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Cuando levantamos la vista a los cielos, no podemos menos que conmovernos ante lo que se ofrece a nuestra vista a miles de millones de años luz.
Sin embargo, la mayoría de nosotros no viajaremos en esta vida más de algunos kilómetros sobre la superficie del planeta Tierra. ¿Será que nuestro vasto Universo encierra algún propósito espléndido: un propósito que tenga que ver con nosotros?
¿Le gustaría viajar hasta los extremos del Universo? El telescopio Hubble ha revelado imágenes de galaxias y nebulosas lejanas de una belleza que arrebata. Muchas tienen nombres imaginativos: las galaxias del Girasol, del Renacuajo y el Cono, las nebulosas del Cangrejo, el Águila, la Laguna y el Cisne. Observamos estas maravillas y nos llenamos de asombro, pero sabemos que están muy fuera de nuestro alcance… ¿o no?
En la vida nuestra, son muy pocas las personas que han incursionado más allá de nuestro planeta para alcanzar siquiera una órbita baja alrededor de la Tierra. Son menos aun los que han dejado atrás la Tierra para viajar hasta la Luna. Nadie ha emprendido aún el viaje a Marte, nuestro planeta vecino, aunque varios países ya están trazando planes incipientes para una misión de este tipo.
¿Viajará usted más allá de la Tierra en el breve lapso de su vida humana? Si no es así, ¿tendrá alguna vez la oportunidad de ver "de cerca" lo que hay más allá en el espacio? Pocos conocen la impresionante verdad revelada en las páginas de la Biblia: que los seres humanos no solamente viviremos más allá de la muerte, sino que Dios ha dispuesto para los cristianos fieles, los que escojan su camino de vida por encima del camino del mundo que es de pecado y muerte, un futuro glorioso en el cual tienen una parte no solamente en el planeta Tierra ¡sino en todo el Universo!
¿Acaso los cristianos resucitados están destinados a descansar tocando el arpa eternamente sobre una nube, como la imagen que a muchos nos inculcaron? ¿O, por el contrario, tendrán algo importante que hacer en el servicio de Dios? ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras sobre lo que haremos y dónde lo haremos? "Cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la Tierra" (Apocalipsis 5:9-10).
¡Es importante que usted conozca el destino glorioso que le espera al final! Es importante que sepa cuál va a ser su magnífico futuro más allá de la muerte: "Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años" (Apocalipsis 20:6).
El famoso oratorio de Händel, El Mesías, contiene estas palabras que resuenan en el Cielo: "El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el Cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 11:15). Así es, los cristianos auténticos, que se levanten de la muerte en la primera resurrección, van a reinar con Él durante los mil años conocidos como el "milenio" y luego por toda la eternidad.
Dios promete que a los cristianos fieles les dará funciones importantes en su Reino, tal como lo vemos representado en la parábola de las minas (Lucas 19). Al sirviente fiel que multiplicó diez veces la mina, le dice: "Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades" (v. 17). Otro sirviente multiplicó su mina cinco veces. "Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. Y también a este dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades" (vs. 18-19). ¡Dios está preparando para nosotros puestos de servicio para toda la eternidad!
Una de las verdades de la Biblia que más nos asombran y entusiasman es que ¡Dios está formando una Familia! Dios es el Padre "de quien toma nombre toda familia en los Cielos y en la Tierra" (Efesios 3:14-15). ¡Dios desea que cada ser humano opte voluntariamente por convertirse en su hijo o hija! Desea que abandonemos los caminos carnales y pecaminosos del mundo. "Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso" (2 Corintios 6:17-18).
Ahora bien, ¿cómo nos convertimos en un hijo o hija espiritual de nuestro Padre en el Cielo? ¡Esto es muy importante! Primero debemos reconocer a Dios Todopoderoso como el Creador del Cielo y la Tierra. "Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan" (Hebreos 11:6).
Luego hay otro paso importante. Veamos: "Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio" (Marcos 1:14-15).
Así es. Jesús llamaba a todos sus oyentes a arrepentirse.
¿Y qué significa esto? Debemos arrepentirnos del pecado, que es la infracción a la ley de Dios, ¡arrepentirnos de quebrantar sus diez mandamientos! "Arrepentirse" es cambiar la mente, expresando tanta tristeza, y tan genuina, que le damos un vuelco a la vida para empezar a seguir el camino de Dios.
Cuando se estableció la Iglesia en tiempos del Nuevo Testamento, en el día de Pentecostés, el apóstol Pedro les dijo a sus oyentes: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare" (Hechos 2:38-39).
Después del arrepentimiento genuino, la fe y el bautismo, Dios concede el don del Espíritu Santo. Al recibirlo, ¡nos convertimos en hijos engendrados de Dios! Nos convertimos en herederos de Dios y coherederos con Cristo. Leámoslo: "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados" (Romanos 8:14-17).
Ya tenemos una pequeña idea sobre cuál será nuestra herencia: Vamos a heredar la Tierra (Mateo 5:5). Vamos a heredar el Reino (Daniel 7:18 y Mateo 25:34). Vamos a heredar la vida eterna (Mateo 19:29). Notemos que ya somos herederos de Dios pero que aún no hemos recibido la herencia. ¡Esto ocurrirá en la resurrección! Una vez que nos convertimos en hijos engendrados de Dios en esta vida, tenemos que crecer en la gracia y el conocimiento de Cristo (2 Pedro 3:18). À medida que aprendemos y practicamos el camino de vida de Dios, vamos creciendo en carácter espiritual. Y esto es tarea de toda la vida.
¿Qué nos ocurre al morir? Muchas religiones enseñan que el alma va a un cielo de dicha, o bien a un infierno ardiente o a un purgatorio. ¿Cuál es la verdad que enseña la Biblia? La Biblia enseña que en el hombre no hay un alma inmortal sino un espíritu humano (1 Corintios 2:11; Job 32:8). Enseña claramente que el alma puede morir: "El alma que pecare, esa morirá" (Ezequiel 18:4, 20).
Jesús declaró: "Temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno [el fuego de la gehenna]" (Mateo 10:28). La Biblia enseña que el alma no es inmortal sino mortal, y que las almas pueden sufrir la destrucción total. Son palabras del propio Jesús. Los malos incorregibles serán juzgados y luego desaparecerán quemados en un lago de fuego. Así se describe la segunda muerte (Apocalipsis 20:14). La segunda muerte es final: una muerte de la cual no hay resurrección. ¡Nadie querría perecer lanzado en un lago de fuego!
El apóstol Pablo escribió: "Esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria" (1 Corintios 15:50-54).
En la resurrección, los cristianos fieles de hoy, nacerán dentro de la Familia gloriosa de Dios ¡como hijos de Él, glorificados e inmortalizados! Gobernaremos en la Tierra junto con Cristo, como reyes y sacerdotes durante mil años, ayudando a las naciones y pueblos a aprender el camino de la paz, la felicidad, la armonía y la prosperidad.
Tras una vida de superación espiritual, el fiel cristiano muere en la fe. Veamos este elogio de los siervos fieles: "Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la Tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad" (Hebreos 11:13-16).
Quienes ya murieron en la fe descansan ahora en el sepulcro, en espera de la resurrección. Todos los cristianos anhelan la resurrección porque saben que el mismo Jesucristo resucitó de la muerte después de tres días y tres noches en el sepulcro, o el "corazón de la tierra" (Mateo 12:40). Tomemos nota de este punto importante: Cristo fue "declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos" (Romanos 1:4).
Las Escrituras nos dicen que Cristo fue "el primogénito entre muchos hermanos" (Romanos 8:29). Sí, ¡los cristianos fieles nacerán de nuevo en la resurrección! ¡Seremos hijos glorificados de Dios! Vamos a heredar gloria e inmortalidad. Recibiremos nuestra herencia: el Reino, la Tierra y la vida eterna. Y hay más. Al final, la Nueva Jerusalén bajará de los Cielos a la Tierra. ¿y entonces?… Entonces "enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron" (Apocalipsis 21:4).
Todos vamos a morir, y para los que nunca recibieron la oportunidad de salvarse, habrá un juicio ante del gran trono blanco de Dios. ¿Qué va a ser de los miles de millones de seres que vivieron y murieron sin aceptar el sacrificio de Cristo? ¿Estarán perdidos para siempre? ¡No! Dios es justo y equitativo. Él no despacharía a los seres humanos a aquel lago de fuego por el hecho de padecer ceguera espiritual y sin darles una oportunidad de salvación.
El apóstol Juan escribe: "Vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras" (Apocalipsis 20:12).
En el juicio ante el gran trono blanco, miles de millones de personas que sufrieron de ceguera espiritual aprenderán por el dolor del pasado y recibirán la oportunidad de arrepentirse profundamente y de creer el evangelio, para luego heredar el Reino de Dios. Como dijo el apóstol Pedro: "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:9).
Verdaderamente, es glorioso el futuro que espera a todos los que respondan al llamado de Dios. La muerte es un enemigo. Pero ese enemigo será vencido. Dios concederá a sus hijos glorificados la espléndida herencia que es la vida eterna, y además ¡el Universo entero! "El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo" (Apocalipsis 21:7).
El nuestro es un destino glorioso. Como seres espirituales, no estaremos limitados por el tiempo ni el espacio. Podremos viajar a las galaxias más distantes. Todo el Universo será nuestro para gobernar. "Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a Él" (Hebreos 2:8). Dios les dará a sus hijos "todas las cosas". ¡Vamos a heredar el Universo! En palabras del salmista, "Los cielos declaran la gloria de Dios" (Salmos 19:1).
Agradézcale a Dios por el destino glorioso que ha dispuesto para usted después de la muerte. Ruéguele que el Reino de Dios venga al planeta Tierra ¡y alégrese en el amor que Dios le tiene personalmente a usted!