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Hoy, Jerusalén sufre violencia continua y vive bajo la amenaza de una guerra abierta. Sin embargo, la Biblia revela que pronto aquella histórica ciudad ¡será la capital del mundo! Jerusalén es un punto focal de los conflictos en el Medio Oriente. À lo largo y ancho del mundo árabe, millones se oponen al dominio de Israel sobre esta histórica ciudad. Millones de musulmanes en todo el planeta esperan el día en que Jerusalén deje de estar bajo el control israelí.
¿Se hará realidad tal esperanza? En marzo de este año, el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad se reunió con dirigentes de la guerrilla palestina Hamás y expresó su apoyo a los esfuerzos de ese grupo por quitarle a Israel el control sobre Jerusalén. "Se acerca el momento de que se cumpla la promesa divina. El régimen sionista [Israel] está pasando por su peor fase y se encuentra al borde de la eliminación. Los palestinos deben seguir vigilantes y apoyar a su legítimo gobierno a fin de preparar el terreno para la liberación de la santa Quds [Jerusalén] y su emancipación de las malvadas cadenas sionistas", dijo Ahmadinejad. Instó a Hamás a persistir en sus esfuerzos "por continuar la resistencia y echar a los tiranos sionistas fuera del suelo santo de Palestina. La resistencia debe proseguir hasta no quedar ni una pulgada de suelo palestino" bajo el control israelí, agregó.
También otras voces estridentes han pedido que Israel ceda al menos parte de su control sobre Jerusalén. En 1980, cuando Israel declaró que Jerusalén era la "capital indivisible y eterna" de Israel, el Vaticano se opuso fuertemente a tal declaración. En 1984, el papa Juan Pablo II pidió que Jerusalén tuviera un "estatus especial, garantizado internacionalmente". Más recientemente, el papa Benedicto XVI disgustó a muchos israelíes cuando se negó a condenar todos los ataques palestinos contra Israel y cuando señaló que a veces, la respuesta israelí a dichos ataques había violado el derecho internacional. En su mensaje del Miércoles de Ceniza dirigido a los católicos de Jerusalén en febrero de este año, el patriarca de la Iglesia ortodoxa griega Michel Sabbah criticó la política israelí y pidió fin a "la malévola ocupación, con toda su opresión" a la vez que denunció a "los soldados israelíes que, en cualquier momento, entran en nuestras ciudades palestinas, matan gente, toman prisioneros, desarraigan árboles y destruyen casas".
Para entender el futuro de Jerusalén, debemos entender su pasado. Con la caída de Roma, Jerusalén pasó al control del Imperio Bizantino hasta que los ejércitos musulmanes conquistaron la ciudad en el año 638. En 1099, la primera Cruzada vio el control de Jerusalén pasar a los invasores europeos, que la poseyeron hasta 1187 cuando la arrebató el general musulmán Saladino. El sucesor de Saladino, al-Khamil, debió entregar la ciudad al emperador Federico II del Sacro Imperio Romano en 1228. En 1244 se apoderaron de ella los Ayyubid de Egipto, y siguió bajo el dominio egipcio hasta 1516, cuando la arrebataron las huestes del Imperio Otomano. Cuatro siglos después, en la segunda guerra mundial, el general Edmund Allenby encabezó las fuerzas británicas que derrotaron a los turcos otomanos y ocuparon a Jerusalén. Gran Bretaña emitió en noviembre de 1917 la Declaración de Balfour, en la cual planteaba su plan para establecer una patria judía en Palestina. La Sociedad de Naciones ratificó la declaración en 1922.
La Sociedad de Naciones se deshizo, pero en noviembre de 1947, otro cuerpo internacional, la recién creada Organización de las Naciones Unidas, aprobó la resolución 181 de la Asamblea General, que incluía un plan para poner la zona alrededor de Jerusalén bajo control internacional. Un año más tarde, hubo una guerra entre árabes e israelíes y las esperanzas de paz en la región, abrigadas por las Naciones Unidas, se esfumaron. Entre 1947 y 1967, Jerusalén occidental siguió bajo control israelí mientras que Jordania administraba el territorio de Jerusalén oriental.
En la Guerra de los Seis Días, librada en 1967, los israelíes respondieron a los ataques árabes y asumieron el control de Jerusalén oriental, unificando así la ciudad bajo el dominio judío por primera vez en casi 1.900 años. Jerusalén no había estado bajo el dominio judío desde que el general romano Tito destruyó la ciudad en el año 70 de nuestra era. Desde 1967, Jerusalén ha permanecido bajo la administración de Israel, sin embargo no han desaparecido las tensiones en esta ciudad tan densamente poblada. De sus 700.000 habitantes, aproximadamente el 32 por ciento son musulmanes árabes, que suelen hallarse en conflicto con el 65 por ciento de la población que es judía.
¿Pueden Israel y los estados árabes encontrar la paz si Jerusalén sigue siendo foco de conflicto? ¿Llegará la ciudad a ser la capital de un estado palestino? ¿Caerá bajo control internacional? La Biblia muestra que el conflicto por Jerusalén será tema central de los acontecimientos en los tiempos del fin. Hoy, Jerusalén es una ciudad de muchas religiones. Una encuesta del 2006 identificó dentro de sus límites 1.200 sinagogas, 150 iglesias y 70 mezquitas.
Los judíos miran a Jerusalén como la ciudad de los grandes profetas y la que fue capital del Reino de Israel y Judá bajo el rey David y su hijo, el rey Salomón. El primer templo, así como el segundo, fueron el epicentro del culto judío en la antigua Israel hasta que los romanos destruyeron la ciudad en el año 70 de nuestra era. Hoy los judíos rinden culto en el Muro Occidental, o Muro de los Lamentos, que es para ellos el único elemento del segundo templo que queda en pie y al cual tienen acceso.
Jerusalén es, al mismo tiempo, la tercera ciudad más santa del Islam, después de la Meca y Medina. Hoy se levanta sobre el monte del templo la mezquita de Omar, conocida también como el Domo de la Roca. El término árabe para designar el monte del templo es al-Haram as-Sharif, que significa "el Noble Santuario". Los musulmanes creen que de allí ascendió al cielo Mahoma. Los cristianos recuerdan a Jerusalén como el lugar donde fue crucificado el Salvador y donde enseñó en el templo. También es el lugar adonde regresará para establecer su reino, con Jerusalén como la capital del mundo.
¿Qué se revela en la profecía bíblica acerca del futuro de Jerusalén? Finalmente, esta antigua ciudad se convertirá en la capital del mundo. Pero antes, será escenario de dramáticos movimientos de índole militar. Llegará el momento, cerca del final de esta era, en que huestes enemigas invadirán a la Tierra Santa y rodearán la ciudad de Jerusalén. Así lo advirtió el propio Jesucristo: "Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado" (Lucas 21:20).
No se tratará de un ejército cualquiera del Medio Oriente sino que la profecía de Cristo indica que serán ejércitos de los gentiles. Jesús prosiguió: "Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan" (vs. 22–24).
No deje de leer las versiones paralelas en Mateo 24 y Marcos 13. Mientras lee, observe que la destrucción de Jerusalén en el año 70 fue como un anticipo profético del asolamiento descrito en estas profecías para el tiempo del fin.
Jerusalén, pues, caerá de nuevo bajo el control de los gentiles. ¿Cuánto tiempo durará el dominio gentil? La respuesta está en el libro de Apocalipsis, el cual confirma que al final de esta era, Israel perderá a Jerusalén. El apóstol Juan escribió: "Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses" (Apocalipsis 11:1–2).
Efectivamente, Jerusalén quedará bajo el dominio de los gentiles 42 meses hacia el final de la era. Al leer el libro de Apocalipsis, usted verá que este período de tres años y medio precede al regreso de Cristo. Dos profetas de Dios darán un poderoso testimonio en ese mismo lapso de tres años y medio (Apocalipsis 11:3–15). Estos dos testigos contenderán con las fuerzas gentiles que ejercerán el control sobre el Medio Oriente.
El profeta Daniel recibió una visión de un ángel, la cual nos da otra perspectiva sobre el futuro de Jerusalén. Cuando el profeta preguntó el significado de la visión, el ángel respondió: "Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin" (Daniel 12:9). Hoy, transcurridos más de 2.500 años desde entonces, podemos entender estas profecías: ¡Este es el tiempo del fin! Luego leemos: "Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días" (v. 11). Dios revela que en el tiempo del fin, poco antes del regreso de Cristo, los sacrificios continuos cesarán ("serán quitados"). Ello implica, obviamente, que antes de suspenderse los sacrificios ¡estos tienen que empezar! Efectivamente, hay judíos ortodoxos que ya se proponen reanudar los sacrificios de animales tan pronto como sea posible hacerlo. Pero por el momento, los judíos no tienen permitido adorar públicamente en el monte del templo. Queda por ver, pues, dónde y cuándo se instituirán de nuevo los sacrificios. Quizá sea precisa alguna crisis nacional que precipite tal hecho.
Notemos otro punto clave mencionado por Daniel: "la abominación desoladora". ¿Qué es? Históricamente, el gobernante griego Antíoco Epífanes emitió un decreto en 167 AC que prohibía los sacrificios en el templo de Jerusalén. El historiador judío Josefo describió así el proceder de Antíoco: "Antíoco también saqueó el templo y suspendió durante tres años y seis meses la práctica constante de ofrecer un sacrificio diario de expiación". Josefo también explica cómo profanó Antíoco el altar. "Mas Antíoco, no contento con la toma inesperada de la ciudad, ni con su saqueo, ni con la gran carnicería que allí había efectuado… obligó a los judíos a disolver las leyes de su país y a mantener incircuncisos a sus hijos y a sacrificar carne de cerdo sobre el altar" (Guerras de los judíos, Libro I, Capítulo 1, Secciones 1–2).
Antíoco profanó el templo en mayor grado aún. Levantó una estatua de Júpiter Olimpo en el templo y ordenó que todos la adoraran. Esta abominación, mencionada en los capítulos 8 y 11 de la profecía de Daniel, fue un anticipo de cierto suceso que ocurriría en el tiempo del fin. Estas son palabras de Jesús: "Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes" (Mateo 24:15–16).
Jesús nos advierte que estemos atentos a una abominación desoladora en los tiempos del fin. Tal como Antíoco Epífanes profanó el templo en el año 167 AC y prohibió los sacrificios, también una autoridad profana prohibirá los sacrificios en el futuro. ¿Qué o quién será esta abominación desoladora en los tiempos del fin? Notemos: "Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios" (2 Tesalonicenses 2:3–4).
Efectivamente, un gran profeta falso se sentará en el tempo de Dios. Usted necesita estar atento. Necesita comprender el futuro. No sea uno de los que se dejan engañar. Este falso profeta hará prodigios extraordinarios. Veamos esta descripción: "Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió" (Apocalipsis 13:11–14).
Mientras el poder de la Bestia ejerce el control sobre Jerusalén, los dos testigos de Dios estarán profetizando y preparando el camino para que el Mesías, el Rey de reyes, asuma el dominio sobre Jerusalén y el mundo entero. El libro de Apocalipsis describe la labor de dos profetas en los tiempos del fin. "Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio" (Apocalipsis 11:3). El libro de Apocalipsis explica que, terminado dicho testimonio, la Bestia vencerá a estos dos profetas y los matará, pero que Dios los resucitará después de tres días y medio, para asombro de sus enemigos. Entonces Dios dará comienzo a su juicio con un gran terremoto en la ciudad. Siete mil personas morirán. Luego, la "séptima trompeta" proclamará la buena noticia del regreso del Mesías a la Tierra. "El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos" (v. 15).
El nuestro es un mundo de guerras y terrorismo. Las naciones anhelan la paz. Sin embargo, el apóstol Pablo nos advirtió: "Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios" (Romanos 3:10–11). Y prosiguió: "Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos" (vs. 15–18).
El único que nos traerá la paz mundial es el Mesías, Jesucristo. Él va a regresar a la Tierra como Rey de reyes y Señor de señores, tal como dice Apocalipsis 19:16. Y las Escrituras nos dicen el lugar preciso al cual regresará: "Después saldrá el Eterno y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente" (Zacarías 14:3–4). El monte de los Olivos se encuentra justamente al oriente del monte del templo en Jerusalén, frente al valle del Cedrón.
Jerusalén será una ciudad próspera y activa cuando el Mesías gobierne al mundo desde allí. Veamos esta descripción: "Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno. Y el Eterno será rey sobre toda la tierra. En aquel día el Eterno será uno, y uno su nombre" (Zacarías 14:8–9). Debemos ansiar ver el día profetizado por Isaías. "Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sión; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro!" (Isaías 40:9).
Tal como lo hemos visto, pues, ¡el Mesías vendrá a Jerusalén! Pronto, el mundo entero comprenderá que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob es el Mesías. ¿Ha oído de la Roca de Israel? El apóstol Pablo escribe esto sobre la antigua Israel: "Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo" (1 Corintios 10:1–4). Aquella Roca era el Mesías… ¡el mismo que pronto regresará!
Como escribió Isaías: "He aquí que el Eterno el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro, como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas" (Isaías 40:10–11). Efectivamente, el Señor salvará a los suyos. Instruirá a todos y gobernará a las naciones con sabiduría. Ahora leamos esta profecía sobre Jerusalén. "Lo que vio Isaías hijo de Amoz acerca de Judá y de Jerusalén. Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de el Eterno como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones" (Isaías 2:1–2).
Un monte es un símbolo bíblico que representa un reino o gobierno. Isaías dice claramente que el reino del Eterno se va a establecer en Jerusalén. Todas las naciones se someterán al nuevo gobierno mundial. No será un gobierno en manos de seres humanos egoístas. El nuevo gobierno será un reino divino con dominio sobre todo el mundo: el Reino de Dios. Será un reino gobernado por el Mesías, el Rey de reyes, ¡el propio Jesucristo! Esta es una maravillosa noticia que todos anhelamos ver hecha realidad. Esté atento a esa época de paz mundial. ¡Anhele ver la llegada de ese reino! ¡Pida en oración que venga ese reino, tal como aprendimos a orar en Mateo 6:10!
Esta es la hermosa descripción de lo que será entonces la vida en Jerusalén: "Así dice el Eterno: Yo he restaurado a Sión, y moraré en medio de Jerusalén; y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte del Eterno de los ejércitos, Monte de Santidad. Así ha dicho el Eterno de los ejércitos: Aún han de morar ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada cual con bordón en su mano por la multitud de los días. Y las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos y muchachas que jugarán en ellas" (Zacarías 8:3–5).
La ciudad de Jerusalén finalmente será digna de su nombre: "Ciudad de Paz", porque en ella vivirá nadie menos que el Mesías, Jesucristo. Solamente entonces empezaremos a vivir la paz en el mundo entero.Jerusalén será la capital del planeta Tierra. Usted también puede ser partícipe del glorioso reino que gobernará desde esa ciudad capital. El mundo de mañana estará aquí antes de lo que usted piensa. Al irse encaminando los sucesos del mundo hacia este extraordinario desenlace, ¡no deje usted de observar las noticias mundiales a la luz de la profecía bíblica!