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En los últimos años, Jesucristo ha sido tema recurrente en los medios de comunicación. La novela de suspenso, El Código de DaVinci, luego adaptada al cine, estuvo por largo tiempo en la lista de los libros de mayor venta. También la popular película La pasión del Cristo, de Mel Gibson, batió marcas en venta de boletería en muchos países del mundo.
De gran éxito comercial fue una serie de 12 libros llamada Left Behind (Dejados atrás), una versión ficticia (y bastante errada) de los hechos que culminarían con el regreso de Cristo. Esta serie ha ocupado el segundo lugar después de los libros de Harry Potter como mina de oro para su casa editorial. Es claro que el tema de Jesucristo fascina a millones de personas. Sienten curiosidad por los orígenes del cristianismo y se preguntan si es cierto que Cristo regresará a la Tierra.
El problema es que ideas muy distintas flotan por allí. El público está recibiendo sus conceptos de fuentes no solamente demostrables sino también muy equivocadas.
¿De dónde recibió usted su información sobre Jesucristo de Nazaret y el mensaje que Él predicó? ¿A qué Jesús conoce usted? ¿Es su Jesús el "tradicional de la Escuela Dominical"? ¿Es el Jesús del Código DaVinci, el Jesús revolucionario del "evangelio social", el Jesús "hippie"—o quizá el Jesús "adaptable a cualquier cosa" que tanto gusta a los "cristianos modernos" de hoy? ¿Acaso alguna de estas imágenes representa al verdadero Jesús?
Dependiendo de quién lo presenta, hoy vemos a Jesús descrito como un conservador derechista, un feminista, un modernista sin género, un debilucho y pobretón o un feroz abanderado de la revolución contra los ricos.
No es raro que los "cristianos" reinventen a un Jesús conforme a sus propios gustos y fobias. Así lo hizo Thomas Jefferson, presidente de los Estados Unidos hace casi 200 años, cuando se sentó en la Casa Blanca con dos versiones casi idénticas del Nuevo Testamento y una cuchilla. Procedió a recortar las secciones que le parecían representar las "verdaderas" enseñanzas de Jesús—dejando por fuera los milagros y referencias a su divinidad—y las pegó en un libro de hojas grandes para crear su propia versión del Nuevo Testamento. Esto no es muy distinto de lo que han hecho algunos eruditos en nuestros tiempos.
En medio de una confusión tan rampante, ¿hay alguna manera de saber la verdad? ¿Puede usted conocer el verdadero Jesús y lo que Él enseño? La verdad resulta ser más asombrosa que todas las ideas e imaginaciones de la gente. Si usted quiere saber la verdad, entonces siga leyendo.
La trama central de El código de DaVinci tiene como fundamento el descubrimiento de otros "evangelios" que quedaron por fuera del Nuevo Testamento a raíz de las maquinaciones de la Iglesia Católica para suprimirlos. Esto genera una novela divertida ¡pero está lejos de la realidad! ¡La Iglesia Católica no tuvo nada que ver con la creación del Nuevo Testamento! Para algunos, esta afirmación será extraña, pero es la realidad. La Iglesia Católica luego del concilio de Nicea del año 325 después de Cristo, era muy diferente en sus enseñanzas y prácticas de la Iglesia que vemos en el libro bíblico de los Hechos de los Apóstoles. Los anales históricos que nos han llegado de los siglos segundo y tercero ilustran una clara transición en que la iglesia se iba alejando de las enseñanzas y prácticas de los apóstoles para convertirse en una forma de "cristianismo" enteramente distinta. Para más información sobre este tema interesante, lo invitamos a solicitar nuestra publicación gratuita: Restauración del Cristianismo original
¿Quién fue, pues, el que compiló los libros del Nuevo Testamento? La respuesta se encuentra en 2 Pedro 1:12–21. El apóstol Pedro les explicó a sus lectores que su muerte era inminente y que él quería asegurar que después de su partida quedara una constancia "oficial" de las verdaderas enseñanzas de Jesús. Hacia finales de ese decenio (los sesentas de la era cristiana) ya corrían "fábulas artificiosas" (v. 16). Pedro explicó que la joven comunidad cristiana debía mirar hacia él y hacia el apóstol Juan para escuchar "la palabra profética más segura".
Esto queda claro cuando leemos atentamente las palabras de Pedro. Comenzando en el versículo 12, Pedro escribe en primera persona sobre su próxima muerte y su deseo de dejar una constancia permanente. En el versículo 16, pasa repentinamente de "yo" a "nosotros". ¿Quiénes son "nosotros"? La respuesta emerge en los versículos 16 a 18. "Nosotros" se refiere a los que acompañaron a Jesús al monte donde vieron su transfiguración y oyeron la voz enviada desde la nube (Mateo 17:1–6). Estos fueron Pedro, Juan y Santiago, el hermano de Juan. Cuando Pedro escribió esta carta, Santiago, el primero de los apóstoles martirizados ya había fallecido (Hechos 12:1–2). Por tanto, la palabra "nosotros" tenía que referirse a Pedro y Juan.
Antes de su muerte hacia finales del invierno del año 68 de la era cristiana, Pedro juntó el primer "canon" del Nuevo Testamento, formado por 22 libros. Hacia finales del primer siglo, Juan añadió los cinco libros escritos por él, llevando a 27 el total de libros en el Nuevo Testamento que tenemos hoy. En el segundo siglo, en los primeros escritos de los "Padres de la Iglesia", vemos que ya existía el canon del Nuevo Testamento, el cual ellos citaban y mencionaban con frecuencia. Ciertamente hubo intentos por modificar el canon, pero los libros ya estaban escritos y eran demasiado conocidos para que se pudieran dejar de lado.
¿Cómo entender, pues, los distintos "evangelio perdidos" a que se refieren el autor del Código de DaVinci y otros? No nos deben sorprender tales descubrimientos, pues el propio Nuevo Testamento nos advierte contra evangelios falsos que ya andaban en circulación en tiempos de los apóstoles. ¡Cuánto más es de esperar que se multipliquen tales versiones en los años que siguieron a la muerte de los apóstoles! Recordemos que hacia mediados del decenio de los cincuentas, el apóstol Pablo advirtió que algunos pretendían introducir "otro evangelio" y "otro Jesús" (2 Corintios 11:4). À tales predicadores los tildó de "falsos apóstoles" y "obreros fraudulentos" (v. 13). Pedro aseguró a sus lectores que ni él ni Juan habían seguido aquellas " fábulas artificiosas" que ya se estaban difundiendo en el primer siglo de nuestra era.
Algunos de estos evangelios falsos han sobrevivido y consiguen un nuevo público en años recientes, especialmente a partir del descubrimiento de la biblioteca "Nag Hammadi". En diciembre de 1945, un joven agricultor egipcio desenterró una jarra de barro que contenía varios libros antiguos escritos en idioma cóptico. La traducción comenzó con seriedad en los años cincuentas y desde entonces el contenido de esos libros ha influido en nuevas interpretaciones sobre Jesús, su misión y su mensaje. Con el tiempo, estos libros—con títulos como El Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe y El Evangelio de María—se tradujeron a varios idiomas. Aunque los ejemplares de estos libros constituyeron un nuevo descubrimiento, su contenido y sus enseñanzas no eran "nuevos". Estos representaban las herejías gnósticas que nacieron en el primer siglo y florecieron en los siglos segundo y tercero. Eran bien conocidas y citadas en los escritos de los primeros "Padres de la Iglesia".
En cuanto al verdadero Nuevo Testamento, este quedó preservado precisamente donde se esperaría. Los historiadores concuerdan unánimemente en que Juan, el último de los primeros apóstoles, murió en Éfeso, Asia Menor. Los escritos de Eusebio y otros dejan en claro que durante los siglos segundo y tercero, las iglesias en Asia Menor, que habían estado bajo la guía directa de Juan, conservaron las prácticas de la iglesia original de Jerusalén (como guardar la Pascua el 14 de abib en vez de la Pascua Florida de los católicos). Fue en Asia Menor donde se originó la familia bizantina de textos del Nuevo Testamento, los preservados oficialmente en el mundo griego.
Para saber sobre el verdadero Jesús, no basta poseer una Biblia, aunque esta sea la revelación de Dios para la humanidad. Las Biblias abundan en el mundo… ¿pero cuántas personas la estudian de verdad? Y muchos que la leen no entienden su mensaje. Muchos han derivado su concepto de las enseñanzas bíblicas de lo que aprendieron de otros, no de lo que dice la propia Biblia.
Gran parte de lo que pasa por "doctrina cristiana tradicional" ni siquiera vino de la Biblia. Cuando Dan Brown, autor de El Código de DaVinci, asegura que muchos de los temas asociados con el culto pagano al sol se incorporaron al "cristianismo" por influencia del Emperador Constantino, está en lo cierto. La Biblia condena esos temas. Más aún, lo que la Iglesia Católica quiso sofocar durante siglos no fue un texto gnóstico arcano sino la propia Biblia. Por eso fue que los pontífices se opusieron por mucho tiempo a los esfuerzos por difundir la Biblia en lenguas populares que la gente pudiera leer. Consta en los anales de la historia que durante siglos, la Iglesia Romana se propuso mantener la Biblia fuera de las manos de los legos, haciéndola un libro esotérico accesible únicamente a los sacerdotes, venerada, pero desconocida.
¿Por qué había de ser así? Al conocerse lo que la Biblia realmente dice, quedarían expuestas muchas enseñanzas falsas que se han introducido en el "cristianismo". El Nuevo Testamento, por ejemplo, revela a un Jesucristo que guardó los mandamientos de su Padre. Jesús dijo claramente que Él no había venido para "abrogar" o acabar con la ley sino para "cumplir" la ley y los profetas. Cuando cierto joven le preguntó qué debía hacer para heredar la vida eterna, Jesús dijo: "Guarda los mandamientos " (Mateo 19:17). En su vida personal, Jesucristo guardó el sábado o séptimo día así como las fiestas ordenadas en Levítico 23. Jamás guardó el domingo, la Pascua Florida ni la Navidad (ningún estudioso serio afirmaría lo contrario) ¡ni sugirió siquiera que otros debieran hacerlo!
Jesucristo no intentó reunir a los suyos en un movimiento político para reformar al Imperio Romano, sino que vino predicando un Reino que gobernaría a todas las naciones. Sus discípulos entendían que Él estaba hablando de un reino concreto. Tanto es así, que una de sus últimas preguntas para Él no era si se establecería ese reino sino cuándo se establecería (Hechos 1:6). Jesús no dijo a sus seguidores que le "entregaran el corazón" para poder ir al cielo. Lo que enseño fue que sus verdaderos discípulos heredarían la Tierra a la hora de la resurrección (Mateo 5:5).
En cuanto a la idea de que basta "creer en Jesús", veamos esta clara afirmación en Juan 8:31: "Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos". À sus discípulos les dijo que para ser dignos de Él, tenían que situarlo a Él delante de todo, incluso de sus propias familias (Lucas 14:26). También declaró que si no nos negamos a nosotros mismos y tomamos nuestra cruz diariamente para seguirlo, no podemos ser discípulos suyos (Lucas 9:23). Jesucristo no vino ofreciendo "gracia barata". ¡Jesús y sus enseñanzas son muy distintos de lo que usted quizá haya aprendido en sus clases de religión!
El mensaje de Jesús no es lo único que difiere enormemente de lo que imagina la gente. ¡Su aspecto personal no se parecía en nada a los retratos ni a los personajes de cine que pretenden representarlo! No tenemos imágenes de Jesús que daten de su época, pues los primeros cristianos nunca usaban dibujos ni estatuas de Él. Respecto a este período, el renombrado historiador eclesiástico Henry Chadwick escribió: "Tanto Tertuliano como Clemente de Alejandría tenían tal prohibición [el segundo mandamiento, que prohíbe las imágenes] por absoluta y obligatoria para el cristiano. Las imágenes y estatuas para fines de culto pertenecían al mundo demoníaco del paganismo. Efectivamente, de los cristianos del siglo segundo, los únicos que sabemos tenían imágenes de Cristo eran los gnósticos radicales".
El Nuevo Testamento no hace ningún énfasis en el aspecto físico de Jesús y ni siquiera trae una descripción de Él. Pero un hecho es claro: El aspecto de Jesús era el de un judío común y corriente de su época. Era difícil señalarlo entre una multitud, y los dirigentes religiosos le pagaron una buena suma a Judas—30 monedas de plata—para que lo identificaran a fin de asegurar que detuvieran a la persona que buscaban.
Una diferencia notable entre las imágenes tradicionales de Jesús y su aspecto real era que Jesús, como los demás judíos de su época, llevaba el cabello corto. La Biblia afirma claramente que llevar el cabello largo es vergüenza para un varón (1 Corintios 11:14). Los sacerdotes, que debían servir de ejemplo para el resto de la nación, tenían explícitamente prohibidos los dos extremos: rasurarse la cabeza y dejarse crecer el cabello (Ezequiel 44:20). Las imágenes y estatuas que datan del primer siglo muestran que en todo el mundo grecorromano la norma era el cabello corto. Aunque Jesús probablemente usaba barba, como era la costumbre judía de la época, con toda seguridad tenía el cabello corto.
El autor Stephen Prothero, en su libro American Jesus, dice que el afeminado "Jesús de la Escuela Dominical" es un invento del siglo 19. El verdadero Jesús no era ningún "afeminado" sino un hombre acostumbrado al trabajo físico duro y a la vida al aire libre. En su adolescencia y edad adulta, trabajó como constructor (Marcos 6:3) ¡y en esa época no había herramientas eléctricas! En los años de su ministerio, Él y sus discípulos recorrían los caminos de Galilea, Samaria y Judea, muchas veces durmiendo bajo las estrellas.
El cine nos da una imagen distorsionada de Jesús y de la sociedad en que Él vivió y se movía. Nos muestra a Jesús y sus seguidores como un grupo de pobretones desaseados contra el fondo de un mundo polvoroso del desierto. Toda esa imagen está equivocada. En el primer siglo Galilea, donde Jesús se crió y cumplió buena parte de su ministerio, era una tierra rica y próspera. El norte de Galilea, con abundantes lluvias, tenía bosques densos y el húmedo sur era una zona agrícola rica.
La pesca comercial en el mar de Galilea era un negocio lucrativo, y de allí se exportaba pescado conservado y salado a buena parte del Imperio Romano. Varios de los primeros discípulos de Jesús, entre ellos los hermanos Pedro y Andrés y los hermanos Santiago y Juan, eran pescadores comerciales, dueños de sus propios botes (Marcos 1:20). Algunos historiadores creen que en excavaciones arqueológicas en Capernaúm se ha descubierto la casa de Pedro, donde Jesús se quedaba con frecuencia. Era una casa de piedra de un piso, más grande que el promedio, construida alrededor de un patio de forma irregular frente al puerto, a corta distancia de la sinagoga (ver Bible Review, Feb. 2004, p. 17). Capernaúm en el primer siglo era una comunidad próspera y activa.
También Nazaret, donde se crió Jesús, era algo bien diferente del caserío aislado que muchos imaginan. Si bien fue, durante el primer siglo, un pequeño pueblo de 500 habitantes, quedaba a escasos tres kilómetros de Séforis, la capital romana de Galilea. Séforis era una ciudad hermosa sobre una colina, que tenía calles pavimentadas, agua corriente y baños y teatros romanos. Era una próspera capital cosmopolita donde vivían y comerciaban griegos, romanos y judíos.
Es interesante notar que aproximadamente un año después del nacimiento de Jesús, la ciudad de Séforis se rebeló tras la muerte de Herodes el Grande. El gobernador romano de Siria sofocó la rebelión y destruyó buena parte de la ciudad. Durante los 30 años siguientes, Séforis fue epicentro de un enorme proyecto de construcción en el que Herodes Antipas, el hijo de Herodes, procuró reconstruir la ciudad como su capital. Los trabajadores del lugar versados en oficios de construcción, como Jesús y su padrastro José, hallarían bastante trabajo bien pagado durante los años del auge de la construcción, como lo señala el conocido arqueólogo de Séforis, Santiago Strange.
La imagen tan difundida de Jesús y sus primeros seguidores como campesinos iletrados también dista mucho de la verdadera historia. El alfabetismo era mucho más difundido en ese período de lo que suele reconocerse. Muchos habitantes de Galilea, Samaria y Judea no solamente leían arameo sino también griego. También muchos hablaban latín. Esto lo sabemos por varias razones. Las monedas, como la que Jesús pidió ver en Mateo 22:19, solían llevar una inscripción en griego. En el templo había letreros (uno de los cuales se ha encontrado en una excavación arqueológica) escritos en griego, que advierten a los gentiles a no seguir adelante bajo pena de muerte. ¡Se daba por sentado, naturalmente, que los visitantes pudieran leer el letrero! Las excavaciones en uno de los palacios de Herodes han revelado que los jarrones de vino y de diversos alimentos importados llevaban escrito el contenido, lo cual revela que al menos algunos sirvientes en la cocina de Herodes sabían leer. Algunos de esos artículos eran importados de Roma y llevaban inscripciones en latín, además de las inscripciones griegas (siendo más comunes estas últimas). Sabemos que Jesús leía en voz alta de las escrituras en la sinagoga (Lucas 4:16–17) y en una ocasión escribió palabras en el suelo que muchos de los presentes pudieron leer (Juan 8:8).
Es importante entender que el medio de donde salieron Jesús y sus primeros seguidores era muy diferente de lo que suele mostrarse en el cine. Ciertamente coexistían en aquella sociedad extremos de riqueza y pobreza, pero a la vez había—especialmente en Galilea—una clase media próspera que incluía pescadores comerciales, constructores, funcionarios públicos y agricultores que cultivaban uvas, aceitunas y granos. Era común y corriente que la gente supiera leer y escribir. También que tuvieran capacidad de conversar al menos en griego y arameo, y en menor grado, latín. No olvidemos que cuando Pilatos fijó un letrero en arameo, griego y latín sobre la estaca donde crucificaron a Jesús, ¡era con la intención de que los presentes lo leyeran!.
Usted no va a aprender mucho sobre el verdadero Cristo de Nazaret en los libros ni en las películas que pretenden hablar de Él. No solamente era diferente en su aspecto físico, sino que enseñó un mensaje muy distinto de lo que suele pensarse. Jesús no puede etiquetarse de liberal ni conservador según los conceptos de nuestro siglo 21.
El verdadero Jesús no eran un debilucho ni un flojo. Era bien masculino y se ganaba el respeto y la lealtad de seguidores jóvenes, trabajadores y de éxito. Por una parte, estaba dispuesto a entrar con valentía al patio del templo con un látigo, echar fuera a los animales y derribar las mesas de los cambistas. Por otra parte, lo conmovía la compasión por los enfermos y afligidos. Jesús sorprendía a algunos de los hombres jóvenes y agresivos e insistentes que lo seguían cuando se detuvo a tomar a los niños en brazos e invocar la bendición de Dios sobre ellos (Lucas 18:15–16).
Jesús no era lo que hoy se llamaría un "feminista". Sin embargo, trataba a las mujeres con gran respeto y cortesía; ¡a veces, para sorpresa de ellas! (Juan 4:9). Impartía su enseñanza a mujeres (Lucas 10:39), respondía a sus preguntas y las servía sanando y ayudándolas. Tanto el temario de los feministas como de los homosexuales son contrarios a las Sagradas Escrituras, Jesucristo dejó muy en claro que Él no pretendía derribar la ley ni los profetas. Sin embargo, ofreció compasión y perdón a los pecadores arrepentidos a la vez que les daba instrucciones claras de "no pecar más" (Juan 8:11).
Jesucristo advirtió a sus discípulos que vendrían muchos "en mi nombre" engañando a la gente con un falso mensaje (Mateo 24:5). Esto ha ocurrido desde los días del primer siglo, tal como lo indicó el apóstol Pablo en 2 Tesalonicenses 2:7 al declarar que ya estaba obrando "el misterio de la iniquidad". La palabra "iniquidad", es la traducción de la palabra griega anomia, que significa literalmente sin ley o contrario a la ley. Al acercarse el final de esta era, la Biblia advierte contra los falsos profetas que enseñarán un mensaje falso. Algunos de ellos llegarán al extremo de producir grandes señales y prodigios que engañarán a la gran mayoría de las personas (Mateo 24:24). ¿Se contará usted entre los engañados?
Si no llega usted a conocer al Jesús verdadero, acabará por creer un mensaje falso y aceptará a un Cristo falso ¡que no puede salvar de nada a nadie! ¿Cómo estar seguros de poder distinguir lo real de lo falso? Estudie la Biblia. No permita que al definir la verdad, las tradiciones humanas suplanten la palabra de Dios. Conozca al verdadero Dios de la Biblia; y al Mesías que Él envió.
Tenga por cierto que Jesús de Nazaret no fue un hombre común y corriente. No fue un simple "hombre bueno" ni un simple profeta. Fue sangre y hueso ¡pero no un simple hombre! Fue nuestro Salvador y nuestro Mesías. Fue Emanuel, "Dios con nosotros". Como Dios, se despojó de la gloria que había compartido con su Padre desde la eternidad a fin de convertirse en nuestro Salvador (Juan 1:1–3, 14), y esa gloria le fue restaurada por el poder del Padre, de modo que Él fuera nuestro intercesor cotidiano y nuestro próximo Rey. No se deje engañar aceptando un Cristo falso. ¡Conozca y camine diariamente con el verdadero Jesús de la Biblia!