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El espíritu de la era moderna, al menos si presta mucha atención a las noticias y a las redes sociales, es de protestas y megáfonos, agresión y demandas descaradas, donde los más ruidosos y extremistas a menudo parecen salirse con la suya. Sin embargo, la palabra de Dios enseña una manera mucho mejor y enfatiza una virtud que no es muy popular en nuestro momento histórico actual, pero que sin embargo beneficiaría enormemente a todos en la sociedad: la mansedumbre.
El diccionario define la mansedumbre como “docilidad, suavidad, dulzura, apacibilidad, afabilidad, sumisión, sometimiento, humildad, benignidad”. ¿Cuán maravillosos y placenteros serían los beneficios físicos, mentales y emocionales en la sociedad si todos aumentáramos tales cualidades?
La Biblia describe la mansedumbre como un fruto del Espíritu Santo de Dios: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22–23). Se espera que los cristianos bautizados que han recibido el Espíritu Santo de Dios exhiban estas maravillosas cualidades en su trato con los demás.
Santiago, el medio hermano de Jesús, también escribió sobre la mansedumbre: “Porque donde hay envidia y egoísmo, allí hay confusión y toda maldad. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, luego pacífica, amable, generosa, llena de misericordia y de buenos frutos, sin parcialidad ni hipocresía” (Santiago 3:16–17). Una vez más, que maravilloso sería mostrar un poco más de dulzura y disposición a ceder, tanto en la sociedad como en la política, en las redes sociales, en las calles y en las carreteras concurridas.
La mansedumbre es un rasgo práctico y beneficioso en la vida. Una de las instrucciones bíblicas más prácticas, y que parece funcionar siempre de inmediato, se encuentra en Proverbios 15:1: “La suave respuesta quita el enojo, pero la palabra áspera hace subir la ira”. Los medios de comunicación, los comentarios y las redes sociales parecen ignorar este principio, ya que las discusiones suelen generar más tráfico y clics, lo que incentiva un comportamiento escandaloso, descarado y extremo.
La mansedumbre no es solo una cualidad buena y educada de las personas "agradables". Es un aspecto del propio carácter de Jesucristo, como se ve en Mateo 11:29, donde Jesús dijo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Jesús, el Dios del Antiguo Testamento, también trató a Israel con mucha dulzura, como lo describió el profeta Oseas: “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo… enseñaba a andar al mismo Efraín, tomándole de los brazos; …. Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida” (Oseas 11:1, 3–4).
Estas escrituras muestran cómo Dios fue como un padre amoroso para Israel, uno que trató a su joven hijo con mansedumbre, dirigiéndolo, guiándolo y sosteniéndolo. De manera similar, Dios cuida a su pueblo hoy con amor, misericordia y mansedumbre.
La forma popular en la sociedad actual es exigir en lugar de ceder, gritar en lugar de hablar en voz baja, ser agresivo en lugar de afable y actuar sin vergüenza y con descaro en lugar de gentileza y amabilidad. Los cristianos deben resistir estas tendencias esforzándose por imitar los diferentes rasgos maravillosos del carácter de Jesucristo y siguiendo las instrucciones del apóstol Pablo a los cristianos de hace mucho tiempo: “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres” (Filipenses 4:5).
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