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Hacer preguntas es una manera maravillosa de abrir las puertas al aprendizaje. Las preguntas son una herramienta de enseñanza que los educadores han usado durante mucho tiempo para enseñar y conocer simultáneamente las ideas de los alumnos, ¡haciéndolos pensar! Jesucristo usó este método de enseñanza con temas muy importantes.
Las preguntas son un desafío para nuestra mente. Las preguntas nos obligan a examinar el tema planteado para tratar de determinar la integridad y precisión de nuestro pensamiento y la respuesta correcta. Las preguntas sondean nuestras creencias y las suposiciones en las que se basan.
Cristo a menudo hacía la pregunta: “¿Qué está pensando...?” precedida o seguida por una declaración que aclaraba de qué se trataba la pregunta. Él les hizo esta pregunta a sus discípulos y también a los fariseos, saduceos y sumos sacerdotes.
Por ejemplo, en Mateo 22 está el relato de un fariseo y abogado, que le había hecho una pregunta a Jesús para probar el conocimiento de Cristo sobre la ley de Dios. Cristo le respondió correctamente. Después, Cristo les hizo una pregunta a los fariseos. “¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es Hijo?” (v. 41). Le dijeron: “de David” (v. 42), que fue por genealogía a través de su madre (lea Lucas 3: 23–31). Esta pregunta nos lleva a otra pregunta: “¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?”. Ellos no pudieron responderle. Jesús no solo era hijo de David (físicamente), sino también de origen divino, lo que los fariseos no querían reconocer.
En el capítulo anterior, los principales sacerdotes y los ancianos se enfrentaron a Cristo mientras enseñaba, preguntándole con qué autoridad hacía lo que hacía. Cristo dijo que les respondería si ellos le respondían primero si el bautismo de Juan (el Bautista) era del Cielo o de los hombres. Al darse cuenta de que, de cualquier manera, con la respuesta se sentirían atrapados, dijeron que no sabían (Mateo 21: 23-27).
Entonces Cristo les preguntó: “¿Pero qué os parece?” y siguió con la parábola de los dos hijos, uno que hizo lo que su padre le pidió que hiciera, y el otro que no lo hizo. Cristo les preguntó: “¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?” Ellos respondieron correctamente, fue el que obedeció a su padre. Luego, Cristo aplicó la parábola a los principales sacerdotes, haciéndoles ver que, al rechazar las enseñanzas de Juan el Bautista, ellos eran como aquellos que no obedecían.
En Lucas 13, algunos le contaron a Jesucristo sobre el incidente en que Pilato había matado cruelmente a algunos galileos y había mezclado la sangre de ellos con la sangre de los sacrificios. Probablemente pensaron que era venganza de Dios sobre los muertos porque eran malvados. Sin embargo, “Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (vs. 1–5).
¿Entonces, qué piensa usted? ¿Se ha arrepentido? ¿Sabe lo que es el arrepentimiento? ¿Sabe cómo arrepentirte? ¿Y sabe de qué debería arrepentirte?
En estos días no escuchamos mucho sobre el arrepentimiento, ciertamente no en la sociedad secular y, lamentablemente, no en muchas iglesias. Sin embargo, Cristo y los apóstoles predicaron el arrepentimiento. Y como acabamos de leer, Cristo dijo que el arrepentimiento es necesario para evitar la muerte.
Para ayudarlo a responder estas importantes preguntas, lea nuestro folleto gratuito, ¿Es necesario el bautismo?
¿Qué piensa usted? La pregunta es importante, es cuestión de vida o muerte.