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Los negocios "no esenciales" por todo México cerraron durante cinco días a principios de mes.
Las universidades y escuelas cerraron por un período mayor, en un intento por contener el brote de gripe porcina. Tanto el brote como el cierre de los negocios, le han costado a México más de US$2 mil millones y el país considera la posibilidad medidas de estímulo para recuperar su economía, especialmente la industria del turismo (CBC.ca, 6 de mayo). El turismo de México se ha visto afectado, en parte, por el desvío de cruceros a otras naciones. El tráfico aéreo también ha sufrido.
México es un caso interesante de estudio desde una perspectiva profética. Aunque la Biblia específicamente no menciona a México, este brote nos puede dar una idea de cómo el mundo puede verse afectado por las plagas profetizadas por Dios. Cristo en la profecía del tiempo del fin señaló que las pestilencias (o epidemias) serían una de las señales del fin del siglo (Lucas 21:11).
Dios también profetizó diferentes maldiciones contra las naciones descendientes de Israel por su rebelión contra sus leyes y sus caminos. En el campo de la microbiología, las bacterias y los organismos que causan enfermedades se conocen como "pequeñas bestias" o "plagas". Una maldición profetizada es que los caminos de Israel serán desiertos, posiblemente como consecuencia de las bestias salvajes (Levítico 26:22).
Cuando miramos a México, podemos entender mejor cómo tales profecías pueden ocurrir y el amplio alcance e impacto devastador que pueden tener. El brote de la gripe porcina, que ha enfermado y matado relativamente pocas personas (mucho menos que la gripe estacionaria), ha tenido un impacto devastador en una nación en particular. ¿Cuánta más devastación puede causar un virus muy fuerte y de fácil contagio? México debe ser un recordatorio sobre el impacto de las profecías de Dios y también un recordatorio para nosotros de la imperiosa necesidad de predicar el evangelio del Reino a todas las naciones. Como parte de este evangelio, debemos exhortar poderosamente a las naciones al arrepentimiento, ¡por su propio bien!