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"Un juez de la Corte Suprema deja su cargo después de ser amonestados por el presidente del Tribunal Supremo y el canciller por hablar sobre los problemas del fracaso en el matrimonio" (The Times, 18 de diciembre del 2013).
En diciembre pasado, el juez, Sir Paul Coleridge, escribió un artículo que criticaba "los planes del gobierno para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo y acusó a los ministros de malgastar esfuerzos en un asunto que afecta a un ‘0,1 por ciento’ de la población. Cuando en lugar de ello, los ministros deberían centrarse en apoyar a las parejas casadas" (ibídem). Se dice que los comentarios de Sir Paul son "incompatibles con sus responsabilidades judiciales y, por tanto, equivale a una mala conducta judicial" (ibídem). Conforme las sociedades modernas permiten y promocionan cualquier tipo de comportamiento, aún los líderes y jueces son condenados por defender los valores tradicionales. Desde hace mucho tiempo las profecías bíblicas han predicho esta decadencia moral: "¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!" (Isaías 5:20). El apóstol Pablo advierte: "en los postreros días… habrá hombres… aborrecedores de lo bueno… amadores de los deleites más que de Dios" (2 Timoteo 3:1-5). Tristemente, estas acciones vergonzosas son cada vez más comunes conforme las sociedades rechazan los valores que durante miles de años han sido el fundamento de la civilización occidental.