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Mientras la tecnología se impone cada vez más en nuestra vida, ¿hemos perdido de vista la importancia de pasar tiempo personal con los demás?
Terminada una larga jornada de trabajo, me sentí agradecido de poder sentarme en un cómodo sillón y comenzar a leer un artículo del periódico. Una de mis hijitas se me subió al regazo y tomándome de la solapa empezó con emoción infantil a relatar sus aventuras del día. Yo respondí distraído, sin levantar los ojos de la página. Pasado un momento, la niña se detuvo, me tomó las mejillas en sus manitas, acercó mi rostro al suyo y con voz suplicante dijo: "¿Papito?"
Al mirarme ella a los ojos, comprendí lo que había pasado por alto momentos antes. Ella no deseaba que yo oyera sin escuchar ni que le respondiera con indiferencia. Lo que deseaba era que nos comunicáramos cara a cara. De mi hija aprendí una lección valiosa aquel día.
La conexión que establecemos en una interacción cara a cara es profunda. Leyendo la expresión del otro, recibimos pistas importantes sobre su estado de ánimo: si está feliz, triste o tranquilo. Llegamos a comprender las señales no verbales que transmiten parte del significado en la conversación. Reunimos información sobre cómo se siente la persona: confundida, desconcertada, enojada. Captamos destellos de diversión y de humor compartido. Entrevemos si la persona está confiada, abierta y sincera o bien reticente y reservada. Todo esto lo alcanzamos en la comunicación cara a cara.
Los seres humanos hemos interpretado las expresiones del rostro desde tiempos inmemoriales. La Biblia narra que cuando Dios reprochó a Caín por su desobediencia, a Caín se le "decayó su semblante" (Génesis 4:5). Los sentimientos de Caín fueron fáciles de leer: ¡Los tenía escritos claramente en el rostro! Cuando Nehemías, siendo copero del rey Artajerjes, no pudo ocultar su dolor por la suerte de su pueblo sufriente en Jerusalén, el Rey le preguntó: "¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón" (Nehemías 2:2). En Proverbios leemos: "Como en el agua el rostro corresponde al rostro, así el corazón del hombre al del hombre" (Proverbios 27:19). Nuestro rostro es el lazo de comunicación por el cual se sostienen nuestras relaciones personales. El contacto cara a cara es un medio invaluable para forjar y mantener relaciones sanas, firmes y llenas de satisfacciones.
Lamentablemente en nuestro mundo actual el contacto cara a cara se va convirtiendo en un lujo cada vez más escaso. À medida que la comunicación electrónica se acelera y abarata, la interacción personal genuina se hace más rara. El precio lo estamos pagando en forma de relaciones superficiales o interrumpidas. Un estudio reciente encontró que el empleo excesivo de los medios de comunicación, y en especial cuando se hacen varias cosas a la vez o "multitareas", puede perjudicar el desarrollo social y emocional en las niñas preadolescentes. El estudio encontró que "las multitareas digitales excesivas y el tiempo largo pasado frente a la pantalla se relacionan con la mala salud social y emocional, que incluye falta de confianza, sensación de no ser normal, más amistades consideradas mala influencia por los padres y menos horas de sueño".
¿Cuál es el remedio? Según el doctor Clifford Naas, de la Universidad de Stanford, coautor del estudio, la respuesta se encuentra en algo tan sencillo como antiguo: Las conversaciones cara a cara. El doctor Naas señala: "Antes se oía decir con frecuencia: ‘Mírame cuando te hablo’, pero ahora todo el mundo está mirando sus aparatos electrónicos… El mensaje más importante es que la comunicación cara a cara es enormemente importante, pero que ha decaído demasiado entre los jóvenes y entre las familias".
Los jóvenes no son los únicos que tienen la tentación de reemplazar la interacción cara a cara por los contactos en los medios. También los adultos son vulnerables. Muchos adultos pasan horas frente al computador, el teléfono llamado inteligente, la tableta u otros aparatos de alta tecnología. Estos instrumentos dan acceso sin precedentes a medios de entretenimiento y comunicación instantánea, y tienen un lugar válido en nuestra vida. Pero debemos preguntarnos si somos los amos de nuestros aparatos o más bien sus esclavos (Romanos 6:16). Si usted no está seguro, pregúntese si sintió "angustia de separación" la última vez que se alejó de su teléfono inteligente o de su computadora por algún tiempo. Y si no se ha alejado de ellos, ¡quizás eso en sí sea la respuesta!
À medida que avanza la tecnología de las comunicaciones, nos queda cada vez más fácil evitar casi todas las interacciones humanas. Sí, hay momentos en que un mensaje bien escrito puede ser preferible a una efusiva conversación personal. Pero en muchas de nuestras interacciones, las recompensas del "toque personal" valen la pena. Cuando empleamos medios tecnológicos para evitar a los seres humanos, quizás ahorremos tiempo, pero perdemos la oportunidad de forjar una relación, una confianza y una conexión con otros; así como los beneficios inesperados que se presentan en el espacio cara a cara".
¿Desearía usted que sus relaciones fuesen más genuinas y satisfactorias? ¿Busca una mayor sensación de bienestar? Considere la importancia de apartar tiempo para la comunicación cara a cara, y que sea una prioridad en tres aspectos primordiales de la vida: la familia, los hermanos espirituales… y el mismo Dios.
Piense en el ambiente de su hogar. Analice su interacción con su cónyuge y sus hijos. ¿Realmente se hablan? Ô lo que es más importante, ¿se escuchan? En nuestra vida ajetreada es fácil ir socavando la verdadera comunicación. La computadora portátil y el teléfono inteligente se convierten en aparatos siempre presentes y siempre prendidos, ladrones que nos roban los momentos, ya escasos, que tenemos con nuestros seres queridos.
En un artículo reciente un importante diario señaló que cada vez son más los hijos que les piden a sus padres reducir el uso de teléfonos inteligentes y computadoras en la casa: "Papá, ¿puedes guardar tu portátil?". Algunos estudios han revelado que un empleado pasa en promedio menos de 30 segundos al día en comunicación real con sus hijos. ¡Eso no es suficiente! Si ese es todo el tiempo que estamos dedicando a conversaciones con nuestros hijos, entonces nosotros… y ellos, nos encaminamos a graves problemas.
¡Haga el compromiso consigo mismo de invertir en sus relaciones cara a cara! Comuníquese con su cónyuge todos los días. Dé de sí mismo. Hable de sus altibajos. Anime al otro. Trate de aplicar la "respuesta blanda" para disipar el enojo (Proverbios 15:1). Muéstrese dispuesto a ceder en algo. Al fin y al cabo, Jesús dijo que "más bienaventurado es dar que recibir" (Hechos 20:35). Procure comprender a su esposa o esposo. Ponga el teléfono a un lado y apague la computadora. ¡Quizás encuentre, con asombro, que su matrimonio vuelve a florecer como nunca antes!
Moisés ordenó a los hijos de Israel que se comunicaran continuamente con sus hijos: "Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes" (Deuteronomio 6:6-7).
Este es un mandato a los padres y madres cristianos de que transmitan la verdad a sus hijos en cada oportunidad. Pero pensemos todo lo que estos versículos implican, más allá de solo la verdad; también debe haber abundante conversación general entre los miembros de la familia. Uno de los mejores momentos para comenzar es durante las comidas. Procuren comer juntos, en familia, por lo menos una vez al día. À la hora de las comidas, apague el televisor. Guarde el periódico. Prohíba los teléfonos celulares en la mesa. Haga preguntas y anime a todos a participar, sin dejar a ninguno por fuera. No deje que los miembros de su familia se vayan alejando unos de otros. Empiece a reunirlos comiendo juntos con regularidad y cuantas veces sea posible.
Mientras escuchan, los miembros de la familia deben mirarse unos a otros ¡cara a cara! Para los padres, resulta especialmente importante prestar toda la atención a sus hijos cuando hablan. El médico Ross Campbell escribió: "La atención directa es escuchar al joven con toda nuestra atención, de tal modo que se sienta realmente amado, sabiendo que es tan valioso para nosotros que merece todo nuestro interés y consideración". Las conversaciones a la hora de la comida pueden ser el cimiento para renovar la comunicación y la cooperación en el seno de la familia.
¿Acaso es importante el contacto cara a cara solo en el contexto del matrimonio y la familia? ¡Claro que no! Incluso en los negocios, la política y el deporte; los buenos líderes conocen la importancia del contacto cara a cara. ¿Desea Dios que tengamos ese tipo de relación cariñosa y fraternal entre nosotros? ¡Sin duda! Cuando Jesucristo oró por sus discípulos, pidió también por todos los cristianos, que fuéramos tan unidos como Él y el Padre: "No ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros… para que sean uno, así como nosotros somos uno" (Juan 17:20-22). El deseo de Dios es que los cristianos auténticos vayan formando una familia espiritual muy unida. Especialmente al acercarse el fin de la era, Él le da gran importancia a la comunión entre los cristianos. Veamos estas palabras del profeta Malaquías: "Entonces los que temían al Eterno hablaron cada uno a su compañero; y el Eterno escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de Él para los que temen al Eterno, y para los que piensan en su nombre" (Malaquías 3:16).
Si entendemos lo que Dios está diciendo, vemos que es de crucial importancia que tengamos contacto cara a cara no solamente con los miembros de nuestra familia ¡sino también con otros a quienes Dios ha llamado! Las conversaciones espirituales y profundas con cristianos verdaderos son realmente satisfactorias. Hablando de nuestras dificultades y problemas con los hermanos de confianza, aligeramos nuestras cargas. El simple hecho de conversar nos da una oportunidad de conocernos mejor. Nos enteramos de qué está ocurriendo en la vida del otro y dejamos de considerarnos como extraños.
La comunión personal con otros hermanos no tiene por objeto simplemente darnos algo qué hacer, sino que forma parte crucial de las relacione espirituales entre los cristianos genuinos. Jesucristo predijo que en los últimos días muchos perderían el celo por las relaciones fraternales estrechas, advirtiendo que "por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará" (Mateo 24:12). El apóstol Pablo hizo eco de las palabras de Cristo, diciendo que incluso algunos en el pueblo de Dios vacilarían ante el verdadero culto y la verdadera comunión, y nos aconsejó en estos términos: "Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca" (Hebreos 10:24-25). Los hijos de Dios han de animarse y edificarse unos a otros, y en esto la comunicación personal, cara a cara, cumple un papel vital.
Y, ¿cuál es su situación? ¿Cuánto contacto cara a cara tiene usted con su familia espiritual? La Iglesia de Dios se compone de muchos miembros: "Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo" (1 Corintios 12:12). El resultado es que "así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros" (Romanos 12:5). ¿Cómo se produce esta unidad?
Muchos lectores de El Mundo de Mañana están llegando a comprender verdades que nunca antes habían conocido. Y muchos están siguiendo fielmente el ejemplo de los de Berea, quienes "recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así" (Hechos 17:11). Nosotros deseamos que ustedes también analicen lo que decimos y vean por sí mismos si lo que esta revista enseña está acorde con la Biblia. Al hacerlo, crecerán espiritualmente en su caminar con Dios, aprendiendo a seguirlo más de cerca y con base en lo que Él enseña en las Sagradas Escrituras.
À medida que usted va creciendo, es natural que se pregunte: "¿Necesitaré ‘tiempo cara a cara’ con otros cristianos verdaderos?" Cuando Dios llama a alguien a su verdad, coloca a esa persona dentro del cuerpo de Cristo conforme a su voluntad (Juan 6:44; 1 Corintios 12:18). Parte del acercamiento a Dios tiene que ver con el acercamiento a otras personas que piensan igual que nosotros y que han asumido el mismo compromiso. ¡También ellos querrán conocer cara a cara a otros hijos de Dios!
Nuestro contacto personal más importante es con el propio Dios. El "tiempo cara a cara" que más necesitamos es con Él. Veamos la bendición pronunciada por Aarón sobre Israel, conforme a las instrucciones de Moisés: "El Eterno te bendiga, y te guarde; el Eterno haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; el Eterno alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz" (Números 6:24-26). ¡Todos deseamos que Dios nos mire y nos conceda su favor! Todos anhelamos su protección, su guía y su providencia. Queremos que el rostro de Dios se ilumine sobre nosotros como se ilumina el rostro de un padre amoroso y dedicado cuando mira a sus propios hijos y se complace en ellos.
La pregunta, si queremos que Él nos mire con buenos ojos, es: ¿Hasta qué punto estamos buscando su cara? Consideremos las palabras del antiguo rey David: "¿Quién subirá al monte del Eterno? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño… Tal es la generación de los que le buscan, de los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob" (Salmos 24:3-4, 6).
¿Está usted "buscando el rostro de Dios"? ¿Cómo se puede hacer? Literalmente no podemos ver su rostro, como Moisés. "Hablaba el Eterno a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero" (Éxodo 33:11). Pero, como usted y yo no podemos ver a Dios con nuestros ojos físicos, ¿qué podemos hacer? Buscamos a Dios caminando con Él diariamente y acudiendo a Él en oración ferviente. Buscamos su rostro cuando le hablamos de verdad, fijando en Él toda nuestra atención. À nadie le agrada hablar con alguien que al mismo tiempo está escribiendo textos en su teléfono o revisando la información en sus medios sociales. ¿Por qué habría de agradarle a Dios que le dediquemos una oración distraída o a medias? ¡Ante Dios no se pueden hacer multitareas! Si esto es lo que hacemos, no estaremos obedeciendo el gran mandamiento: Poner a Dios de primero y delante de todo. Jesucristo expresó el "gran mandamiento" de esta manera: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" (Mateo 22:37-38). ¿Lo estamos haciendo?
À veces nos resulta difícil buscar el rostro de Dios porque nuestros pecados nos cubren la vista. El profeta Isaías explicó: "He aquí que no se ha acortado la mano del Eterno para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír" (Isaías 59:1-2). Cuando pecamos, es posible que nuestra vergüenza y temor nos dificulten el acercamiento a Dios. No queremos mirarlo sabiendo que le hemos quedado mal. À veces dudamos que nos acepte en nuestro estado actual. Y sin embargo, ¡es precisamente entonces cuando necesitamos arrepentirnos y buscarlo sin demora! À esto vienen las palabras del apóstol Juan: "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Esto nos permite volver de nuevo ante nuestro Padre amoroso y renovar una relación cara a cara con Él.
Aunque no podemos ver a Dios, sabemos que está allí. ¡El Universo entero es testimonio de su existencia! (Salmos 19:1) Y al regreso de Jesucristo, sus santos resucitados se convertirán en seres espirituales ¡y podrán ver a Dios en toda su gloria! Respecto de este maravilloso futuro, el apóstol Juan escribió: "Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro" (1 Juan 3:2-3).
Al acercarse el final de esta era, a medida que se multiplican las distracciones y se acelera la velocidad de la vida; no descuide el tiempo real, tangible, cara a cara. Comprométase a tener contacto estrecho y personal con su familia, sus hermanos en la fe, y más que todo, con nuestro Padre celestial que tanto nos ama.