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Creo que cada una de nosotras está de acuerdo con el hecho de que Dios espera nuestra obediencia. Nos conviene vivir “de toda palabra que sale de la boca de Dios” y entender que sus leyes son buenas y que debemos guardarlas. Cuando nos examinamos a nosotras mismas, ¿encontramos obediencia perfecta en nuestras vidas? Seguro que no. Siempre me quedo corta y ese es un problema en el que he estado pensando mucho.
Dios dice que debemos ser santos, porque El soy santo (1 Pedro 1:16). Él espera que siempre busquemos la perfección. Nuestras mentes se rebelan ante la idea de que alguna vez podamos lograr la santidad y la perfección que Dios espera. Pero si Él lo espera, debe ser porque es posible y a menudo escuchamos de nuestros ministros y leemos en nuestras Biblias cómo esto es posible con la ayuda del Espíritu Santo de Dios actuando en nosotros. Entonces, ¿por qué continuamos luchando? ¿Por qué parece que por cada pequeño paso que damos hacia adelante, damos dos pasos gigantes hacia atrás? A veces me pregunto, ¿cómo puedo estar lista y a tiempo para el regreso de Cristo, sin importar qué tan pronto o qué tan lejos sea?
Hace unos años escuché un sermón que explicaba cómo cuando la moralidad de la sociedad está decayendo, la moralidad de la Iglesia también se sufre. Estamos siendo afectados por la degradación moral de la sociedad. Un ministro lo explicó una vez como si uno estuviera parado en una habitación llena de fumadores. Puede que uno no esté fumando, pero cuando sale de la habitación huele como si lo hubiera hecho.
Como mujer, he comenzado a ver cuánto me ha influenciado la sociedad que me rodea y no me gusta lo que veo. Con demasiada frecuencia, las mujeres permitimos que las normas de la sociedad nos controlen. Demasiadas mujeres permiten esto en la forma en la que tratamos a nuestros esposos, a nuestros hijos, en cómo trabajamos y, en última instancia, en cuánto confiamos en Dios. Se nos ha dicho que las mujeres merecen tanto poder y responsabilidad como los hombres, que nos merecemos esto o aquello por el maltrato que se ha dado a las mujeres a lo largo de los siglos. No se puede negar que las mujeres han sido y siguen siendo abusadas en muchos países, pero no veo que la sociedad realmente ayude a esas mujeres. En cambio, veo que muchas mujeres se vuelven controladoras, manipuladoras, egoístas y, en última instancia, impías. Estamos siendo infladas por el feminismo y una actitud de somos "más santas que tú" hacia los hombres.
¿Se le ha contagiado alguna de estas actitudes? En Tito 2:3-5, se nos dice cómo se supone que debemos vivir como mujeres y esposas. “Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada”. Lo que Pablo está diciendo es que si no nos esforzamos por vivir de esta manera, ¡finalmente blasfemaremos la palabra de Dios! Cuando leo esta escritura, estoy completamente de acuerdo con lo que dice; ¿pero lo vivo o busco excusas para no hacerlo? Se nos dice que nos apartemos de este mundo y cada vez tengo más claro lo difícil que es eso, ¡pero también lo necesario que es! ¡No podemos dejar que la sociedad nos contagie más! Dios espera que le obedezcamos, pase lo que pase. Dios solo quiere lo mejor para nosotras y sólo tenemos que confiar en Él.