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El 14 de diciembre de 2008 viajé a la ciudad de Terezin, República Checa con un amigo alemán. Hay un antiguo campo de concentración que fue convertido en gueto judío ubicado allí. Las interminables paredes de ladrillo constituyen la fortaleza: un mar de ladrillos anaranjados, amarillos y rojos contra un lienzo de hierba verde, que se extiende entre las estructuras. La mayoría de los muros y edificios estaban coronados con alambre de púas.
Fue una experiencia informativa de las que le dan a uno la oportunidad para detenerse y meditar.
Nunca antes había visitado un campo de concentración. Los fríos muros de piedra parecían hablar de la angustia de más de 140,000 prisioneros, hombres, mujeres y niños, esclavizados allí desde 1939 hasta 1945. Treinta y cinco mil de ellos murieron allí en Terezin. El resto de las personas fueron transportadas por las SS más al este, a los campos de exterminio nazis, para su "liquidación". El texto del anuncio a la entrada de los cuarteles de prisioneros, "Arbeit Macht Frei" ("El trabajo libera"), fue una visión escalofriante en la mente de los que ejecutaron sin piedad a innumerables personas inocentes. No había libertad aquí. Terezin fue un punto de transición antes de que los prisioneros fueran llevados en vagones de ganado del ferrocarril al norte de Auschwitz y Birkanau en Polonia, los campos de exterminio del Tercer Reich y la ruta final para un número indescriptible de judíos, checos, polacos y otros.
Ir a Terezin con mi amigo alemán agregó una emoción adicional a la experiencia. Esta fue su primera visita a uno de estos campos también. Había leído sobre el trato inhumano y había visto videos que mostraban con detalles gráficos en blanco y negro cómo había sido, pero estando allí, caminando por la misma tierra donde caminaban los prisioneros, nos dio un conocimiento más profundo de lo ocurrido; pues lo sentimos en el corazón
En cada sala del museo, vimos vitrinas llenas de recuerdos. En una vitrina, colgaba un uniforme alemán de la SS, sin vida, detrás del cristal. En el fondo de la vitrina había una vara y un “gato de nueve colas” que se usaban para "disciplinar" a los prisioneros. Cada hebra de sus látigos tenia clavos de acero de una pulgada de largo. Así como Jesús fue azotado por un látigo romano, estos pobres seres humanos indefensos también fueron golpeados con bastones, látigos y con este gato de nueve colas, que literalmente les rasgó la carne con cada latigazo.
Más tarde ese día, fuimos a un restaurante en la ciudad, justo al lado de la plaza principal. El restaurante se llenó y los dos asientos adicionales en nuestra mesa fueron ocupados por una pareja holandesa que también había visitado el campamento.
Durante el curso de la conversación, hablamos sobre las atrocidades perpetradas en el campamento. La holandesa dijo: "Preferiría un mundo en el que no hubiera religión. Es debido a la religión que todo esto sucedió, en primer lugar. Habría utopía o anarquía, pero cualquier de las dos, estaría bien conmigo". Ella no está sola en su opinión. ¿Sería realmente mejor no tener religiones en el mundo? Utopía o anarquía, cualquiera de las dos, siempre y cuando no hubiera religión. ¿Es esta realmente la esperanza del mundo?
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