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Hace poco asistí a una reunión familiar donde uno de mis parientes le preguntó a otro: "¿Cómo te encontraste a ti misma" o "cómo no dejaste de ser tu misma" mientras criabas a tus hijos? No escuché la respuesta, pero la pregunta se me quedó grabada. Esta familiar siente que ha dejado de ser ella misma porque es esposa y madre. Para ella, ser feliz no está relacionado con dar lo mejor de sí misma como esposa y madre, sino con “encontrarse a sí misma”.
¿Encontrará realmente la felicidad de esa manera? Debo admitir que yo, por una razón similar, era reacia a la idea de tener hijos. Tengo actividades y pasatiempos a los que me aferro egoístamente. Tengo la idea de que no seré completamente feliz como madre si no puedo continuar con esas actividades. Una vez vi una cita de alguien que decía que uno no se da cuenta de lo egoísta que es como ser humano hasta que tiene que renunciar a su sueño en la noche y a cada momento de vigilia para criar a sus hijos. Estoy segura de que todas las mujeres, en momentos de debilidad, han sentido que “han dejado de ser ellas mismas” al adquirir el título de mamá.
Pero, es que ¿ser madre y seguir siendo “usted misma” tienen que ser prioridades separadas? Después de escuchar a mi pariente hablar, me di cuenta de que esto no es lo que quiero ser cuando yo tenga hijos: aferrarme egoístamente a lo que era sin ellos, ignorar mi responsabilidad hacia ellos para poder dedicarme a mis pasatiempos y diversiones. Recientemente escuché un sermón que me recordó que ser cristiano significa pensar externamente y no interiormente. Una madre cristiana piensa dos veces externamente, o triple (o más), dependiendo de cuántos hijos tenga. ¿Es más importante mantener mis pasatiempos que criar a la próxima generación para que sean seres humanos amorosos, temerosos de Dios y humildes? ¿Centrarme en mí misma me hará feliz?
Dios quiere que las esposas y las madres utilicen sus talentos, pero no a costa de la familia. ¡Solo lea Proverbios 31! “Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde. Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba” (Proverbios 31:27-28).
Una de las obsesiones de las naciones occidentales modernas es la “búsqueda de la felicidad”. Las personas toman medidas extremas para encontrar ese vago sentimiento de satisfacción, pero podemos ver en las noticias todos los días y en los ejemplos de las personas que nos rodean, que ese sentimiento sigue siendo esquivo para la mayoría. Mi pariente ha pasado mucho tiempo buscando la felicidad fuera de su familia y fuera de sus hijos. Quisiera poder compartir con ella las siguientes palabras: “El entendido en la palabra hallará el bien, y el que confía en el Eterno es bienaventurado [feliz]” (Proverbios 16:20).
Dios le da a la mujer muchas oportunidades y responsabilidades, y nos instruye en cómo ser buenas cristianas, buenas esposas, buenas amigas, buenas hijas y buenas madres. Si confiamos en Su instrucción y pensamos externamente, en lugar de mirar siempre interiormente, ¡qué felices seríamos!