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"¡Hereje! ¡Eres anatema!" ¿Por qué hay ciertas creencias que se consideran "tradicionales" mientras otras se tildan de abominables, o algo peor? ¿Cómo distinguimos entre un hereje y un cristiano verdadero? ¡La historia revela cosas tan sorprendentes como irónicas!
Durante siglos estas palabras causaron terror en muchos seguidores de Cristo durante la Edad Media. Es un juicio de enorme severidad, que significaba no solamente expulsión de la Iglesia Católica Romana, sino a veces también tortura o muerte. Un medio de ejecución frecuente era la hoguera, destino espantoso sufrido por miles. ¡Desviarse de la ortodoxia religiosa era peligroso!
¿Qué es un hereje? "Persona que sostiene dogmas u opiniones diferentes a la ortodoxia de su religión" (Diccionario Espasa-Calpe). La palabra anatema significa una "maldición, reprobación o condena" (ibídem) Durante dos milenios de la existencia de la Iglesia Católica, muchos de los así malditos también eran acusados de un delito capital, castigado por las autoridades civiles con tortura o muerte.
Los eruditos bíblicos reconocen que la Iglesia tal como existió en el primer siglo fue muy diferente en sus creencias y prácticas de lo que vino a ser en los siglos siguientes. Jesse Lyman Hurlbut, clérigo y autor protestante, reconoce el cambio notorio que ocurrió: "Después de la muerte de San Pablo, y durante cincuenta años, sobre la Iglesia pende una cortina a través de la cual en vano nos esforzamos por mirar. Cuando al final se levanta alrededor del año 120DCcon los registros de los padres primitivos de la Iglesia, encontramos una iglesia muy diferente en muchos aspectos a la de los días de San Pedro y San Pablo" (Historia de la Iglesia Cristiana, Hurlbut). La Iglesia Cristiana, antes de estos cambios que empezaron a ocurrir en los siglos segundo y tercero, se conoce entre historiadores y teólogos como "la iglesia primitiva".
¿Cómo era la vida de un creyente en Cristo en tiempos de los apóstoles? Históricamente había muchas diferencias si comparamos con la actualidad. Por ejemplo, los cristianos guardaban el día sábado, tal como dice el mandamiento: "Recuerda el día del sábado, para santificarlo" (Éxodo 20:8, Biblia de Jerusalén). Además, guardaban los días santos anuales (Éxodo 20:8-11; Levítico 23; Hebreos 4:9-10; 1 Corintios 5:8) y la Pascua cristiana (Lucas 22:15; 1 Corintios 11:23-25). Al guardar la totalidad de los diez mandamientos, los miembros de la Iglesia primitiva que eran de origen gentil no pretendían "ser judíos" sino obedecer a Dios (Mateo 19:17; 1 Juan 2:3-4, 5:3; Apocalipsis 14:12).
La Iglesia primitiva creía que el evangelio del Reino de Dios predicado por Jesús se refería a un Reino concreto en la Tierra, el cual sería establecido por Jesús de Nazaret a su regreso como el Mesías, para dar comienzo a un reinado de mil años. Hoy, el mensaje sobre el regreso de Cristo como Rey que gobernará en un Reino terrenal con sede en Jerusalén no es verdad para la mayoría de los cristianos tradicionales. Para ellos, se trata de una simple alegoría. Si alguno cree en lo que ellos consideran con menosprecio como el "Mesías político", esa creencia se puede tildar de herética.
Jesus dijo: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 6:15). Sin embargo, en la actualidad miles de millones de personas que se declaran cristianas ni siquiera se ponen de acuerdo en lo que es ese evangelio.
Consideremos lo que el grupo más grande de la cristiandad, con más de mil millones de adeptos, enseña a sus miembros: "El Reino de Dios significa, entonces, el reinado de Dios en nuestros corazones; significa esos principios que nos separan del reino del mundo y del diablo; significa el benigno predominio de la gracia; significa la Iglesia" ("Reino de Dios", Enciclopedia Católica). Otras religiones identifican el Reino de Dios con el Cielo, donde esperan que residirá la persona después de morir. Algunas religiones no muestran interés alguno en el Reino de Dios, concentrándose más bien en la persona de Jesucristo.
No todas pueden tener la razón. De hecho, a partir de la muerte y resurrección de Jesucristo, la serie de doctrinas enseñadas en nombre del "cristianismo" ha sido variada. Ya en el primer siglo de nuestra era, los apóstoles tuvieron que vérselas con doctrinas y maestros falsos. El apóstol Pablo se lamentó por los engaños que habían entrado en las enseñanzas de la Iglesia primitiva, diciendo: "Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo" (Gálatas 1:6-7).
Desde sus comienzos, la Iglesia fundada por Jesucristo creyó que Él regresaría con poder y gloria para establecer un Reino mundial, y que sus santos regirían con Él en la Tierra por un período conocido como el "milenio". Este mensaje lleno de esperanza, si bien fue central en el cristianismo verdadero desde sus comienzos, sufrió el rechazo en siglos posteriores como una simple alegoría. Pronto, la ortodoxia de la Iglesia del primer siglo quedó relegada a herejía.
Pablo también advirtió que vendrían ministros falsos enseñando doctrinas falsas. "Lo que hago, lo haré aún, para quitar la ocasión a aquellos que la desean [la ocasión], a fin de que en aquello en que se glorían, sean hallados semejantes a nosotros. Porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras" (2 Corintios 11:12-15).
En el siglo cuarto DC,la Iglesia Romana realizó una serie de concilios o sínodos con el fin de fijar las doctrinas que sostendría en adelante. El concilio de Nicea (325 DC), codificó oficialmente la observancia del domingo (entre otras doctrinas). Más tarde, el concilio de Laodicea (aprox. 364 DC), no solo ratificó el domingo, sino que prohibió la antigua práctica de guardar el sábado tal como lo enseña la Biblia. Los dirigentes de la Iglesia de Roma consideraron necesario tal pronunciamiento porque entre los cristianos continuaba muy difundida la observancia del decálogo, incluido el mandamiento sobre el sábado.
El canon 29 del concilio de Laodicea dice: "Los cristianos no han de judaizar descansando el sábado, sino que deben laborar ese día, honrando más bien el día del Señor [refiriéndose al domingo]; y, si pueden, descansando entonces como cristianos. Pero si se halla que alguno está judaizando, sea anatema de Cristo".
El concilio de Laodicea no solo prohibía descansar el sábado conforme al decálogo, sino que exigió que se trabajara ese día, profanando así lo que Dios había santificado. Quienes se negaran a quebrantar el mandamiento sobre el sábado sufrían la excomunión como herejes y se les declaraba anatemas.
En los siglos posteriores, la declaración de anatema sobre un individuo implicaba una ceremonia impresionante encabezada por el propio pontífice. "El anatema permanece bajo una excomunión mayor que se promulga con gran solemnidad. El papa Zacarías (741-752) redactó una fórmula para esta ceremonia… Toma su asiento frente al altar o en algún lugar adecuado, y pronuncia la fórmula de anatema que finaliza con estas palabras: "Por lo cual en el nombre del Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, del bendito san Pedro, príncipe de los apóstoles, y de todos los santos, en virtud del poder que se nos ha dado de atar y desatar en el Cielo y en la Tierra, privamos a la persona, por sí mismo, y a todos sus cómplices y a todos sus favorecedores; de la Comunión del Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor, lo separamos de la sociedad de todos los cristianos, lo excluimos del seno de nuestra Santa Madre Iglesia en el Cielo y en la Tierra, lo declaramos excomulgado y anatematizado, y lo juzgamos condenado al fuego eterno con Satanás y sus ángeles y todos los réprobos; mientras que no rompa los grilletes del demonio, haga penitencia y satisfaga a la Iglesia; lo entregamos a Satanás para que mortifique se cuerpo, para que su alma se salve en el día del juicio." À lo que todos los presentes responden: ‘Fiat, fiat, fiat’ [hágase]" (Anatema, Enciclopedia Católica).
¡Estos creyentes quedaban excluidos…excomulgados…condenados!
Jesús profetizó que su Iglesia sería una "manada pequeña" (Lucas 12:32) y que sufriría persecución. "Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios" (Juan 16:2). También dijo: "Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán" (Juan 15:20). Esto persistiría hasta el momento de su regreso. "Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre" (Mateo 24:9).
¿Hay grupos en la actualidad que siguen a Cristo pero que son tenidos por heréticos? Ciertamente, aunque suelen señalarse no tanto como "herejes", sino como miembros de alguna "secta" o de un "culto". Esta última palabra, prestada del inglés, tiene una connotación especialmente negativa. Cuando la oyen, muchos piensan en algún grupo que hace daño físico o sicológico a sus miembros. En realidad, el término en español tiene un significado más sencillo: el conjunto de ritos y ceremonias religiosas con que el cristiano tributa homenaje a Dios.
Si miramos los escritos en inglés sobre el tema, encontramos que en el siglo 19 la palabra "cult" era un simple sinónimo de "secta" o denominación, sin abarcar algún comportamiento digno de juicio. Hoy esto ha cambiado, y en español se está empleando con su nueva connotación negativa para expresar desaprobación de los grupos que someten a sus miembros a penalidades físicas, emocionales o personales. Dentro de la "cristiandad mayoritaria", también se emplea "culto" o "secta" para referirse despectivamente a las iglesias que no enseñan la teología de las mayorías.
Uno de los libros más influyentes de este tipo fue: El auge de las sectasde Walter Martin, publicado en 1965. Martin tilda de no cristianos a varios grupos religiosos a causa de su teología. Cita al eminente teólogo y profesor Charles Braden: "Con el término cult no expreso nada derogatorio hacia ningún grupo así clasificado. Un culto, tal como lo defino, es cualquier grupo religioso que difiere significativamente en uno o más aspectos de las creencias o prácticas de los grupos religiosos considerados como las expresiones normativas de la religión en nuestra cultura total… Desde el punto de vista teológico, los cultos contienen muchas desviaciones grandes del cristianismo histórico. Sin embargo, y paradójicamente, continúan insistiendo en que tienen el derecho de clasificarse como cristianos" .
En otra parte, Martin escribe: "Un culto, entonces, es un grupo de personas polarizadas en torno a la interpretación de la Biblia, dada por alguien, y se caracteriza por desviaciones mayores del cristianismo ortodoxo respecto de doctrinas cardinales de la fe cristiana". ¡Pero atención! Cuando Martin menciona "doctrinas cardinales", se refiere a la ortodoxia que se produjo después del primer siglo y que más tarde se codificó bajo la autoridad de la Iglesia Católica. La mayoría de los historiadores, tanto eclesiásticos como seculares, así lo entienden.
Varios comentaristas de prestigio se abstienen de decir que un grupo religioso tiene que ser dañino para tildarse de "culto" o de secta. Basta que sea diferente. Es irónico que al decir esto, rechacen muchas de las creencias y prácticas de la Iglesia del primer siglo. Para estos autores, por ejemplo, el hecho de guardar el sábado tal como lo guardaban Jesucristo y sus apóstoles ¡puede verse como señal de un "culto" o secta!
Muchos ministros de las iglesias "mayoritarias" o "tradicionales" temen que sus miembros se dediquen a estudios personales que los alejen de las enseñanzas codificadas por la Iglesia Católica en el concilio de Laodicea en el siglo cuarto. Algunos se apresuran a emplear palabras como "culto" para asustar a los interesados en algún grupo que tenga doctrinas diferentes. Tildar algún grupo o fe religiosa de "culto" inevitablemente despierta temor y suspicacia hacia sus miembros y puede transformar un desacuerdo teológico en un caso de fanatismo e intolerancia.
Hoy, de modo muy similar al siglo cuarto, individuos que se atienen a la fe original de Jesucristo y de los primeros cristianos suelen quedar marginados como herejes, no cristianos o miembros de un "culto". Son "excluidos…excomulgados…condenados". De nuevo, el "cristianismo mayoritario" le dice a la fe original: "¡Hereje!¡Eres anatema!"
¿Seguirá usted a la mayoría? Ô bien, digan lo que digan, ¿practicará el cristianismo original de aquella "manada pequeña": El cristianismo que se encuentra en la Biblia?