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Hace varios años mi hija, que entonces tenía nueve, preguntó por qué nuestra familia era diferente de otras. Había observado que nuestra conducta era distinta de las demás familias en el vecindario, y deseaba saber por qué no éramos "normales".
La mayoría de las personas quieren sentirse aceptadas por los demás. Es una característica humana tan fuerte como natural, tal vez más acentuada en nuestros hijos. Anhelan ser una parte normal de la "tribu". Los adultos maduran y pueden reconocer el valor de ser "diferente", pero para un niño esto es más difícil.
Cuando oí la pregunta de mi hija, sentí compasión por ella, comprendiendo sus sentimientos. Criado en una iglesia que guardaba el sábado, yo también me di cuenta desde cuando era relativamente joven que yo era "diferente" de mis compañeros. Cuando empecé a ir a la escuela pública, comprendí muy pronto que asistir a servicios religiosos el día sábado "no era normal". Para la mayoría de mis compañeros, "servicios religiosos" significaba automáticamente el domingo, no el sábado.
Tampoco era "normal" que nuestra familia se abstuviera de celebrar la navidad, fiesta que no aparece en la Biblia, como ya lo saben los lectores de esta revista [si usted desea saber más sobre este tema, le invitamos a leer nuestro artículo gratuito titulado: El origen de la navidad]. Ni era normal desaparecer hacia finales de septiembre o comienzos de octubre para pasar ocho días con mi familia en algo llamado la "Fiesta de los Tabernáculos". Para mí, la Fiesta era maravillosa, pero para mis compañeros, sonaba como algo raro, quizás incluso peligroso.
À causa del sábado, nunca jugué en los partidos de béisbol de las pequeñas ligas los sábados, y no iba a los partidos de fútbol americano los viernes por la noche, ambas actividades muy "normales" para los demás chicos en la escuela.
Ahora, mirando atrás y considerando los cambios tan drásticos que ha sufrido la sociedad en los últimos 20 o 30 años, veo que mis compañeros y yo dábamos mucho por sentado. Gran parte de lo que entonces se consideraba "normal" está lejos de serlo hoy.
En mis años de adolescencia, las familias uniparentales no eran escasas, pero nadie cuestionaba que lo ideal era una familia intacta encabezada por un padre y una madre. Hoy, en cambio, los "abanderados de la justicia social" se empeñan en imponer una nueva "normalidad" en la sociedad.
No lo crean solamente porque yo lo digo. Basta mirar los programas de televisión que están de moda. Incluso, la cadena NBC transmitió una serie en el 2012, que de hecho duró muy poco, titulada: La nueva normalidad, que ilustra todo esto. La serie se presentaba como una comedia, pero veamos su premisa: dos hombres homosexuales y una "madre sustituta" deciden que ellos son una familia. Uno de los hijos tiene "dos papás" y una madre sustituta; el otro tiene dos padres adoptivos más un padre ausente que nunca aparece. Esta "comedia" se burlaba de los valores familiares tradicionales y promovía la idea de que "familia" se puede definir a voluntad, de cualquier modo. En medio de todo aquello, había un personaje, la abuela, que los publicistas de la NBC llamaban "mezquina", intolerante e incluso homofóbica por acoger los valores que la mayor parte de la sociedad daba por sentados solo 20 o 30 años atrás.
¿Comedia? Semejante atentado contra la familia no es comedia.
Con todo esto en mente, pude ayudarle a mi hija a comprender las consecuencias de ser "normal" en la sociedad de hoy. Incluso en nuestra propia calle, era normal que los niños vecinos hubiesen perdido a uno de sus padres por causa del divorcio o el abandono. Era normal que estuvieran callejeando tarde en la noche sin supervisión, metiéndose en toda clase de líos porque no había una madre, un padre o un abuelo que se ocupara de ellos, a quien le interesara saber lo que estaban haciendo.
Algunos se sorprenderán al saber que Dios previó este problema hace mucho tiempo. Inspiró al apóstol Pablo a escribir una carta al joven ministro Timoteo, en la cual describió la conducta que se consideraría "normal" en los años anteriores al regreso de Jesucristo. Pregúntese si es o no una descripción acertada de las actitudes que están imperando: "Debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita" (2 Timoteo 3:1-5).
El apóstol Pablo comprendía que la gente en los últimos días sería egoísta, arrogante y dada a presumir de su propia importancia. Los hijos serían irrespetuosos con los padres. La gente no expresaría gratitud y no agradecería las cosas buenas de la vida. Le faltaría dominio propio y le sobraría orgullo.
En resumen, las personas se amarían a sí mismas ¡y formarían una sociedad en la cual el amor cristiano generoso y la obediencia a Dios serían del todo anormales! Anhelar el rótulo de "normal" en nuestros días ¡es querer ser el tipo de persona con quien ni siquiera nos gusta asociarnos!
En nuestros días, no es normal guardar el reposo en el día sábado ni observar la Fiesta de los Tabernáculos y los demás días santos. No es normal esforzarse por obedecer a Dios y vivir conforme al ejemplo que Jesucristo dejó a sus seguidores. Sin embargo, el mundo verá cambios muy dramáticos en un futuro cercano.
Dios inspiró al profeta Isaías, quien dejó constancia de esta maravillosa profecía: "Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su Imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su Reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto" (Isaías 9:6-7). Veamos también estas palabras de Zacarías: "Todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, al Eterno de los ejércitos, y a celebrar la Fiesta de los Tabernáculos. Y acontecerá que los de las familias de la Tierra que no subieren a Jerusalén para adorar al Rey, el Eterno de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia" (Zacarías14:16-17).
Estos dos pasajes en conjunto muestran un panorama extraordinario. Pronto, Dios reinará sobre toda la Tierra, y entonces todos harán lo que Él dice. Guardar sus sábados semanales y anuales, en este tiempo no parece normal para la mayoría de las personas, pero viene pronto el día en que todas las naciones guardarán la Fiesta de los Tabernáculos, el reposo del sábado y todas las leyes de Dios… leyes que Jesucristo no vino a abolir, sino a cumplir (Mateo 5:17). Los atributos humanos egoístas serán reemplazados por humildad, respeto, gratitud y cortesía hacia los demás.
Quienes en la actualidad han optado por ir en contra de lo que se considera normal, observando el sábado y los días santos de Dios, están a la vanguardia entre quienes instruirán a la humanidad y le enseñarán lo que realmente es normal. Pídale a Dios que le dé a usted el valor y la fortaleza para ir contra la corriente, para no conformarse a lo que el mundo considera normal, y emprenda desde ahora el modo de vida que Dios sí considera normal.