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Las lluvias torrenciales a menudo traen graves inundaciones. El mes pasado fuimos testigos de una inundación extrema en Perú y el pasado viernes en Colombia. Según informó Deutsche Welle el 2 de abril: “Un total de 17 distritos de Mocoa se han visto afectados. Muchas casas simplemente ya no existen: Las personas en ellas no tenían ninguna oportunidad. El suelo literalmente cedió bajo sus pies, arrastrado por las repentinas e inesperadas inundaciones. Otras víctimas fueron aplastadas y arrastradas por los escombros”. En otro artículo publicado el mismo día, el periódico también informó que cientos de personas murieron mientras la región recibía el 30 por ciento de su precipitación anual en una sola noche, y un gobernador señaló que “cientos de familias todavía no han sido encontradas y barrios enteros [están] desaparecidos”. Muchos no tienen agua, ni electricidad y la mayoría de los caminos que conducen a las ciudades y pueblos están destruidos. Las secuelas y el sufrimiento causado por el clima severo son desgarradores. El alcance de los medios de comunicación hace posible que muchos, bendecidos con relativa seguridad y lujos, sean testigos de la destrucción en todo el mundo de los entornos pacíficos de sus propios hogares. ¿Cómo debemos responder cuando vemos el sufrimiento de los demás? Cristo dio la siguiente promesa durante su ministerio terrenal: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolados” (Mateo 5:4). Y la Biblia predice sobre un tiempo maravilloso en el cual en la Tierra: “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor” (Apocalipsis 21:4). ¡El sufrimiento humano debe motivar a los verdaderos cristianos a orar por el pronto retorno de Cristo y por la paz que Él traerá! Para más respuestas a las preguntas sobre este tema, lean “¿Por qué tantos desastres climáticos?”