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A la gente le gusta escuchar historias de peces. De alguna manera, tales historias a menudo crecen con la narración, añadiéndole a la verdad y poniendo a prueba toda credulidad. Los oyentes responden con risas asintiendo con la cabeza mientras expresan sus dudas sobre el cuento del pescador.
Puede que le sorprenda saber que la Biblia también contiene algunas historias de peces, todas verdaderas. Cuando Jesús comenzó Su ministerio, llamó a Pedro, Andrés, Santiago y Juan, quienes eran pescadores de oficio. Vio algo en ellos que Él podía usar, y les dijo que los haría “pescadores de hombres”, indicando una “pesca” mucho más importante. Más tarde, después de Su resurrección, Jesús estuvo en la orilla del lago de Genesaret. Instruyó a los hombres que habían trabajado toda la noche pero que no habían pescado nada, que echaran sus redes en lo profundo del lago. Al principio protestaron, pero una vez que hicieron lo que Él les indicó, sus redes pronto estuvieron tan llenas de peces que su bote casi se hunde. Jesús les recordó su deseo de hacerlos “pescadores de hombres” (Lucas 5:1–11).
Sin embargo, la historia de peces más interesante y conocida de la Biblia se encuentra en el Libro de Jonás en el Antiguo Testamento. Dios instruyó a Jonás, un profeta, para llevar un mensaje de advertencia de arrepentimiento a la ciudad asiria de Nínive. Los asirios eran un pueblo belicoso y conquistador, enemigos acérrimos de los israelitas. Jonás intentó eludir su deber. Abandonó sus obligaciones y se escapó. Esconderse de Dios nunca funciona; y ciertamente no funcionó para Jonás. Compró un pasaje en un barco mercante para ir a Tarsis. Mientras Jonás dormía en la bodega del barco, "un gran viento" y una "gran tempestad" se desarrollaron repentinamente y el barco estuvo en peligro inminente de ser destruido. Al darse cuenta de que algo estaba causando un giro catastrófico en los acontecimientos, el capitán y la tripulación confrontaron a Jonás. El admitió su pecado de desobedecer a Dios e instó a la tripulación para que lo arrojaran por la borda. Se mostraron reacios a tomar esta drástica acción, pero a medida que la tormenta se intensificaba, ¡finalmente arrojaron a Jonás al mar agitado!
Ahora, aquí es donde el pez entra en la historia. La mayoría de los que están familiarizados con este relato bíblico le dirán que una ballena se tragó al profeta. Pero, eso no es lo que dice el Libro. Jonás 1:17 dice: “Y el Eterno tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches”. Luego, después de ese tiempo, el pez lo vomitó en tierra, sobreviviendo milagrosamente a esta terrible experiencia.
Imagine la aterradora experiencia de Jonás, soportando tres días y tres noches en el vientre de un pez especial. El encierro y los olores, estar enredado en algas, como dice el capítulo 2:5, fue un calvario que nunca olvidaría. Dios le dio a Jonás otra oportunidad de llevar el mensaje de advertencia a Nínive.
Para sorpresa y consternación de Jonás, los asirios prestaron atención a la advertencia. Se arrepintieron, ayunaron y oraron pidiendo perdón. Dios escuchó su clamor sincero y los perdonó y no destruyó la ciudad ni a su gente. Esto debería haber sido motivo de gran regocijo. Sin embargo, Jonás no estaba contento con eso. Se enojó, y sentado en la ladera de una colina se fue a observar la ciudad, esperando que fuera destruida. El sol abrasador que caía sobre él lo puso en peligro. Dios misericordiosamente hizo que una planta de hojas anchas descrita como una calabacera brotara de la noche a la mañana para darle sombra, lo que le agradó mucho. Para ayudar a Jonás a aprender una lección, Dios preparó un gusano para atacar la planta para que se secara rápidamente. Jonás sufrió de nuevo cuando el sol abrasador cayó sobre su cabeza hasta que se desmayó. Dios usó esto como un momento de enseñanza, preguntándole a Jonás si estaba enojado por la destrucción de la planta. Jonás se enojó por perder su valiosa sombra. Entonces Dios le dijo: “Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció. ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales? (Jonás 4:10–11).
No sabemos si Jonás entendió el punto o no. Esperamos que se haya arrepentido y que haya aprendido a preocuparse más por su prójimo.
Al considerar esta historia, vemos que Dios, como Creador, puede usar los elementos de Su creación, incluso un pez y un gusano, para cumplir Su voluntad.
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