el patriarca parece decidido a aferrarse al poder, ante la solicitud que se le hacen de “irse” (BBC Zimbabwe Country Profile, 9 de mayo de 2017). En Sudáfrica, donde Jacob Zuma tiene el poder, es la misma historia. A pesar de cientos de acusaciones de fraude y corrupción en su contra, una vez fue elegido “comenzó a tomar el control personal de importantes instituciones estatales nombrando a personas leales... para hostigar a los opositores de Zuma y proteger a sus amigos aliados y corruptos” (The Wall Street Journal, 28 de julio de 2017). El legado de su gobierno ha aumentado las tasas de crímenes violentos, el alto desempleo, la pobreza generalizada y una continua epidemia de SIDA, mientras que la corrupción entre la élite y la mala administración de la economía han destruido la calificación crediticia del país. La situación ha generado ira entre muchos sudafricanos que quieren ver que el presidente sea reemplazado. Hace mucho tiempo, Salomón dijo: “Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime” (Proverbios 29:2). El apóstol Pablo previó que el egoísmo, la codicia y el amor a los deleites serían evidentes en los postreros días, incluso entre los líderes de la sociedad. Estos son solo dos ejemplos de por qué Jesucristo va a regresar y establecer un gobierno mundial que traerá la paz y justicia a todas las personas (Isaías 9:6-7).