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Una canción del género country cuenta la historia de un joven que le pregunta a su abuelo por unas fotografías antiguas. El abuelo le explica a su nieto las historias de las fotografías: sobrevivió a la Gran Depresión, fue a la guerra y finalmente se casó con la mujer que amaba. Una línea de la canción dice: "Una imagen vale más que mil palabras, pero no puedes ver lo que esos tonos de gris cubren, deberías haberlo visto a color".
¿Está familiarizado con esas viejas fotos en blanco y negro, las expresiones sombrías en los rostros de esas personas sin nombre, cada una viviendo su propia historia? Y, debido a la falta de color, no entendemos realmente cómo era la vida de estas personas. Los tonos de gris cubrieron los colores que nos habrían ayudado a apreciar sus luchas y compartir sus alegrías.
Muy a menudo las mujeres podemos mirar nuestras vidas en tonos de gris, sin color. Las preocupaciones de la vida, las finanzas, la familia y mucho más, pueden agobiarnos. A veces, como mujeres, es fácil caer en la trampa de compararnos con los demás y quedarnos cortas. Como resultado, llegamos a un punto en el que realmente no hay alegría ni satisfacción en nuestra vida. El sol brillante ha sido cubierto por esas nubes grises y oscuras. Pero ¿son la insatisfacción y el descontento todo lo que debemos obtener de la vida?
Jesucristo hace una promesa muy real: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). ¿Pero qué significa exactamente? De acuerdo con el Diccionario de La Real Academia Española, abundante significa: "Que abunda (tiene en gran cantidad)". Nuestras vidas deben estar ampliamente provistas de cosas buenas: ¡debemos ser felices y tener la vida más plena posible!
¿Es esto posible? Y si es así, ¿cómo?
Bueno, para empezar, ¡tenemos que deshacernos de la preocupación! “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir…pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mateo 6:25, 32). Una vez que nos demos cuenta de que Dios satisface nuestras necesidades básicas y nos proporciona cosas buenas, entonces parecerá que se nos ha quitado un gran peso de encima. Nuestras mentes no se centrarán en las preocupaciones, dudas y miedos que antes consumían mucho de nuestro tiempo. Esto nos permite mirar alrededor y comenzar a ver algo de “color” en nuestras vidas. La impresionante puesta de Sol, la forma en que el viento sopla a través de las copas de los árboles, la forma en que un pájaro se eleva en el aire.
Una vez que se ha ido la preocupación, podemos ver claramente lo que está justo delante de nosotros. Ahí es cuando empezamos a apreciar lo que tenemos. De hecho, ser agradecido es un mandato: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18). A veces, ser agradecido significa tomarse el tiempo para meditar sobre lo que tenemos, no sobre lo que no tenemos, incluso si nuestras circunstancias son relativamente de escasez. La mayor parte del mundo vive con miedo por su vida o la de su familia.
Ahora las nubes grises se están desmoronando. El Sol está devolviendo la luz a nuestro mundo. El cielo es de un azul vivo, los árboles y la hierba son exuberantes y verdes. Aun así, todavía existe un poco de gris. Esas nubes aún no se han ido por completo. Hay una cosa más que hacer.
“Por tanto, os ruego hermanos por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional” (Romanos 12:1 RVG-2010). Nuestra gratitud planta una semilla de servicio. Queremos servir a Dios y a la humanidad con toda nuestra capacidad. Servir a los demás es muy importante; fue la misma razón por la que Jesucristo vino a esta Tierra. El verdadero servicio espontáneo establece el ejemplo de una vida verdaderamente abundante. El servicio desinteresado borra el gris de nuestras vidas y permite que los colores sean más vibrantes. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).
¡Veamos nuestras vidas a color!