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El titular del Associated Press indica claramente: “No hay más espacio para entierros conforme Alepo, Siria es aplastada” (4 de diciembre de 2016). Según el informe del AP: “La dignidad ante la muerte se ha perdido a medida que el enclave de los rebeldes sostenido durante cuatro años se derrumba... El coordinador de la Ayuda de Emergencia de la ONU, Stephen O'Brien, solicitó el miércoles acceso al oriente de Alepo, hogar de algunos 275.000, ‘antes de que se convierta en un cementerio gigante’. En algunos aspectos, ya ha ocurrido. Han dejado los cuerpos en las calles para que se descompongan. Las ambulancias y los vehículos de rescate no pueden llegar a ellos porque han sido atacados o porque se les ha agotado el combustible”. Aproximadamente han muerto 450.000 como resultado de los combates de la guerra en Siria (lamsyria.org). Muchos de los que sufren en Alepo son inocentes, simplemente han quedados atrapados en la lucha por el lugar donde viven. Independientemente del resultado de esta ronda particular de violencia y destrucción, los horrores de este conflicto deberían recordarnos las profecías bíblicas acerca de la eventual destrucción de Damasco, la capital de Siria. “He aquí que Damasco dejará de ser ciudad, y será montón de ruinas” (Isaías 17:1). “Se desmayó Damasco… y le tomó temblor y angustia, y dolores le tomaron, como de mujer que está de parto... sus jóvenes caerán en sus plazas, y todos los hombres de guerra morirán en aquel día” (Jeremías 49:24-26). ). Sin embargo, tal y como Dios profetizó la eventual destrucción del tiempo del fin de Damasco, así también profetizó sobre el Reino de Dios venidero que será establecido en esta Tierra (Marcos 1:14-15). Este Reino finalmente traerá paz a este mundo desgarrado por las guerras (Isaías 11). Para más información, vean nuestro programa de televisión “La senda hacia la paz”.