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Mi esposa y yo estábamos esperando pacientemente en el nivel superior de la Torre Eiffel para poder tomar una foto de la emocionante puesta del Sol. De repente sentí un ligero tirón en mi bolsillo, y en un instante mi billetera se había ido, ¡me habían robado!
Qué final tan desgarrador tuvo lo que se suponía sería una de las experiencias más memorables de nuestras vidas. ¿Cómo pudo esta persona robarme? ¡Qué osadía y audacia la de este ladrón!
Durante muchos meses, cada vez que escuchaba noticias sobre robos, recordaba mi disgusto y el odio que sentía por esta persona anónima que me hizo un mal. Me ponía furioso. Esta persona era un total extraño que vivía a miles de kilómetros de distancia y, sin embargo, tenía control sobre mis emociones y sobre mi vida. Tenía que hacer algo con estos sentimientos.
La única forma en la que alguien puede superar esta situación es confiando en la Palabra de Dios. "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13). En Proverbios 6:30, Dios dice claramente: "No tienen en poco al ladrón si hurta para saciar su apetito cuando tiene hambre". ¿Fue por eso que esta persona me había robado? ¿Estaba hambriento o tratando de mantener a una familia desesperada? Aun así, no podía dejar de pensar que lo que hizo fue deshonesto.
Entonces, ¿por qué no puedo dejar de lado mis sentimientos? El problema no era el ladrón; él no estaba en ninguna parte. ¿Por qué, entonces, todavía guardaba animadversión contra esta persona? Me di cuenta de que necesitaba la poderosa ayuda de Dios para controlar mis emociones y tener paz mental. Ya no se trataba del ladrón; el problema era yo. ¿Podría confiar en los sentimientos de odio en mi corazón? Dios explica en Jeremías 17:9–10: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
La clave es el corazón. A menudo, el corazón es engañoso, malvado y perverso. Después de leer y meditar en estas escrituras, usted se dará cuenta, como yo, que hay que hacer algo. Se debe hacer un cambio real: leyendo, buscando, meditando y orando para obtener más respuestas. La solución a su problema puede no ser fácil, pero Dios es misericordioso, y abrirá su mente aún más: "Misericordioso y clemente es el Eterno; lento para la ira, y grande en misericordia" (Salmos 103:8).
¡Ahí está! La solución es pensar como Dios piensa. La reacción humana natural es ser rápido para enojarse y no tener misericordia. Sin embargo, Dios promete en Ezequiel 36:26–27: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra".
Tal actitud solo puede venir de un cambio, el cambio de un corazón malvado y engañoso a un corazón misericordioso, amable y motivado por el Espíritu Santo de Dios, uno que piensa de la manera que Dios piensa como se nos muestra en sus estatutos y juicios.
Al meditar en estas escrituras, un sentimiento de paz me invadió, el cual no sentía desde hacía meses. Usted también puede encontrar el camino hacia la paz de Dios.
¿Alguien le ha hecho daño? ¿Siente amargura, enojo o incluso odio hacia otra persona? Si desea obtener más información sobre la forma de pensar de Dios, solicite nuestros fascinantes folletos, El Dios verdadero: Pruebas y promesas y ¿Qué es un verdadero cristiano?