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La Reforma Protestante transformó fundamentalmente el panorama social, intelectual, político y religioso de Europa; dejando una huella indeleble en nuestro mundo moderno. Sin embargo, pocos entienden lo que realmente ocurrió durante ese turbulento período, ni se dan cuenta de su importancia para nosotros en la actualidad.
La Reforma Protestantedel siglo XVI fue un hito crucial en la historia de la civilización occidental. Dicho suceso histórico transformó de modo fundamental el panorama social, intelectual, político y religioso que había persistido en Europa durado mil años.
La Iglesia Católicaha visto en la Reforma Protestante una rebeldía injustificada que produjo una trágica división de la cristiandad. Los protestantes la han visto como la mano de Dios que actuaba para purgar a una iglesia de la corrupción y el paganismo que se venían acumulando durante siglos. Lamentablemente, una y otra opinión, ambas muy difundidas por el mundo, no solamente están equivocadas sino que oscurecen lo que realmente sucedió.
La profecía bíblica revela que, antes del regreso de Jesucristo, el mundo occidental verá otro gran movimiento religioso que pretenderá unificar las diversas facciones del cristianismo y amalgamar al mundo religioso en un solo cuerpo. Este movimiento ecuménico engañará a millones. Usted y yo necesitamos entender por qué ocurrió la Reforma Protestantey qué fue lo que realmente pasó. ¿Por qué? Porque este acontecimiento encierra datos cruciales y lecciones históricas importantes que se han olvidado y ocultado y que van a facilitar el engaño futuro.
¡La Reforma Protestante no ocurrió "porque sí"! Por el contrario, se debe a fuertes elementos causales. Una razón fundamental fue la corrupción del papado y del clero católico, fenómeno muy extendido y bien documentado. Los papas hacia finales de la Edad Media tenían amantes, se inmiscuían en política, contrataban ejércitos y libraban guerras. Muchos miembros del clero vivían en palacios con todo lujo, explotaban al pueblo en lo monetario y en lo espiritual. Los altos cargos eclesiásticos solían repartirse al mejor postor o como jugarretas políticas. Los miembros de las Cruzadas se reclutaban con la promesa de que matar a los infieles significaba recibir el perdón de los pecados. Para recaudar dinero para la iglesia, se vendían indulgencias o perdones espirituales. À principios del siglo XVI ya había muchos reformistas que comprendían la corrupción de la Iglesia y su resistencia a una reforma interna.
Otro factor importante fue el invento de la imprenta en 1450 en Maguncia, Alemania. La imprenta facilitó la amplia circulación de libros, panfletos y tractos a precios que estaban al alcance de casi toda persona. El acceso al conocimiento y las ideas ya no se limitaba a las élites. Con la traducción de la Biblia latina, idioma que pocos comprendían a los idiomas populares como el alemán, el francés y el inglés; el pueblo pudo leer este libro por su cuenta. Los lectores de la Biblia descubrieron que muchas creencias y prácticas católicas ¡eran contrarias a las Sagradas Escrituras! Por ejemplo, la Biblia muestra claramente que María no fue virgen perpetuamente (Mateo 13:55-56), que Jesús es nuestro único Mediador (1 Timoteo 2:5) y que el apóstol Pedro, considerado por los católicos como el primer Pontífice, era casado (Marcos 1:30; 1 Corintios 9:5).
Un tercer elemento que contribuyó a la Reforma Protestante fue el Renacimiento: el renacer de la docencia, el avance la ciencia y el énfasis en lo práctico y en el individuo. El auge de una clase media próspera y el aumento en el número de universidades dieron origen a un espíritu de investigación científica que chocaba con la modalidad autoritaria y tradicionalista de la Iglesia Romana. Los reformistas protestantes estaban mucho más a tono con estas tendencias que sus semejantes católicos. Los reformistas veían, con razón, que el Pontífice y su clero habían ocupado un lugar de intermediarios entre Dios y el pueblo, cosa que no contaba con ningún respaldo en las Sagradas Escrituras. Pese a los intentos de Roma por suprimir tales ideas, el dique acabó por romperse. La estructura católica se fraccionó porque, en cuanto a ciertas arrolladoras tendencias de la historia, su jerarquía se había situado del lado equivocado.
¿Acaso la Reforma Protestante destruyó realmente la unidad del mundo llamado cristiano? La historia ofrece respuestas interesantes. Esa reforma no fue el primer desacuerdo ni el primer desafío a la autoridad detentada por la Iglesia de Roma. Las Iglesias Católica y Ortodoxa se habían separado en 1054 con un Papa y un Patriarca que se excomulgaron recíprocamente. En los 1.500 años que siguieron al ministerio de Jesucristo se habían producido muchos conflictos por doctrina y múltiples rupturas en el llamado Cuerpo de Cristo. Incluso la historia nos habla de la existencia ininterrumpida de cristianos que jamás aceptaron las doctrinas emanadas de Roma.
La Iglesiade Jerusalén, no la de Roma, fue el modelo para los cristianos en los tiempos apostólicos (Hechos 15:2; 1 Tesalonicenses 2:14; Gálatas 2:1-2). En el siglo segundo surgió una controversia sobre la fecha y el modo de guardar la Pascua, y si debería reemplazarse por el llamado domingo de resurrección. Roma promovió la observancia de esta fiesta el día domingo, pero las iglesias de Asia se negaron a respaldar tal doctrina. Siguieron guardando la Pascua el día 14 de nisán, según el calendario hebreo, afirmando que así lo habían aprendido de Juan, el último sobreviviente de los primeros apóstoles. Al principio, esta declaración resolvió la validez de su argumento, pero 50 años más tarde, los que insistían en guardar la Pascua el 14 de nisán fueron excomulgados por un obispo romano. Esta "controversia cuartodecimana" siguió causando divisiones en la Iglesia durante siglos.
La jerarquía romana logró el control sobre la mayor parte de la cristiandad en el siglo cuarto, en tiempos de Constantino, control que se extendió y se mantuvo por más de 1.000 años. Es instructivo recordar el uso que se hizo de tal poder. Durante ese lapso, quien estuviera en desacuerdo con las decisiones de los pontífices o de los concilios eclesiásticos eran objeto de censura o excomunión. En la cúspide de su poder, entre los años 1000 y 1300, la Iglesia Romana lanzó las Cruzadas contra los infieles y la Inquisición contra los herejes. La Inquisición la dirigían, por lo general en secreto, sacerdotes que actuaban de abogado, juez y jurado. Los que se hallaban reos de creer o enseñar algo contrario a la doctrina romana, ya fueran judíos, musulmanes o cristianos disidentes; quedaban tildados de herejes. Se confiscaban propiedades y los "culpables" sufrían destierro, cárcel, tortura o la hoguera. La Inquisición se instituyó porque la "cristiandad" no estaba unificada. Su estado era de dinámica ebullición, ¡lo mismo que imperó desde el primer siglo!
Un punto aun más crucial es que la propia jerarquía romana estaba gravemente dividida. En el siglo XIV los obispos franceses e italianos estaban trabados en una lucha por el poder y el control de la Iglesia. En un momento dado, había dos papas rivales. Un papa francés regía desde Aviñón en Francia. Otro papa italiano regía desde Roma. Uno y otro aseguraban ser la cabeza universal de la Iglesia con derecho de recaudar los ingresos provenientes del mundo "cristiano".
La Reforma Protestantepretendía regresar a la pureza de laIglesia apostólica. Muchos dan porsentado que logró tal cometido, perola historia revela lo contrario. En suempeño por purificar a la Iglesia, losreformistas aseveraron que la Bibliaera la única y final autoridad enmateria de doctrina, tal como lo dicenlas Escrituras (Isaías 8:20).Rechazaron la idea romana de quelos concilios y las tradiciones de laIglesia estaban a la par de las Escriturascomo fuentes de doctrina. Rechazaronigualmente el papel y la autoridad delPontífice por falta de fundamentobíblico e histórico. La historia muestraque en la Iglesia apostólica no habíacargo de pontífice. Los obispos deRoma asumieron esa posición"elevándose a cabeza de la Iglesiaoccidental" a lo largo de varios siglos(Historia de Europa Occidental,James y colaboradores, 1903 pág. 49).Mientras los católicos aseguraban que Jesús nombró a Pedro como el primerpapa (Mateo 16:18-19), losprotestantes y ortodoxos orientalesrechazaban esta teoría sobre el papadode Pedro. La función del Apóstol enel primer concilio eclesiástico enJerusalén (Hechos 15) en nada separece a la de un pontífice (Hechos 15:13-21).
Los reformistas discrepaban con Roma en cuanto a la doctrina de la transubstanciación, o la idea de que en la misa el sacerdote transforma pan y vino en el cuerpo y sangre de Jesús. La mayoría de los reformistas entendían que aquellos eran símbolos pero no la carne ni la sangre reales de Cristo. Los reformistas también rechazaban, por su falta de fundamento bíblico, las ideas del purgatorio, el celibato y las oraciones por los muertos. Consideraban que el culto a las reliquias y a las estatuas era idolatría y violación del segundo mandamiento (Éxodo 20:4). La misa, la adoración a la "virgen María" y a la cruz; así como la práctica de orar a los "santos" fallecidos también fueron objeto de rechazo como prácticas tomadas del paganismo y ajenas a las Sagradas Escrituras. Muchos que se consideran cristianos se sorprenderán al saber que el culto a una madona y su hijo se remonta a la antigua sociedad pagana de Babilonia (Las dos Babilonias, Hyslop, pág. 19-23).
La Reforma Protestanteeliminó buena parte de la pompa y los rituales, así como muchas de las doctrinas que la Iglesia Católica había absorbido del paganismo. No obstante, los reformistas conservaron muchas doctrinas ajenas a las enseñanzas de Jesús y los apóstoles. Las Sagradas Escrituras revelan que Jesús y los apóstoles guardaban el día sábado (Lucas 4:16; Hechos 17:2) cumpliendo así el cuarto mandamiento (Éxodo 20:8-11). La Biblia no manda jamás que los cristianos guarden el domingo. En sus escritos, la Iglesia Católica reconoce la ausencia de bases bíblicas para cambiar el sábado por el domingo. De este modo, demuestra que los protestantes que guardan el domingo lo hacen sometiéndose a la tradición católica. El Concilio de Laodicea, en el año 364 dc, prohibió guardar el sábado a causa del sentimiento antijudío entre quienes se consideraban cristianos. Los que insistían en observar el sábado, o séptimo día, eran apartados como anatema por la Iglesia Romana y perseguidos por el Imperio Romano.
Jesús, los apóstoles y la Iglesia primitiva guardaban los días santos bíblicos (Lucas 2:41-42; 22:7-16; Juan 7; Hechos 18:21; 1 Corintios 5:7-8); pero los reformistas no restablecieron la observancia de esos días. Las fiestas celebradas igualmente por protestantes y católicos, como la navidad y el llamado domingo de resurrección, fueron festivales paganos en su origen; hasta que Roma las "cristianizó" en el siglo cuarto. Como resultado, protestantes y católicos por igual siguieron sin conocer el plan de Dios y el propósito de la vida (Solicite nuestra publicación gratuita: Las fiestas santas—Plan maestro de Dios).
Para la mayoría de los protestantes y católicos, el evangelio tiene que ver con la persona de Cristo, con seguir al Señor, recibir el perdón e ir al Cielo. En cambio, la predicación de Cristo giraba en torno al arrepentimiento de los pecados, la obediencia a los mandamientos y la esperanza en un Reino de Dios venidero (Marcos 1:14-15) que se va a establecer en la Tierra (Daniel 7:27) y en el cual los santos gobernarán con Jesucristo por mil años (Apocalipsis 5:10; 20:4-6). La Biblia afirma que ningún ser humano, ni siquiera David, ha subido al Cielo (ver Juan 3:13; Hechos 2:29-34: 13:36). Al comparar el evangelio bíblico con el mensaje proclamado en los templos católicos y protestantes, salta a la vista que se trata de un evangelio totalmente distinto (Gálatas 1:6-9). Si bien los reformistas pretendían regresar a la pureza original, lo que hicieron en realidad fue crear una versión protestante de las enseñanzas católicas, la cual difería en muchos puntos doctrinales con la Biblia y el cristianismo original. Es irónico señalar que los reformistas calvinistas llegaron al punto de alcanzar su meta, que era formar una "Roma protestante" en Ginebra.
El catolicismo no tomó a la ligera el desafío protestante a su autoridad. Sus líderes lanzaron una Contrarreforma. Con escenas que recuerdan la persecución de los cristianos por parte del Imperio Romano, los reformistas sufrieron cárcel, tortura y la hoguera. Durante la Edad Media, "cristianos" asesinaban a "cristianos" pese al mandamiento que dice: "No matarás". Donde los protestantes lograban llevar la delantera, solían tratar a los católicos con la misma crueldad. Las luchas sangrientas, avivadas por la Reforma y la Contrarreforma, se prolongaron más de un siglo.
De esos siglos turbulentos surgen lecciones importantes. En la Edad Media, entre los años 500 y 1500, el catolicismo brindó un marco de estabilidad social mientras el Imperio Romano se desmoronaba. Pero los primeros 500 años de la Edad Media se conocen también como la "Edad del Oscurantismo", porque bajo el dominio romano prevalecía la ignorancia, especialmente de las Sagradas Escrituras; la superstición era rampante y el progreso intelectual quedó inmóvil en el tiempo por causa de la tradición. La Iglesia Católica prohibió traducir la Biblia a los idiomas populares, impidiendo de hecho que la gente la leyera. La amplia difusión de las Escrituras que hoy tenemos fue un resultado de la Reforma.
La persecución por parte de la Iglesia Católica frenó el avance de la Reforma Protestante y restableció la supremacía de Roma, especialmente en el Sur de Europa: Italia, España, Portugal y partes de Francia, Bélgica, Holanda y Alemania. En consecuencia, muchos huyeron a Norteamérica en busca de libertad religiosa. No es por accidente histórico que los fundadores de los Estados Unidos fueran en gran parte protestantes convencidos de que la libertad religiosa era un derecho fundamental del hombre.
Muchos colonizadores de Norteamérica habían aprendido por experiencia propia que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe de modo absoluto. Las regiones del mundo donde predominó el catolicismo romano se estancaron, mientras que los países protestantes como Inglaterra, Holanda y los Estados Unidos se convirtieron en fuerzas impulsoras del progreso, que dieron su forma al mundo moderno. Este es un hecho histórico que conviene no olvidar.
Las dos aseveraciones contrarias: que la Iglesia Católica Romana es la única Iglesia verdadera, por una parte, y que la Reforma Protestante devolvió al cristianismo su pureza apostólica original, por otra; ocultan lo que realmente le ocurrió a la Iglesia establecida por Jesucristo y los apóstoles. La Iglesia de Dios (ver 1 Corintios 1:2) existió a lo largo de la Edad Media, aunque pocos la reconocían como tal. La Biblia tiene claves que revelan la identidad de la Iglesia. Jesús dijo que su Iglesia no moriría sino que seguiría existiendo (Mateo 16:18). La Iglesia verdadera jamás llegó a ser una institución mundana y poderosa sino que fue siempre una manada pequeña y perseguida, tal como se había profetizado (Mateo 10:16-24; Lucas 12:32). Las Sagradas Escrituras indican que la Iglesia huiría a lugares deshabitados, condenada por una iglesia dominante y próspera (ver Apocalipsis 12 y 17).
La verdadera Iglesia de Dios siguió guardando el sábado, o séptimo día, así como los días santos de Dios y las leyes bíblicas sobre alimentos (ver. Levítico 11). Dicha Iglesia predicaba el evangelio del Reino de Dios venidero y del gobierno regido por los santos con Jesucristo en la Tierra. Resaltaba la necesidad del arrepentimiento, el sacrificio de Cristo por el perdón de los pecados y la obediencia a los mandamientos. La Iglesia verdadera no creía en una trinidad, en el alma inmortal ni en el purgatorio. No promovía el celibato del clero, las indulgencias, el bautismo de niños, las oraciones a los muertos ni el empleo de ídolos o imágenes. No se valía de la misa como forma de culto.
Aplicando criterios bíblicos es posible identificar, entre los grupos clasificados como herejes por los católicos y como disidentes por los protestantes, a algunos grupos de creyentes que seguían las enseñanzas de Jesús y los apóstoles. Hallamos remanentes de la Iglesia verdadera entre los paulicianos en Armenia entre los años 600 y 800, los bogomiles en los Balcanes en los años 900, los cátaros (puritanos) y los albigenses del Sur de Francia alrededor de 1000 a 1200, así como los valdenses en el Norte de Italia en los años 1200 a 1400 y los lolardos en Inglaterra en los años 1300.
No todos los que llevaban estos nombres eran parte de la Iglesia verdadera, mas parece que entre dichos grupos se encontraban algunos miembros de la verdadera Iglesia de Dios. Algunos grupos mantuvieron ciertas verdades por un tiempo, luego transigieron y perdieron esas verdades preciosas. Siglo tras siglo, la verdadera Iglesia de Dios ha rehusado acoger las ideas paganas promovidas por el catolicismo bajo el rótulo de "cristianas" y tampoco ha seguido las doctrinas protestantes que estos trajeron de su "Iglesia madre".
¿Qué tiene que ver en nuestros días la historia eclesiástica con nosotros? Simplemente esto: Que las lecciones del pasado nos sirven de advertencia para el futuro. La profecía bíblica indica que antes del regreso de Jesucristo el mundo verá otro gran movimiento religioso. Un líder religioso de gran influencia aparecerá en el escenario mundial realizando milagros y engañando a las multitudes (2 Tesalonicenses 2:3-9). La gente embaucada va a creer mentiras porque no sabe la verdad (vs. 10-11). Muchos ya han perdido la capacidad de discernir entre lo que es cierto y lo que es falso; y más aún en asuntos religiosos. Muchos simplemente desconocen las Sagradas Escrituras… ¡como en la Edad Media! Muchos ignoran la diferencia entre las enseñanzas católicas y las protestantes. Otros ignoran qué ocurrió con la Reforma Protestante y qué pasó en esa era tan dinámica. ¡Este será un error muy costoso para millones!
Un líder religioso de mucha influencia, llamado el "falso profeta" (Apocalipsis 20:10), va a encabezar una gran iglesia que las Sagradas Escrituras personifican como una mujer caída. En profecías bíblicas de hace 2.000 años vemos a los dirigentes de esta iglesia vestidos de púrpura y escarlata, adornados con joyas y piedras preciosas (Apocalipsis 17:1-6). À lo largo de los siglos, esta iglesia se ha inmiscuido en política, ha perseguido a los verdaderos santos de Dios; los que guardan los mandamientos de Dios (Apocalipsis
14:12, 12:17) y ha difundido doctrinas religiosas falsas por toda la sociedad. Esta iglesia y su líder van a promover y se van a asociar con un líder político de talla mundial quien llegará al poder como persona humanitaria pero se convertirá en un dictador militar. En la Biblia se le identifica como una "bestia" (Apocalipsis 13:1-10).
Una vez en el poder, esa gran iglesia falsa se valdrá de medios de control social para impedir que los que no acepten sus enseñanzas puedan tener un empleo o participar en la economía (Apocalipsis 13:11-17). Los disidentes serán perseguidos y muertos. Aunque suene increíble a nuestros oídos, debemos recordar que la iglesia en cuestión se ha valido de métodos similares en el pasado, ¡antes, durante y después de la Reforma Protestante!
La Bibliatambién indica que esta gran iglesia, llamada "madre de rameras", va a llevar a cabo un esfuerzo concertado para atraer a sus hijos apartados nuevamente a la manada. El profeta Isaías habla de una iglesia llamada "Señora de reinos" y que hace una audaz aseveración: "Yo soy, y fuera de mí no hay más [Soy la única Iglesia verdadera]; no quedaré viuda, ni conoceré orfandad" (Isaías 47:5-8). ¡Este movimiento ecuménico ya está en pie! Quienes se consideren cristianos pero desconozcan la verdad doctrinal y la historia eclesiástica van a caer en el engaño. ¡Ruegue a Dios que esto no le ocurra a usted!
Los valdenses se han sido descritos como "la más antigua y la más evangélica de las sectas medievales" (Enciclopedia Británica, Edic 11.). Partiendo de su refugio en los valles alpinos del Norte de Italia, sus ministros (llamados barba) recorrieron toda Europa. Según la mayoría de las versiones históricas, el origen de este grupo se remonta a la predicación de Pedro Valdo, un mercader de Lyon del siglo XII. Dicen que Valdo quiso reformar la Iglesia Católica desde adentro y que sus reparos a la doctrina eran pocos. Él y sus seguidores (valdenses) fueron tildados de herejes y excomulgados por predicar sin permiso.
Otras fuentes históricas antiguas dicen que el nombre de valdenses: vaudois, valdes, vallenses, wallenses (o sea vallunos, gente de los valles) provino de los valles del Norte de Italia, lugar adonde huyeron los cristianos durante las persecuciones de Diocleciano cerca del año 300. Muchos autores aseguran que la pretensión de vincular a los valdenses con Valdo fue un fraude perpetrado por sus perseguidores para ocultar deliberadamente el origen antiguo de las creencias de ese grupo.
La dificultad para reconstruir la historia y doctrinas de los "herejes" se agrava porque la mayoría de las versiones que quedan son de sus perseguidores católicos. Rainero, un inquisidor del siglo XII, afirma que una herejía de los vaudois "es de gran antigüedad… algunos dicen que ha durado desde los tiempos del papa Silvestre (314-335); otros, que desde el tiempo de los apóstoles". Según Rainero, los valdenses tenían diferencias de fondo con el catolicismo romano. Cita 33 creencias que él consideraba "errores", entre ellas la aseveración de que eran la verdadera Iglesia de Cristo y los sucesores de los apóstoles, su convicción de que la Iglesia Romana es la ramera de Apocalipsis y su rechazo a los días de fiesta católicos, el purgatorio, la transubstanciación y las oraciones por los muertos. Algunas fuentes del siglo XII afirman que los valdenses tenían las mismas convicciones de los albigenses y los cátaros. Un informe sobre el credo de los cátaros afirma que observaban la ley de Moisés, el sábado y la circuncisión y rechazaban la trinidad y la Iglesia Católica Romana en su totalidad. Para despertar el repudio contra ellos, sus opositores atribuían a los cátaros toda una serie de doctrinas descabelladas.
Un reciente estudio integral de los valdenses describe varias facciones dentro del movimiento Durante la Inquisición, los que simpatizaban con el catolicismo o que buscaban salvar la vida, desertaron del grupo valdense "atraídos por la oportunidad de alcanzar la rehabilitación y el reconocimiento papal". La tradición dice que en el siglo XVI los valdenses de los Alpes se reunieron con los protestantes de Ginebra y se amalgamaron, basados en sus convicciones comunes. Sin embargo, otras versiones contemporáneas aseguran que eso ocurrió solo después de "mucha discusión". Una investigación reciente sugiere que la "fusión" pudo ser más bien una "absorción, una supresión de los viejos modos por otros nuevos y de los viejos predicadores por ministros nuevos". Hoy la Iglesia Valdense es parte de la comunidad protestante, unida con los metodistas de Italia y con los presbiterianos de Carolina del Norte, Estados Unidos.