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Hay un viejo refrán que dice: "si no fuera porque todo lo hago a último momento ¡nunca lograría hacer nada!" Muchas personas viven de acuerdo a esta premisa. La tensión ciertamente aumenta a medida que se acerca una fecha límite o se avecina una crisis, pues la posibilidad de un resultado devastador puede ser interesante para esas personas. Las películas, la televisión y las historias de aventuras a menudo utilizan este escenario, donde los acontecimientos parecen estar fuera de control, ya que el héroe o la heroína, quien está en grave peligro, se enfrenta a una situación abrumadora y a un desastre inminente. Luego, a último momento, con un esfuerzo sobrehumano o una súbita inspiración brillante, se evita la situación peligrosa y todo termina bien para aquellos que, momentos antes, estaban al borde de la muerte.
¡Las situaciones emocionantes hacen que la adrenalina fluya! Pero, ¿es esto verdaderamente realista? ¿Es sabio vivir nuestra vida de esta manera, esperando la redención en el último momento? Una mejor manera es anticipar situaciones repentinas, o dificultades que pueden ocurrir y prepararse para ellas.
Por esta razón, es prudente tener un plan para aquellos desastres inesperados que pueden causar dificultades financieras devastadoras. Salomón en su sabiduría habla de esta difícil situación humana: "Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos. Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos"(Eclesiastés 9:11–12).
Un ámbito importante, pero que a menudo se pasa por alto en nuestras vidas es la dimensión espiritual. Con frecuencia se descuida hasta que nos encontramos en una crisis. Podría ser una lesión terrible o una enfermedad potencialmente mortal, un colapso financiero, una relación rota o alguna otra experiencia que nos haga gritar: "¿Por qué a mí, Señor?"
A veces podemos pensar: "Oh, no tengo tiempo para lidiar con asuntos espirituales, lo abordaré más adelante. Simplemente no es conveniente ahora”. Ese enfoque no es nuevo. El apóstol Pablo se encontró con esta actitud al tratar con Félix, un gobernador, ante quien Pablo presentó su defensa por falsos cargos. “Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré" (Hechos 24:25). Por lo que sabemos, ese momento conveniente nunca llegó para Félix.
¿Por qué arriesgar algo tan importante como la liberación, la salvación y la oportunidad de tener vida eterna en una decisión de último momento? Jesús se refirió a un incidente repentino y catastrófico que le costó la vida de varias personas en su época en Lucas 13: 2–5: "Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” (Lucas 17: 26–27).
Pablo también se enfocó en este tema, y sus palabras fueron preservadas para nosotros hoy; “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1 Corintios 10:11–12).
La Biblia dice claramente que una vida ignorando a Dios y su camino de vida puede resultar en una muerte en el lago que arde con fuego y azufre (Apocalipsis 21:7). Teniendo esto en cuenta, ¿esperar hasta el último momento para buscar a Dios y obedecerlo, es realmente algo que usted quiere hacer?
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