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Todo lo que hacemos tiene consecuencias. Ya sea de dinero, tiempo, esfuerzo físico o mental, o quizás para nuestra salud y bienestar emocional. A veces, las consecuencias de nuestras acciones afectan a las personas que amamos. No perdonar a los demás tiene consecuencias muy fuertes.
Si alguien choca nuestro automóvil, no solo hay un costo monetario por las reparaciones, también hay molestias, traumas físicos, frustración y tiempo empleado en hacer llamadas telefónicas, presentar reclamos al seguro y obtener informes policiales.
De la misma manera hay consecuencias por no perdonar a otra persona que nos ha hecho daño. De hecho, hay serias penalidades impuestas por no perdonar a otra persona. Perdonar a otra persona puede ser algo difícil de hacer, y en algunos casos puede parecer imposible. La persona que nos ha hecho daño tiene una “deuda” con nosotros, pero solo el que “tiene la nota de la deuda” puede elegir perdonarla.
En psicología, el perdón es una elección deliberada de olvidar la ira y el resentimiento que tenemos hacia la persona que nos ha causado daño. Perdonar al prójimo es como perdonar una deuda.
Las investigaciones médicas realizadas en hospitales y universidades han descubierto algunos beneficios del perdón para la salud. Entre estos beneficios se encuentran la disminución de la presión arterial y la frecuencia cardíaca, la disminución del estrés, la disminución de la depresión y la ansiedad, mejora el sueño, la disminución del dolor y el aumento del bienestar psicológico. Quien perdona tiene mayor paz mental. La negatividad se reemplaza por una actitud positiva, relaciones más sanas e incluso un sistema inmunológico más fuerte. ¡Estos son enormes beneficios!
Pero quienes guardan rencor y se niegan a perdonar sufrirán castigos físicos por su ira, odio, amargura, depresión y ansiedad, todo lo cual afecta su bienestar mental y físico.
El perdón de los pecados que obtuvimos por medio de la crucifixión de Jesucristo hizo posible nuestra reconciliación con Dios y nos dio acceso a la promesa de la vida eterna.
Pero lo interesante es que Jesucristo nos pide que perdonemos a quienes nos hacen daño. De hecho, ¡es esencial que lo hagamos para recibir Su perdón! En Lucas 6, Jesús instruyó a Sus discípulos: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados” (v. 36-37).
En Mateo 6, en lo que se conoce como “El Padre Nuestro” u “Oración Modelo”, se encuentra la instrucción clara de Cristo: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (v. 12). Después de la oración, Cristo explica: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (v. 14-15). ¡Vaya, eso es serio! La consecuencia de no perdonar a los demás es que no seremos perdonados por Dios, y sin Su perdón, estamos condenados a muerte. ¡Esa es una consecuencia grave!
Todos deberían leer la parábola de Cristo sobre el siervo que no perdonó en Mateo 18. Este concluye con la instrucción clara de que se requiere que perdonemos “de corazón” si queremos recibir el perdón de nuestro Padre (v. 35). Esto es parte de ser un verdadero cristiano.
Para aprender más sobre este tema le recomendamos leer el folleto ¿Qué es un verdadero cristiano? El cual está disponible de forma gratuita, en línea o en versión impresa, aquí en El Mundo de Mañana.