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Los investigadores siguieron a los participantes durante 20 años y descubrieron que “existe un vínculo no solo entre ayudar a los demás y los efectos benéficos para la salud, sino también entre la ayuda y la mortalidad” (Time, 27 de diciembre de 2016). El estudio, publicado en Evolution and Human Behavior: “encontró que las personas que ocasionalmente velaban y cuidaban a otros vivían más que las que no lo hacían”. La investigación se centró en personas mayores de 70 años y “encontró que los abuelos que cuidaban a sus nietos, y los adultos mayores que ayudaron a sus hijos adultos, tenían más probabilidades de estar vivos 10 años después de su primera entrevista al comienzo del estudio. Entre las personas que no proporcionaron este tipo de atención, la mitad del grupo murió cinco años después del inicio del estudio. Incluso fuera de la familia, el proveer cuidados a otros tenía un beneficio de longevidad. Entre las personas mayores que cuidan a alguien en su red social, aproximadamente la mitad vivió durante siete años después de la entrevista inicial. Las personas que no se preocupaban por los demás solo vivieron un promedio de cuatro años después de la entrevista inicial”. Dios espera que nos preocupemos por los necesitados. Cristo les mandó a sus seguidores a que cuidaran de los necesitados: “...en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25:40). Dios también mandó: “Defended al débil [pobre] y al huérfano; haced justicia al afligido y al menesteroso” (Salmos 82:3). Dios prometió bendiciones, como larga vida, para los que le obedecen (Salmos 91:16). Es emocionante ver que la investigación apoya los beneficios que Dios dice que son inherentes en vivir a su modo de vida. Realmente: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). Para más información lean “El deseado de todas las naciones”.