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El 14 de diciembre en una escuela primaria de Connecticut, un joven de 20 años le disparó a su madre, con quien vivía, y luego asesinó a la directora, a cinco maestras y veinte niños entre 5 y 10 años de edad (PA, 14 de diciembre; Good Morning America, 14 de diciembre).
Posteriormente han estado buscando una razón para esta tragedia. Lamentablemente, el hombre tenía 14 años cuando sus padres se separaron y unos 15 cuando se firmó el divorcio. Mientras llegan expresiones de consternación desde todo el mundo, el Presidente de los Estados Unidos y los legisladores buscan normas para asegurarse de que acontecimientos como este no vuelvan a ocurrir. Pero, ¿realmente podrían nuevas leyes resolver estos problemas aparentemente insolubles: armar a los maestros, colocar detectores de metal en las escuelas, prohibir armas, aumentar la protección policíaca y tratamientos de salud mental? Lamentablemente, hoy en día, nuestras sociedades seculares y materialistas quieren ignorar la dimensión espiritual necesaria para resolver problemas sociales. Nuestro ensimismado, hedonista, moralmente relativo, posmoderno mundo; no puede solucionar estos horrendos problemas con vendajes seculares. Hace mucho tiempo, Dios reveló que la obediencia a sus leyes espirituales traería bendiciones, pero hacer caso omiso a esas leyes traería graves consecuencias (Lv. 26 y Dt. 28). Dios también exhortó a los padres enseñar sus leyes a los hijos (Dt. 6:7). Dios además advirtió: "Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento… porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos" (Os. 4:6). Una verdad fundamental que las sociedades modernas han olvidado es que Dios "aborrece el repudio [divorcio], y al que cubre de iniquidad su vestido" (Mal. 2:16). Hoy parece ignorarse el hecho de que la fornicación y el adulterio han proliferado en nuestras sociedades y que el resultado de las familias rotas por causa del divorcio genera profundos sentimientos de ira, dolor y abandono. Hasta que estemos dispuestos a reconocer la relación entre las normas equivocadas y socialmente aceptadas que existen en las sociedades seculares y las consecuencias que se están cosechando, no resolveremos los problemas. Gracias que Jesucristo va a regresar a esta Tierra a establecer el Reino de Dios, que traerá paz al mostrar al mundo los beneficios de vivir según las leyes de Dios (Is. 11:9).