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Los juegos Olímpicos del 2012 fueron muy provechosos para las gimnastas de los Estados Unidos ya que su equipo ganó la medalla de oro por segunda vez en la historia olímpica. Muchas de las mujeres de ese equipo sobresalieron en su deporte durante los eventos olímpicos, pero la campeona olímpica que más se destacó, en mi opinión, fue Gabby Douglas, quien ganó la medalla de oro en gimnasia general.
Todas las mujeres que compitieron trabajaron increíblemente duro para poder calificar y tener la oportunidad de participar en la competencia por el oro olímpico. Sin embargo, Gabby Douglas se destacó por algo más que su increíble talento. Gabby decidió agradecer a Dios por las oportunidades y el talento que le fue dado para trabajar duro y poder perfeccionarlo.
¿Qué podemos aprender del ejemplo de Gabby? ¿Estamos agradecidas por las oportunidades que se nos han brindado como mujeres, tanto jóvenes como mayores? ¿Estamos trabajando duro y venciendo para poder ganar la corona de oro al regreso de Cristo? El ejemplo de Gabby fue impresionante y su recompensa fue puramente física. ¡Cuánto más agradecidas deberíamos estar, y cuánto más duro deberíamos trabajar, sabiendo que nuestra recompensa será la vida eterna!
En la Biblia, los ejemplos físicos a menudo se usan para enseñarnos lecciones espirituales. El Apóstol Pablo nos dio este ejemplo: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:24-27).
Hay varias características necesarias, además del talento, para que una gimnasta obtenga la medalla de oro olímpica, y Gabby las tenía todas. Los gimnastas deben tener autocontrol y una gran disciplina mientras entrenan. Las gimnastas de élite (las que califican para los Juegos Olímpicos) entrenan más de 40 horas a la semana. En otras palabras, ser gimnasta es una forma de vida.
Ser cristiano también es una forma de vida, incluso más que ser gimnasta. Nosotras, como mujeres cristianas, estamos llamadas a ser un ejemplo para nuestros hijos y para otras mujeres, para servir y amar a nuestros esposos y, sobre todo, para servir a nuestro Padre que está en los cielos. Hacer todo esto bien, y ser la mujer de Proverbios 31, requiere de un gran dominio propio y de mucha disciplina (Gálatas 5:22).
Comúnmente escuchamos de gimnastas y de otros atletas olímpicos que han ganado el oro, que mientras entrenaban arduamente y durante horas, se preguntaban si el premio valdría la pena. Pero cuando se paran en ese podio y les ponen la medalla de oro alrededor del cuello, todos están de acuerdo en que todo el trabajo duro realmente valió la pena, y se alegran de haber perseverado.
Se espera mucho de nosotras como mujeres cristianas. A menudo, podemos sentirnos despreciadas y agotadas, e incluso sentir que todo está en nuestra contra, incluidas nosotras mismas. Sin embargo, como Gabby Douglas, debemos mantener el dominio propio y perseverar, y no podemos hacer esto sin Dios. Por lo tanto, es vital que siempre permanezcamos agradecidas con Dios. Más allá de todo su arduo trabajo, el agradecimiento a Dios es el rasgo más importante que Gabby ejemplificó para aquellos que la vieron sobresalir en los Juegos Olímpicos del 2012. Gabby mantuvo sus ojos en el oro y recibió el premio por el que había trabajado tan duro. Como mujeres cristianas, debemos mantener nuestros ojos en el premio que buscamos y en Aquel de quien lo recibiremos, mientras trabajamos para terminar todo lo que hacemos.