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¿Ha cometido usted una falta tan grave que no tiene perdón? ¿Le preocupa alguno de sus seres queridos que falleció sin arrepentirse? ¡La Biblia ofrece esperanza!
Una de las inquietudes más terribles es el temor de quedar apartados de Dios. Aún más angustiante es la idea de quedar apartados para siempre, sin posibilidad de redención. Algunos temen que han cometido el "pecado imperdonable". ¿Se siente usted culpable, preocupado de que sus acciones lo mantengan separado de Dios?
Si desea laiberarse de sus sentimientos de culpa, si desea arrepentirse y sentir alivio de su angustia, sepa que hay ayuda. Dios no está para hacer tropezar a las personas para que pequen y le den excusa para destruirlas. Por el contrario, lo que desea es que seamos parte de su propia Familia y que sigamos su camino de vida pleno de amor. Desea que aprendamos de nuestros errores, que nos arrepintamos y que cambiemos de vida.
¿Lo acusa su conciencia? Las Escrituras aclaran que los que han cometido el pecado imperdonable tienen la conciencia "cauterizada". Es decir, su sentimiento de rebeldía contra Dios arde hasta consumir la conciencia dejándola como carbonizada. Haber cometido la máxima transgresión los tiene sin cuidado. Quizá teman el castigo final, pero no vacilan en su marcha firme hacia la maldad.
Dios está más que dispuesto a perdonar nuestros pecados si nos arrepentimos de ellos, si lamentamos haberlos cometido y nos decidimos a cambiar. Pero cuando cauterizamos nuestra conciencia para nunca arrepentirnos, no podemos recibir el perdón. Jesús plantea el problema claramente. "De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean; pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno" (Marcos 3:28-29).
Jesús dijo que todos los pecados del que se arrepiente recibirán perdón, pero que el único imperdonable es la blasfemia contra el Espíritu Santo. ¿Qué significa esto? ¿Cómo se blasfema contra el Espíritu Santo?
Blasfemar, según el diccionario de la RAE, es: "maldecir, vituperar" o "expresiones injuriosas contra alguien o algo sagrado. Un pasaje paralelo en el Evangelio de Mateo trae un ejemplo claro: "Fue traído a Él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será este aquel Hijo de David?" (Mateo 12:22-23).
La multitud reconoció que el Mesías profetizado, el Hijo de David, tendría poder para hacer milagros, pero los fariseos aseguraban que Jesús los hacía por el poder de Satanás: "Los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios" (Mateo 12:24).
Los acusadores estaban blasfemando al hablar injuriosamente de un prodigio hecho por Dios mediante su Espíritu Santo. Jesús les hizo una advertencia seria: "Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. À cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero" (Mateo 12:31-32).
À todos nos conviene tener muy en cuenta esta advertencia. Veamos también las palabras del apóstol Pablo a los cristianos, cuando advierte: "Si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados" (Hebreos 10:26).
El que peca voluntariamente no tiene remedio. Su conciencia está cauterizada para hacer el mal. Un pecador así no pensará jamás en arrepentirse ni deseará volver al camino de Dios (ver 1 Timoteo 4:2). Los malos incorregibles no están ciegos como el resto del mundo. Ellos tienen "conocimiento de la verdad". Conocen el efecto del sacrificio de Cristo, pero lo profanan. Los tales tienen solo "una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?" (Hebreos 10:27-29).
Sí, habrá un juicio con fuego, un lago de fuego para quienes persistan en pecar voluntariamente y que injurien al Espíritu de gracia. Las Escrituras también advierten a quienes, como cristianos, han sido "partícipes del Espíritu Santo". Recuerde que Dios concede su Espíritu "a los que le obedecen" (Hechos 5:32). Si algunos cristianos regresan voluntariamente a la maldad, si se alejan y caen en una actitud endurecida y permanente de desobediencia, las Escrituras declaran la imposibilidad de que "sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio" (Hebreos 6:6).
Los cristianos realmente convertidos son los que han recibido el Espíritu de Dios (Romanos 8:9). Aun los cristianos convertidos caen en pecado, pero su deseo es arrepentirse. Con actitud arrepentida, miran siempre hacia adelante a un cambio de conducta y de mente pese a sus momentos de debilidad. Dios es paciente, pero nosotros tenemos que responder porque el tiempo se acorta. Deseemos siempre el arrepentimiento. Deseemos cambiar nuestra vida para bien aunque por debilidad cedamos a la tentación. ¡Pídale a Dios un espíritu de arrepentimiento!
Hemos visto que el pecado imperdonable es uno que no tiene perdón porque el pecador blasfema voluntariamente contra el Espíritu Santo y endurece su corazón para no arrepentirse jamás. Un pecador así sella la conciencia en dirección hacia el mal y termina en el lago de fuego, tal como leemos en Apocalipsis 21:8. ¿Qué haremos para evitar una mentalidad tan beligerante y endurecida?
Todos tenemos la oportunidad de escoger la vida y el amor en vez de la muerte y la desobediencia. ¿Cómo es posible que alguien decida deliberada y permanentemente seguir el camino malo hacia la rebeldía? El señor Herbert W. Armstrong escribió en su folleto: ¿Qué quiere decir: El pecado imperdonable? Acerca de cómo se puede llegar a esta decisión deliberada y voluntaria: "Esta puede surgir de un razonamiento torcido, de un deseo errado que lleva, por raciocinio, a una decisión final y permanente acerca de su propio camino de vida; o bien por dar entrada al resentimiento contra Dios o contra alguna persona que nos haya hecho mal. Quizás el individuo permita que el resentimiento lo amargue hasta cambiar todo el curso de su vida y llevarlo a abandonar a Dios".
Los resentimientos suelen conducir al rencor y el rencor se convierte en odio y amargura. ¿Siente usted resentimiento y odio hacia alguien? Debemos estar en guardia contra tales sentimientos. Recuerde: "Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él" (1 Juan 3:15). Si usted tiene sentimientos así, es preciso superarlos decidiéndose a temer a Dios y comprender la gravedad de dar lugar al rencor.
En el sermón del Monte, Jesús ofreció otro antídoto a los sentimientos de odio y venganza: "Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos, que hace salir su Sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos" (Mateo 5:43-45).
Es un camino de vida revolucionario. Es la antítesis de la actual filosofía basada en el egoísmo, la codicia y el "yo primero". Este es el camino de vida enseñado por el Hijo de Dios y el que aprenderán a seguir todos en el milenio, el gobierno de mil años encabezado por Cristo en la Tierra. ¡Ensáyelo! Mejor aún, póngase de rodillas y ore por el bien de alguien que le cae mal, o a quien quizás odia. El alivio de su tensión mental lo sorprenderá.
Tenga confianza en que Dios y su juicio traerán retribución por las injusticias. Como dijo el apóstol Pablo: "No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor" (Romanos 12:19). Cuando nos llegue el momento, todos tendremos que presentarnos delante del trono de juicio de Cristo (14:10). Confíe en que Dios castigará a los malos, tal como dice.
Veamos un consejo más para vencer la amargura. "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados" (Hebreos 12:14-15).
En el sermón del Monte Jesús dijo: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9). Dijo: "Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (v. 44). ¿Aceptará usted el reto? ¿Está dispuesto a humillarse delante de Dios y a orar por sus enemigos? Esto le ayudará mucho a vencer cualquier raíz de amargura que tenga.
La negligencia continuada es otro factor que lleva a la pérdida del Espíritu Santo y hacia el camino del pecado imperdonable. ¿Descuida usted la oración, el estudio de la Biblia y la compañía de otros cristianos conversos?
Los intereses del mundo ejercen tal atracción sobre nosotros que pueden distraernos de nuestras prioridades espirituales. ¿Cuál es su meta personal en la vida?
Dios dijo: "Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33). Esta debe ser nuestra meta en la vida, según palabras del propio Salvador. El descuido de nuestras prioridades espirituales lleva a debilidad espiritual. En cambio, el Espíritu de Dios es el Espíritu de poder y de amor y de dominio propio, como bien lo dijo el apóstol Pablo: "Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Timoteo 1:6-7).
Sin este poder espiritual no seremos capaces de cambiar nuestra vida. Pero Dios está dispuesto a darnos ese don, el más valioso, junto con el don de su Hijo por los pecados del mundo. ¿Qué debemos hacer? En el día de Pentecostés, cuando comenzó la Iglesia del Nuevo Testamento, el apóstol Pedro dijo: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hechos 2:38). Efectivamente, los cristianos reciben ese don, o regalo, pero luego deben valorarlo e incluso "avivarlo", tal como exhortó el apóstol Pablo.
El descuido continuo de nuestras prioridades espirituales nos lleva a una actitud de "descuido", y esta puede llevarnos hasta el pecado imperdonable. "Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos" (Hebreos 2:1). De lo contrario, "¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?" (v. 3). Los cristianos deben comprometerse a no permitir jamás que una actitud rencorosa o amarga envenene su corazón y su mente. Además, debemos comprometernos a buscar al Señor mientras pueda hallarse. Persista en la oración fervorosa y en el estudio de la Biblia. Decídase por estar despierto espiritualmente. ¡Comprométase a estar espiritualmente activo y atento!
Una de las verdades bíblicas que más consuelo y ánimo nos da es que miles de millones de personas, incluidas personas que muchos suponen perdidas para siempre, simplemente han estado ciegas. En vida fueron carnales, incluso malas, pero es que jamás escucharon ni entendieron el verdadero evangelio. Sin duda serán juzgadas, como lo fueron los malos de Sodoma y Gomorra cuando Dios derramó fuego y azufre sobre ellos. ¿Pero acaso estas personas enceguecidas cometieron el pecado imperdonable? Jesús habló de las ciudades que no se arrepentían al escuchar las prédicas de sus discípulos: "De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad" (Mateo 10:15). ¡Aun los habitantes de Sodoma y de Gomorra tendrán su oportunidad de salvación!
Dios le dio sus promesas al patriarca Abraham, pero superficialmente parecía imposible que se cumplieran. Veamos lo que dice la Biblia sobre la actitud de Abraham: "Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia" (Romanos 4:18).
Abraham "creyó en esperanza contra esperanza". Yo me identifico con esto. Antes de ser cristiano, me sentía igual. La Biblia está llena de promesas divinas para nosotros. Podemos tener seguridad, una esperanza para el futuro. No solamente hay una esperanza, sino una promesa: la promesa de un mundo nuevo, el Reino de Dios sobre la Tierra y el reinado milenario de Jesucristo. Me enteré de la promesa de Jesús de que regresaría a la Tierra y que establecería la paz mundial. Pablo prosigue, diciendo: "Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo" (Efesios 2:13).
Si usted se siente apartado de Dios, es preciso reconciliarse. Sí hay esperanza. Sí puede acercarse a Dios por la sangre de Cristo. Si desea consultar con un ministro, rogamos que llame o escriba a la oficina regional más cercana, que aparece en la página 2 de esta revista.
Si usted está decidido a cambiar de vida, si de verdad se lamenta por haber pecado y si se arrepiente, entonces Dios lo perdonará. Una clave vital para evitar el pecado imperdonable es conservar siempre una actitud de arrepentimiento. "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9).
Es necesario que confesemos nuestros pecados a nuestro Dios y Salvador. Recordemos al cobrador de impuestos que regresó a su casa justificado, pero no así el fariseo. El primero había rogado: "Dios, sé propicio a mí, pecador" (Lucas 18:13). Que Dios le ayude a usted a buscarlo de todo corazón, porque Él puede perdonar sus pecados y limpiarlo de toda maldad. Si conservamos esta actitud arrepentida, sabremos que no hemos cometido el pecado imperdonable, ¡y que tampoco lo cometeremos jamás!http://a