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En las últimas décadas, los programas escolares se han modificado deliberadamente para que sean más favorables a las niñas. Estos grandes esfuerzos han tenido como objetivo reducir la supuesta “brecha salarial” entre hombres y mujeres. Se han creado becas para impulsar la participación femenina en la universidad. La salud de las mujeres suele tener prioridad en la creación de políticas. Algunos gobiernos, como el del Reino Unido, tienen incluso un “Ministerio de la Mujer”. Sin embargo, una de las grandes víctimas de este esfuerzo unilateral es que los niños y los hombres están fracasando estrepitosamente.
Como anunció el Sunday Telegraph, los niños en el Reino Unido se enfrentan a un “futuro sombrío” (The Telegraph, 31 de marzo de 2024). Durante décadas, en el mundo desarrollado, las mujeres se han graduado de la universidad a tasas mucho más altas que los hombres. Los resultados de los exámenes estandarizados de los niños son significativamente más bajos que los de las niñas, y los hombres están abandonando la fuerza laboral a niveles sin precedentes. A pesar de estas alarmantes estadísticas, a pocos parece importarles. ¿Por qué los niños y los hombres están atrapados en esta espiral descendente mientras que las niñas y las mujeres mejoran constantemente? Algunos sugieren que el fracaso de los niños en la escuela los lleva a un desempeño inferior en el trabajo. Andy Eadie, subdirector de la escuela Cardinal Langley en Rochdale, Reino Unido, observó que cuando los niños ingresan al aula muchos profesores “dan por hecho que perdieron el año” y, por lo tanto, no hacen ningún esfuerzo por ayudarles a tener éxito. Las bajas expectativas también pueden generar un bajo desempeño. Y el creciente número de niños que crecen en hogares sin un padre significa que muchos jóvenes no tienen un modelo a seguir para tener éxito.
Aunque la idea de una familia intacta, con un padre y una madre, ha sido menospreciada durante décadas, incluso la investigación secular ha llegado a la conclusión que los niños de familias intactas tienen más éxito y son más sanos que los de hogares monoparentales. Este principio también está claro en la Biblia. Dios creó la primera familia con una madre y un padre. A medida que nuestra civilización experimenta con nuevos roles sociales y valores impulsados por la política, nuestros hijos y, en última instancia la sociedad, sufren las consecuencias. Para más información sobre esta tendencia, lean “‘Mujeres se enseñorearon de él’ Isaías 3:12”.