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Las naciones del mundo hacen planes para pelear y ganar las guerras con éxito. Asimismo, los cristianos necesitan un plan para pelear las batallas espirituales. ¿Tiene usted un plan de batalla espiritual?
Un plan de batalla es simplemente una estrategia para derrotar a un enemigo. En la guerra moderna, estos planes pueden ser muy complejos, pues incluyen una evaluación y análisis de las capacidades, recursos, alianzas, terreno y logística del enemigo, entre muchos otros factores. Las opciones militares se sopesan considerando múltiples dominios (tierra, mar y aire), estructuras de mando, armamento, comunicaciones, entrenamiento, equipo, prioridades, objetivos a corto y largo plazo, planes de contingencia y otras consideraciones.
La Biblia registra la historia de batallas entre varias naciones, particularmente con Israel y Judá después de que se dividió el reino de Israel. A veces se mencionan planes y tácticas de batalla, aunque no con gran detalle.
Los verdaderos seguidores de Jesucristo saben que están sujetos a ataques y deben librar batallas espirituales diariamente en su defensa y en el cumplimiento de la voluntad de Dios para crecer y alcanzar un carácter justo. Para tener éxito, necesitamos un plan.
Un buen plan de batalla espiritual tiene algunas similitudes con los planes de un ejército, a pesar de no estar basado en la guerra física, la violencia o el militarismo. Pero los adversarios y las armas son muy diferentes y tienen objetivos y prioridades muy diferentes.
Considere las preguntas de Jesús a las multitudes en Lucas 14. Jesús explicó que nadie podría ser Su discípulo a menos que lo tuvieran como su primera prioridad (vv. 26-27). Les pregunta sobre la construcción de una torre, si primero no consideran los gastos y si tienen lo necesario para completar el trabajo (vv. 28-30). Luego pregunta acerca de un rey que va a hacer la guerra contra otro rey, si dicho rey considera primero si es capaz de derrotar con diez mil soldados a su enemigo que tiene veinte mil soldados (vv. 31-32). Para ser soldado de Jesucristo se requiere un compromiso total (v. 33).
Un plan de batalla efectivo requiere el consejo de expertos sabios y con buen conocimiento. Proverbios 20:18 dice: “Los pensamientos con el consejo se ordenan; y con dirección sabia se hace la guerra”. El consejo más sabio de todos es el del Señor. “Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; mas el consejo del Eterno permanecerá” (Proverbios 19:21). Necesitamos la guía de Dios para desarrollar un plan sólido. “El corazón del hombre piensa su camino; mas el Eterno endereza sus pasos” (Proverbios 16:9).
Para la estructura de mando, tenemos “a Jesús un líder perfecto, apto para llevarnos a la salvación” (Hebreos 2:10 NTV). Hay muchas historias bíblicas que muestran a nuestro Comandante Supremo ejerciendo fácilmente Su voluntad sobre los ejércitos de las naciones que se oponen a Él (Éxodo 14). Lo hará nuevamente cuando regrese para establecer Su reino en la Tierra (Apocalipsis 19).
El enemigo que enfrentan los cristianos es Satanás, el adversario y sus “huestes” espirituales (Efesios 6:12). Pero los cristianos también debemos librar una guerra contra nuestra naturaleza humana (Romanos 7:23) y los deseos carnales (1 Pedro 2:11), que Satanás usa para tratar de derrotarnos.
¿Cuáles son las armas de un soldado de Jesucristo? No podemos librar una guerra espiritual con armas físicas, como se explica en 2 Corintios 10:3–6: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta”.
En Efesios 6:10–18, vemos el equipo necesario y específico para pelear una guerra espiritual, “toda la armadura de Dios” enumerada: nuestros lomos ceñidos con la verdad, la coraza de justicia, los pies calzados con el apresto del evangelio de la paz, el escudo de la fe, el yelmo de la salvación, y la única arma mencionada, la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios: la Santa Biblia y sus verdades.
Así como el apóstol Pablo alentó a Timoteo, también se nos anima a nosotros “para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia” (1 Timoteo 1:18). Para ser un buen soldado, “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (2 Timoteo 2:4).