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Hay un dicho muy antiguo sobre el dinero: “No se lo puede llevar cuando se muera”. Verdaderamente, cuando la vida se acaba, dejamos todo atrás y este antiguo fragmento de sabiduría proviene directamente de la Biblia.
Las perlas de sabiduría más simples y profundas de la vida se encuentran en las páginas de la Biblia. Eclesiastés es un libro lleno de consejos elocuentes, que comparte verdades sobre la breve vida del ser humano y nos recuerda que, el trabajo y los placeres de nuestra vida son demasiado breves.
En algún momento, la mayoría de nosotros reflexionamos sobre el significado de la vida. Muchos, especialmente en las prósperas naciones occidentales, aparentemente han hecho de la búsqueda del dinero el trabajo de su vida. Algunos han amasado fortunas tan enormes que difícilmente podrían gastarlas en el transcurso de sus vidas. Pero incluso la mayor fortuna es sólo vanidad y vacío a largo plazo. “El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad. Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos? Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia. Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal; las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron, nada les queda en la mano. Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano” (Eclesiastés 5:10–15).
No, no nos lo podemos llevar.
Pablo repite esta profunda verdad en una carta a Timoteo, “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar”. Pablo continúa para compartir una perspectiva importante sobre el dinero, señalando que si tenemos para las necesidades básicas, debemos estar contentos. También advierte sobre el deseo de ser rico. “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:7–10).
Note que el dinero en sí mismo no es malo, lo que es malo es la búsqueda desequilibrada del dinero. Claramente, la Biblia no está en contra del dinero. Abraham, Job, David y otros eran muy ricos y habían recibido las bendiciones de Dios. Estos patriarcas adoraron fielmente a Dios y no perdieron la perspectiva correcta sobre el dinero.
Cristo recordó a Sus discípulos que ellos no pueden servir a dos señores. No pueden servir a Dios y a las riquezas (Mateo 6:24). “Riquezas” significa tener bienes o posesiones. Las personas que ponen su confianza en el dinero lo ponen primero que a Dios.
Sin embargo, aunque no debemos confiar en el dinero, debemos usarlo de manera responsable. Si Dios va a bendecirnos con sus verdaderas riquezas, espera que seamos fieles en las “riquezas injustas” (Lucas 16:11). Considere también el ejemplo de las parábolas en Mateo 25 y Lucas 19. Los cristianos no deben ser perezosos o mezquinos con el dinero; deben ser siervos provechosos y administradores fieles de lo que se les da.
La vida física es fugaz. Jesucristo nos dice que no tratemos de hacer tesoros en la tierra, sino “en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mateo 6:19-20). Verdaderamente, no necesitamos llevar nada con nosotros. Heredaremos el universo. ¡Para obtener más información, lea "Globalización de la codicia" hoy!