Para hacer una búsqueda avanzada (buscar términos específicos), escriba juntamente los criterios de interés como se muestra en los siguientes ejemplos:
Cuando termina el verano y comienza la escuela, muchos padres respiran profundo, cierran los ojos y se lanzan al siguiente capítulo agitado de la vida.
Los padres asumen la posición del policía asediado que dirige el tráfico en medio de una concurrida intersección. ¿Qué libros necesita Iván para la clase de ciencias? ¿Dónde podemos comprar la falda del uniforme escolar para Julia? ¿Cuándo puede Juan programar un examen físico para poder jugar en el equipo de fútbol de la escuela?
Ahora es un buen momento para hacer sonar el silbato, detener el tráfico y pensar un poco en lo que hemos aprendido durante el verano.
Uno de los retos del verano al que muchos de nosotros nos enfrentamos como padres es el deporte. El verano es época de béisbol, fútbol y voleibol de playa.
Los deportes son buenos para los niños. Aprenden coordinación física, a hacer ejercicio y lo bien que se siente estar en forma, aprenden a trabajar en equipo y también enfrentan desafíos que anticipan situaciones que enfrentarán más adelante en la vida.
Por ejemplo, hablemos de los entrenadores.
Los entrenadores pueden ser una gran influencia. Los entrenadores son mentores: enseñan, animan e inspiran a nuestros hijos. Probablemente usted recuerda al menos un entrenador positivo cuando era joven. Tal vez le ayudó a aprender cómo golpear una pelota de béisbol o como hacer un mejor movimiento en la natación. O tal vez le alentaron, elogiándolo por su estilo en la natación o por su esfuerzo. Un entrenador alentador puede tener un impacto poderoso y duradero en la vida de una persona joven.
En la Biblia, leemos cómo Pablo habló palabras de aliento a Timoteo. En 2 Timoteo 3:10, Pablo le dijo a Timoteo que admiraba su fe y que confiaba en que permanecería leal aun cuando otros no lo hicieran.
Pero hay otros entrenadores que son malos ejemplos y son los peores mentores.
Hace un tiempo leí un artículo en MSN.com sobre entrenadores. El autor relató cómo un entrenador en Pensilvania pagó a sus jugadores $25 dólares a cada uno para que golpearan a uno de sus compañeros con una pelota. El entrenador pensó que el niño, que es autista, estaba arruinando al equipo.
La lección que el equipo aprendió de este episodio no se incluiría entre los diez valores verdaderos de la vida. Pero saca a relucir otra lección que los niños pueden aprender de los deportes y de los entrenadores, incluso de los malos entrenadores.
Todos hemos tenido entrenadores o jefes con los que es difícil trabajar. ¿Cómo manejamos la situación? ¿Nos quejamos con todos los demás en el equipo? ¿Les hicimos saber a todos los demás en la oficina que desaprobábamos las acciones o decisiones del jefe? ¿Nos hicimos a nosotros mismos y a todos los que nos rodean más miserables?
¿O hicimos nuestro mejor esfuerzo para cooperar? ¿Tratamos de desempeñar nuestras funciones de la manera que el entrenador o jefe nos indica?
Hay mucho que podemos aprender de un mal entrenador. Podemos soportar su actitud negativa, sin volvernos negativos nosotros mismos. Podemos aprender qué no hacer cuando estamos en una posición de liderazgo y autoridad.
Esta es la lección que Pedro enseñó en su primera epístola.
Tómese unos momentos para contemplar los últimos meses. Para nosotros, el verano significa béisbol de las Pequeñas Ligas. Tal vez sea fútbol u otro deporte para su familia.
Para los niños, los deportes enseñan la vida, siempre que aprendan lo que se supone que deben aprender. Con un buen entrenador, se pueden aprender algunas lecciones importantes. Pero con el entrenamiento adecuado de los padres, incluso pueden aprender de un entrenador que no llegará al salón de la fama.