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Una joven pareja espera ansiosamente el nacimiento de su hija. Sin embargo, no mucho después de que naciera, era evidente que algo andaba terriblemente mal. Después de los exámenes, se le diagnosticó un grave tipo de parálisis cerebral. Otra familia se prepara para cuidar a su hijo, un adulto joven que quedó paralizado por una lesión cerebral después de un extraño accidente. Se enfrentan a años de fisioterapia y cuidados diarios. Y, por otro lado, una hija decide supervisar el cuidado de su madre viuda al enterarse del deterioro de su salud debido a la osteoporosis y los comienzos de la senilidad.
No hay palabras que puedan expresar completamente los grandes desafíos que experimenta una familia con tales diagnósticos. El estrés financiero, emocional y físico es monumental y la responsabilidad que conlleva el cuidado diario de un familiar discapacitado es abrumadora, ya sea un niño discapacitado, un adulto lesionado o una persona mayor en declive. Por lo tanto, cada una de estas familias comienza una larga y dura trayectoria de cuidados, y que en la mayoría de los casos recaerá en un miembro femenino de la familia.
La niña discapacitada recibió la terapia física, la educación y el apoyo más moderno. Aunque todavía discapacitada, se descubrió que era cognitivamente normal y se inscribió en el sistema de escuelas públicas en el sexto grado. Años más tarde recibió una ovación de los asistentes mientras se esforzaba por cruzar el escenario para recibir su diploma de secundaria. Todos lloraron; ¡los aplausos fueron muy emotivos! Con respecto al adulto joven paralizado, su condición mejoró hasta que finalmente pudo usar sus brazos y fue capaz de usar una computadora. Su madre supervisó su educación. Sin embargo, permaneció confinado a una silla de ruedas. La hija se encargó de los asuntos y de la salud de su madre viuda e hizo los arreglos para que se mudara con su familia. Disfrutaron de una estrecha amistad hasta que su madre falleció diez años después.
Los resultados de los ejemplos anteriores se deben en gran medida a los muchos cuidadores competentes que eran médicos, terapeutas, maestros, amigos, voluntarios y familiares que alentaron, enseñaron, oraron, cuidaron y se acercaron a ellos y a sus familias. Muchos de estos cuidadores eran mujeres.
Según el informe, Mujeres cuidadoras: hechos y cifras, publicado por el Family Caregiver Alliance, “Las mujeres brindan la mayor parte del cuidado a cónyuges, padres, suegros, amigos y vecinos, y desempeñan además los roles de amigas, compañeras, sustitutas en la toma de decisiones y defensoras”.
Muchas mujeres se ven obligadas a dar cuidado en virtud de los roles y las circunstancias de la vida y, a menudo, aparentemente enfrentan desafíos que se escapan de su control, paciencia y habilidades. Se necesita una mujer muy fuerte física, emocional y espiritualmente para enfrentar la responsabilidad principal del cuidado de alguien discapacitado.
¿Qué pueden hacer las mujeres para ayudar a un cuidador, ya sea un miembro de la familia, un amigo o un vecino, a enfrentar los desafíos que conlleva esta noble labor? Habiendo vivido en una familia con un miembro gravemente discapacitado, me gustaría ofrecer algunas sugerencias prácticas.
Sea un amigo; intente comunicarse con la persona, Proverbios 31:20 instruye: “Alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso”. Aquellos que son cuidadores de un familiar enfermo o discapacitado necesitan a alguien que sea amable, comprensivo y que de apoyo. Los pequeños actos de bondad son muy valiosos. El aislamiento, la depresión, el estrés severo y la ira son condiciones comunes que afectan a los cuidadores.
Escuche y preste atención. El arte de escuchar es probablemente el aspecto más importante para ayudar a alguien en una circunstancia difícil. Los comentarios críticos y las sugerencias o consejos no solicitados pueden ser muy dañinos; de hecho, son innecesarios. Lea un artículo o libro que explique el importante arte de escuchar. La mayoría de las veces, un cuidador solo necesita que alguien lo escuche. ¡Sólo escuche!
Regale sonrisas, abrazos, palabras y notas de aliento. Reconocer las circunstancias difíciles de alguien con amor y amabilidad puede ser muy útil; cuando los cuidadores son ignorados su dolor emocional los aísla, lo cual es muy insensible. El simple hecho de demostrar que usted es considerado o que se preocupa por los demás significa mucho para el cuidador.
Infórmese. Si hay alguien en su familia, barrio o congregación a quien usted no sabe cómo ayudar, contacte a la asociación, fundación o sociedad especializada en el tema y muy probablemente podrán ayudarle a entender y a ver cómo puede ayudar al cuidador. El conocimiento es poder.
Orar. Ore por los discapacitados, por sus familias y sus cuidadores. Ore por su curación, consuelo, aliento y ayuda. Y también ore para que Dios le muestre cómo ayudarlos (1 Juan 5:14).
¡Haga estas cosas, y es muy posible que ayude a fortalecer las manos de un cuidador y de la persona que está bajo la responsabilidad del cuidador, más de lo que se imagina!