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Recuerdo con cariño un viejo cuento infantil llamado Los ciegos y el elefante. Es una historia profunda pero simple y una gran ilustración de las limitaciones de la percepción humana.
Una versión de la historia describe a seis ciegos que viven en un pueblo. Un día llegó una caravana de viajeros con un elefante. Los ciegos no tenían idea de lo que era un elefante, pero ¡fueron a "verlo" de todas maneras! Cada uno de ellos, tocó una parte del elefante y luego compartieron sus impresiones con los demás.
El primero de ellos tocó solo la trompa del elefante y dijo que el elefante era como una serpiente enorme.
El segundo hombre, al inspeccionar solo la pata del elefante, concluyó que el elefante no era como una serpiente, sino como el tronco de un árbol.
El tercero se quedó perplejo al escuchar lo que los dos primeros hombres dijeron, cuando encontró un colmillo largo, liso y puntiagudo. Explicó que el elefante se parecía a una lanza pesada.
El cuarto descubrió una cola que se balanceaba, por lo que reprendió a sus amigos diciendo que el elefante era como una cuerda pequeña.
Cuando el siguiente hombre se acercó, sintió una suave brisa. Extendió la mano y tocó la enorme oreja del elefante. ¡El hombre proclamó rotundamente que el elefante era como un enorme abanico que se movía lentamente!
El último de los hombres puso sus manos a los lados del enorme cuerpo del elefante y anunció que un elefante era solo una pared grande y sucia.
¡Cada hombre estaba convencido en su propia mente de que tenía la mejor y más precisa comprensión de lo que era un elefante! Discutían sin descanso entre ellos. La gente del pueblo podía escucharlos proclamar en voz alta y desafiando sus propias conclusiones individuales.
En una versión de la historia, un hombre sabio se acercó y comenzó a explicarles a los hombres que cada uno tenía una parte de la verdad, pero que habían llegado a una conclusión equivocada debido al conocimiento que les faltaba. Solo uno de los ciegos entendió la explicación del sabio; y los demás se quedaron aferrados a sus propias creencias.
¿No es esto lo que las muchas denominaciones que profesan el cristianismo hacen con la Biblia? Cada iglesia, secta o denominación se aferra a una doctrina diferente, que se convierte en la base de su enseñanza. Algunos grupos se centran en las actividades de Juan el Bautista, mientras que otros imitan lo que entienden que sucedió en Jerusalén el día de Pentecostés cuando el Espíritu Santo fue derramado. Mas aún, otros proclaman que todo lo que necesitamos hacer es “creer” para ser salvos. Entender y practicar solo una parte de lo que dice la Biblia es como cuando un ciego inspecciona solo una parte del elefante.
Mientras el apóstol Pablo viajaba predicando y enseñando el verdadero evangelio de Jesús, confrontó muchos puntos de vista diferentes y erróneos. Es por eso que el apóstol Pablo le dijo a Timoteo: “Toda la escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios se perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).
Con la misma convicción de los ciegos que inspeccionaron el elefante, muchas de las personas que profesan el cristianismo no examinan cuidadosamente toda la Biblia para ver si sus creencias están respaldadas por la palabra de Dios. Verdaderamente, este proceso requiere oración, humildad y un fuerte deseo de conocer toda la verdad.