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La importancia de cultivar alimentos para una población en crecimiento a menudo pasa desapercibida entre los habitantes de las ciudades y de los suburbios. Sin embargo, dado que los tiempos difíciles traen aumentos en los costos de los alimentos y escasez de productos básicos, es posible que las personas centren más su atención en los detalles de la producción, el procesamiento y la distribución de las necesidades agrícolas básicas, incluidos los productos vegetales, de aves de corral, el ganado y de productos lácteos. Todo comienza con el suelo, que debe ser labrado y cultivado para lograr una cosecha exitosa. Hoy en día, la mayor parte de la agricultura ha sido mecanizada y se lleva a cabo en operaciones a gran escala, pero históricamente todo comenzó con el arado en pequeñas granjas familiares.
Los europeos colonizadores que se establecieron en América usaron herramientas agrícolas relativamente primitivas. El “arado”, como se le conocía en ese entonces, no había cambiado mucho desde la época de la antigua Roma, pero el espíritu empresarial en las colonias era fuerte. Varios hombres emprendedores mejoraron el diseño y los materiales del arado. Thomas Jefferson, que estuvo interesado en la innovación de los métodos agrícolas, diseñó un nuevo tipo de arado, pero se distrajo con otros asuntos y su idea nunca se llevó a cabo. Un arado de hierro fundido fue patentado en Nueva Jersey en 1797, pero los agricultores se mostraron escépticos ante la nueva herramienta y no se popularizó. En 1807 se patentó otro diseño y se comenzó a aceptar el uso de un arado de metal. En 1837, John Deere patentó un arado de acero fundido que se limpiaba automáticamente y que cortaba el duro suelo de las praderas de Illinois y este se hizo muy popular. Más tarde, se incorporaron mejoras que aumentaron la eficiencia y la producción agrícola. En la agricultura moderna se utilizan diferentes tipos de métodos de labranza, pero todo comenzó con el arado.
La Biblia usa metáforas agrícolas para ilustrar principios espirituales importantes, por lo que no debería sorprender que tanto las escrituras del Antiguo Testamento como las del Nuevo Testamento mencionen los arados. El libro de la sabiduría conocido como Proverbios señala este punto acerca de ser diligente: “Desde el otoño, el perezoso no ara, así que pide durante la cosecha, pero no hay nada” (Proverbios 20:4 NBLH)
El Apóstol Pablo expresó que un trabajador recibe recompensas físicas y espirituales en su carta a la iglesia en Corinto. “Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Se refiere Dios a los bueyes? ¿o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto” (1 Corintios 9:9–10).
La analogía del arado se usa a menudo para ilustrar cómo la humanidad, ignorando los mandamientos de Dios, en última instancia, produce el pecado de sus trabajos malvados, “Altivez de ojos, y orgullo de corazón, y el labrar de los impíos, son pecado” (Proverbios 21:4). Oseas fue profeta durante un tiempo de gran pecaminosidad y depravación en el antiguo Israel y Judá, similar a nuestra sociedad actual, y usó esta colorida ilustración para expresar su punto: “Has arado iniquidad; has segado iniquidad. Has comido el fruto de la mentira, porque confiaste en tu propio camino, en la multitud de tus valientes. Por tanto, se levantará tumulto entre tu pueblo, y todas tus fortalezas serán saqueadas” (Oseas 10:13–14).
¿Vemos “tumulto” en nuestras ciudades hoy cuando cosechamos la abundancia de frutos de las obras pecaminosas que hemos sembrado como pueblo?
Jesús proclamó un poderoso mensaje de la venida del Reino de Dios que se llevará a cabo a Su regreso en poder y gloria. El profeta Isaías previó ese tiempo y nos da esta visión del futuro: “Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4). Miqueas 4:3 también repite esta maravillosa profecía de un tiempo de paz y abundancia.
Jesucristo dio una Gran Comisión a sus discípulos y a los que vendrían después de ellos: llevar Su mensaje transformador a todo el mundo, enseñando las mismas cosas que Él enseñó (Mateo 28:19–20). El usó el arado para simbolizar el trabajo que Sus seguidores y Su Iglesia emprenderían al implementar Su instrucción. Al hacerlo, dio esta advertencia sobre el compromiso tan importante: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62).
La Iglesia de Dios Viviente está “arando” para llevar a cabo esta Gran Comisión a muchas partes del mundo predicando y publicando el mismo mensaje que Jesús trajo y por el cual todos los Apóstoles, excepto Juan, fueron martirizados. ¿Está listo para poner la mano en el arado? La obra continúa en elmundodemañana.org.