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Todos los días, todo el día, nuestra "voz interior" nos habla en un monólogo interno que tenemos con nosotros mismos. Esta "discusión" puede ser positiva o negativa, y tiene un gran impacto en nuestra vida.
Los psicólogos lo llaman “dialogo interno”. Es algo que todos hacemos. Las investigaciones han demostrado que el diálogo interno positivo produce resultados positivos, mientras que el diálogo interno negativo produce resultados negativos. Un vendedor puede usar un diálogo interno positivo para darse "animo" a sí mismo. Podemos decirnos a nosotros mismos: “¡Puedes hacer esto!” O, podemos decirnos a nosotros mismos: “No tienes opciones, no hay posibilidad de éxito. Vas a fallar ".
Los atletas usan el diálogo interno para mejorar su rendimiento con ejercicios mentales y para "programar" su mente y su cuerpo para ejecutar adecuadamente el deporte que practiquen. He observado con gran interés cómo un atleta de salto olímpico asomaba su cabeza en el "dialogo interno" mientras se imaginaba a sí mismo realizando cada movimiento necesario para ejecutar correctamente el salto y pasar por encima de la barra.
También vi a un golfista profesional involucrado en una conversación negativa, saboteando su rendimiento. Él se "mentalizó", lo que significa que, el permitió que el diálogo interno negativo lo derrotara.
La técnica del diálogo interno positivo es bien conocida para mejorar el rendimiento de un atleta en la pista de esquí o la torre de buceo. Utilizan la técnica para "verse" a sí mismos realizando las acciones físicas correctamente y con éxito antes de su intento. Se recuerdan a sí mismos a mantener la cabeza hacia abajo, el brazo recto, o a encogerse y girar con las rodillas bloqueadas, etc.
Hay un principio bíblico involucrado en esta técnica, que haríamos bien en seguir. No se trata de lograr grandes cosas con nuestro propio poder o esfuerzo o por algún truco mental, sino para desarrollar una mentalidad apropiada.
Somos lo que pensamos. En Proverbios 23:7 se nos dice: "Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él". Somos lo que pensamos en gran medida. Por lo tanto, un gran atleta controla no solo su dieta alimentaria, sino también su dieta mental. Ejercita sus pensamientos, así como su cuerpo. Entrena su pensamiento, así como sus músculos.
Del mismo modo, quien sigue a Jesucristo debe controlar lo que piensa. Pablo lo hizo al comparar la vida de un cristiano con la de un atleta. “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene” (1 Corintios 9:24–25).
Con lo que alimentamos nuestras mentes y lo que nos permitimos pensar es de importancia crítica. Nuestra dieta mental se compone de lo que vemos, leemos, escuchamos y de lo que permitimos que nuestra propia imaginación nos alimente por medio del diálogo interno: El programa de televisión, el programa de radio, las palabras de la música que escuchamos y lo que leemos son nuestra "comida" mental.
Pablo también comparó la vida de un cristiano con la de un soldado de guerra, “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:4-5). Para controlar nuestra mente y ejercer el tipo correcto de pensamiento se requiere esfuerzo mental y disciplina.
Para tener una buena dieta mental, debemos seguir este consejo bíblico: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4: 8).
Practique el dialogo interno positivo, meditando en lo que lee en las Escrituras. Sepa que también puede hablar con Dios, y que Sus palabras son las más positivas de todas. Para más información sobre este tema, lea el artículo: "Una existencia con propósito". También asegúrese de solicitar nuestro folleto: “Cómo orar para que Dios responda: 12 claves”.