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Al parecer, hay un tema que tiene creciente preocupación en el cristianismo en estos días respecto a si "¿Deben los niños estar en la iglesia?" Una mañana, mientras leía las noticias del día, leí un interesante artículo sobre este asunto en el Wall Street Journal, "Que se vean pero que no se oigan en la iglesia", por Laura Vanderkam.
Parece que muchas iglesias separan a los niños de los adultos. Por ejemplo, he leído de servicios que comienzan con las familias todos juntos y luego, digamos 10 minutos después, el pastor anuncia que es hora de que los niños vayan a la guardería o al servicio de los niños y ellos se van. Durante mi infancia, recuerdo haber estado sentado en la escuela dominical durante mucho tiempo (recuerdo que las figuras de fieltro parecen desempeñar un papel importante), aunque gran parte de mi "tiempo en la iglesia" la pase con mi papá y abuelos, también.
Sé que, en nuestros servicios en la Iglesia del Dios Viviente (patrocinadores del programa El Mundo de Mañana) en general la costumbre es que los niños y los adultos se sienten juntos como una familia durante el transcurso de los servicios. Generalmente creemos que el sábado es un tiempo para que las familias estén juntas ante Dios y que los niños son parte de la comunidad, como lo son los adultos. Las Escrituras como 1 Corintios 7:14, Marcos 10:15 y Deuteronomio 16:14 apoyan ese punto de vista, y Dios ciertamente quiere que las familias adoren y observen el tiempo sagrado juntos. Ciertamente, sería difícil para el niño en Éxodo 12:26 preguntarle a su padre: "¿Qué quieres decir con este servicio?" Si no estuviera presente.
No estoy diciendo que sea fácil. Los niños tienen que aprender a sentarse o jugar en el suelo en silencio y con el debido respeto, pero para el padre diligente esto no es una meta inalcanzable. Con respecto a mi propia familia, nadie diría que nuestros hijos son perfectos. Incluso tuve que hacer una pausa en uno de mis sermones una vez para llegar a uno de ellos en un momento en que mi esposa estaba fuera del salón de reuniones (¡tú sabes que cuando tu papá te está mirando desde el podio esto va en serio!). Pero estar juntos en familia ha sido una gran bendición.
Por supuesto, en su infancia, hubo momentos en que mi esposa y yo pasamos la mayor parte del tiempo del servicio del sábado en el pasillo (o en cualquier área que podíamos encontrar) entrenándolos. Sentíamos que, si uno de nosotros sacaba a uno de los niños por ser ruidoso, el objetivo de sacarlos no era "dejarles la rienda suelta", sino tener más libertad para entrenarlos sin distraer a los demás que nos rodeaban. Y parte de lo que realmente nos ayudó cuando eran pequeños era programar un tiempo cada día durante la semana, aproximadamente al mismo tiempo y durante el mismo periodo de tiempo de los servicios del sábado, para animarlos a tener un "tiempo de silencio", ya fuera para una siesta o para jugar en calma y en silencio. ¡Es difícil que los niños pequeños aprendan algo cuando se practica solo una vez a la semana!
Sé que algunas de nuestras congregaciones tienen actividades especiales, apropiadas para la edad de los niños después de los servicios, lecciones especiales para niños pequeños y demás, y ¡yo los apoyo! Pero me alegro de que en nuestros servicios del sábado no dividan a la familia. El entrenamiento de mis cuatro niños para que se mantuvieran en silencio y atentos (más que todo dependiendo enteramente de las circunstancias) durante el servicio de la Iglesia no fue lo más fácil, pero ha producido maravillosos beneficios para todos nosotros, y yo no cambiaría nada. Estamos todos juntos en ésto, y estoy encantado de que nuestro tiempo en los servicios del sábado nos lo recuerde.
Si está interesado en ver a su familia florecer como la hermosa flor que fue diseñada ser, considere leer nuestro artículo, Cómo tener una familia feliz.