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La historia dice que una pareja estaba sentada en el mostrador de un restaurante disfrutando de una taza de café, cuando el esposo le dio un codazo a su esposa y le dijo: "Cariño, mira a esa pareja de ancianos al final del bar. Algún día, nosotros seremos así". Su esposa miró en esa dirección y dijo, con cierto humor "¡Por supuesto, no te das cuenta de que hay un espejo al final del bar!" Esto nos recuerda de manera jocosa de que rara la vez nos vemos a nosotros mismos como nos ven los demás. También es cierto, que la imagen que tenemos de nosotros mismos puede estar lejos de la realidad. Esta imagen mental es importante para determinar nuestro progreso y crecimiento en la vida.
A menudo tendemos a evaluar a las personas por su apariencia externa. Por ejemplo, una persona que está bien arreglada, bien vestida y que es culta, generalmente recibe más respeto y atención que alguien que carece de esos atributos. Aunque también es cierto que la apariencia nos puede engañar, haciéndonos pasar por alto el verdadero carácter de esa persona.
Ahora bien, siempre debemos dar una imagen positiva y verdadera, ya que la primera impresión es duradera. Sin embargo, no debemos permitir que esto sea solo una apariencia, sino que debe haber una real correspondencia con lo que hay en nuestro interior. De la misma manera, no debemos quedarnos con la sola impresión superficial de una persona, sino que debemos procurar ver los verdaderos atributos de su carácter, como la amabilidad y la honestidad. Tomarse el tiempo para llegar a conocer realmente a una persona es importante para determinar quién es realmente.
La Biblia contiene instrucciones precisas sobre este tema, de las cuales podemos aprender valiosas lecciones. Por ejemplo, cuando el profeta y juez, Samuel, recibió la instrucción de seleccionar a un rey para reemplazar a Saúl, a quien Dios había rechazado debido a su actitud obstinada y su falta de obediencia, Dios lo guio a seleccionar a un joven que nadie había considerado. Samuel vio por primera vez a uno de los hijos de Isaí que parecía ser una buena opción: "Y el Eterno respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque el Eterno no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Eterno mira el corazón"(1 Samuel 16: 7).
Después de examinar al resto de los hijos de Isaí, ninguno de los cuales Dios encontró aceptable, llamaron al joven David que estaba en el campo, donde cuidaba las ovejas de su padre. Nadie había pensado en David, sin embargo, Dios vio algo en él que otros habían pasado por alto. De hecho, David superó muchos obstáculos durante un período de varios años para convertirse en el rey más importante de Israel.
Santiago, el medio hermano de Jesucristo, escribió sobre este tema en el Nuevo Testamento. “Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?" Y luego, en los versículos 8–9, continúa: “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado... (Santiago 2:1-4, 8-9).
¿Cuál es mi punto? Que debemos tener una autoimagen saludable, pero realista, si queremos ser personas equilibradas. Y, muy importante, debemos seguir la admonición del apóstol Santiago para evitar mostrar parcialidad en nuestro trato con los demás, especialmente en función de las apariencias.
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