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Un peculiar sentido del humor y un toque de cinismo parecen haber sido el motor de un libro muy interesante que se publicó hace años, titulado El Principio de Pedro (The Peter Principle), escrito por el profesor de Educación Dr. Laurence J. Pedro. Es un análisis jocoso de las trampas de una organización burocrática. La premisa original del autor es que, en una organización estructurada jerárquicamente, todo empleado tiende a ascender hasta su “nivel de incompetencia". Pero ¿de qué se trata exactamente este principio? ya que el entendimiento general es que la competencia equivale a una mayor responsabilidad.
El Dr. Pedro razona que los nuevos empleados suelen comenzar en los rangos más bajos y luego, cuando demuestran su aptitud en ese puesto, son promovidos a un puesto más alto y continúan “subiendo la escalera” hasta que alcanzan una posición para la que ya no son aptos. Según el Dr. Pedro, la mayoría de los niveles más altos de una burocracia están llenos de personas incompetentes que fueron buenas en una posición anterior pero que no están equipadas o preparadas para desempeñar el trabajo en la posición en que terminaron.
Considere los siguientes ejemplos; un buen vendedor a menudo puede ser un gerente terrible; un buen mecánico puede ser un miserable supervisor de taller; o un buen contador puede ser muy incompetente como analista financiero. El Dr. Pedro postula que este fenómeno es la razón por la que las cosas salen mal. Su libro contiene algunas observaciones irónicas como "axiomas" y "leyes" que describen cómo las organizaciones tratan los problemas que resultan del "principio de Pedro".
Si bien, las observaciones humorísticas del Dr. Pedro son reveladoras y pueden ser instructivas en cuanto a guiar y trabajar con las personas, existe un “principio de otro Pedro” mucho más importante. Este principio es inspirado por Dios y es una forma de pensar y actuar en nuestras relaciones con los demás. Si aplicamos este principio, como cristianos tendremos el éxito garantizado y, a diferencia del postulado del Dr. Pedro, nunca alcanzaremos "nuestro nivel de incompetencia".
El "Principio del otro Pedro" al que me refiero, es el que fue expuesto por el apóstol Pedro por inspiración del Espíritu Santo. Pedro fue un pescador exitoso en el negocio de su familia y posteriormente se convirtió en uno de los discípulos de Jesús de Nazaret. También fue un hombre impetuoso que superó los miedos personales y los sentimientos de culpa para convertirse en el apóstol principal de la recién fundada Iglesia de Dios. Él dio el ejemplo e instó a otros a crecer en la gracia y el conocimiento de Jesucristo (2 Pedro 3:18).
Para los cristianos, el verdadero “Principio de Pedro” está en 2 Pedro 1:1-13. En parte, esta escritura identifica algunos atributos clave para que lleguemos “a ser participantes de la naturaleza divina”. Esos atributos son: Huir de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia, poner toda diligencia, añadir a la fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (vs. 4–7).
Estos siete atributos del carácter piadoso conforman el verdadero Principio de Pedro, y la fe es su fundamento.
Encontramos la fe definida en Hebreos 11:1: "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". El versículo 5 explica que la fe no es opcional, sino que es necesaria; “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.
Usted podría preguntar: "¿y de dónde viene esta fe?" La respuesta se encuentra en Efesios 2:8–9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. No es fácil poner en práctica estos importantes elementos, sin embargo, se nos promete "un Consolador". En Juan 14:26 Jesús dijo: "Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas". Pablo describió los frutos del Espíritu Santo en Gálatas 5:22–23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley". Entonces, con la ayuda de Dios y el poder del Espíritu Santo, podemos practicar el "Principio bíblico de Pedro" y al hacerlo, no estaremos "ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo" (2 Pedro 1:8).
La decisión es suya; usted puede alcanzar su “nivel de incompetencia” en esta vida o practicar el “Principio bíblico de Pedro” mientras se prepara para el Reino de Dios venidero. La información en nuestro sitio web ElMundodeMañana.org le beneficiará enormemente en su preparación.