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Fin de la era de los antibióticos. "Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la Tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la Tierra". –Apocalipsis 6:8
La penicilina y otros antibióticos parecían prometer la curación de las infecciones bacterianas. Sin embargo, las nuevas generaciones de bacterias se están mostrando superiores a los viejos fármacos. ¿Qué hará la humanidad? ¿Tendrá la ayuda de Dios?
Una de las características más llamativas de las sociedades desarrolladas en los últimos 75 años ha sido el extraordinario adelanto en la salud humana debido a la ciencia médica. Lo anterior es especialmente cierto en el ámbito de la microbiología; hemos visto la erradicación total de enfermedades infecciosas como la viruela y la erradicación parcial de otras, como la difteria, el cólera y lapoliomielitis. Estas son enfermedades que antes causaban estragos de dolor, sufrimiento y muerte en el mundo.
El grado de estos éxitos no es despreciable. Por ejemplo, se calcula que solamente a causa de la viruela murieron unos 300 millones de personas en el siglo 20. Pero ya para 1979, gracias a los esfuerzos concertados para erradicarla, se declaró que el mundo estaba libre de esa enfermedad. Desde entonces no se han registrado nuevos casos.
Los avances en la ciencia y la tecnología nos han permitido comprender mejor los peligrosos gérmenes que causan enfermedades. Hemos descubierto sus secretos. Hemos desplegado con éxito un formidable arsenal de defensas antimicrobianas, como vacunas, agentes antivirales y antibióticos. Esto nos ha traído grandes éxitos en la guerra sostenida contra las enfermedades infecciosas.
No obstante, con todo y los avances, los microrganismos (bacterias, virus, hongos y parásitos) han encontrado la manera de contraatacar. Se han mostrado progresivamente capaces de eludir nuestras arremetidas; han descubierto cómo vencer nuestro arsenal antimicrobiano adquiriendo resistencia; han desarrollado toxinas cada vez más potentes. Resulta que cuanto más se ataca las bacterias, más se activan, mutando y modificando su estructura genética.
¡Hoy nos referimos a estos microrganismos como superbacterias!Generan una pesadilla de enfermedades infecciosas que nos van superando, ¡y anuncian una posible crisis mundial a las puertas!
Estas poderosas bacterias son enemigas invisibles que parecen extenderse por doquier. Acechan en hospitales y centros de salud y colonizan nuestras comunidades: en escuelas e instalaciones deportivas, en prisiones y en los animales de las granjas; incluso en nuestras mascotas y nuestros alimentos. Estas bacterias se han convertido en máquinas de muerte porque cada vez tenemos menos recursos con qué contrarrestarlas. Las bacterias están ganando, y la ciencia no da abasto.
¿Adónde conducirá todo esto? ¿Debemos preocuparnos por las superbacterias y su amenaza a nuestro bienestar colectivo? ¿Qué depara el futuro en cuanto a las enfermedades infecciosas? ¿Hay algo en la Biblia que arroje luz sobre el tema?
Inicialmente, la comunidad científica se sintió eufórica ante la perspectiva de poder eliminar las enfermedades infecciosas para siempre. Gracias al impacto de los nuevos agentes antimicrobianos, los índices de infección cayeron precipitadamente. Veíamos lo que parecía ser un progreso espectacular. Era tentador imaginar que las pandemias del pasado quizá no se volverían a repetir. Por ejemplo, en el siglo 14 la peste negra mató entre el 30 y el 60 por ciento de la población de Europa (unos 100 millones de personas), y al cierre de la Primera Guerra Mundial, en 1918, la gran pandemia de influenza cobró más de 50 millones de vidas en el mundo.
Pero los nuevos agentes antimicrobianos no tardaron en perder su barniz todopoderoso. En 1928 se descubrió la primera "droga milagrosa", un hongo llamado penicilina. Capaz de matar bacterias como el estafilococo, el estreptococo y las que causaban difteria, neumonía y meningitis; la penicilina se utilizó ampliamente a partir de 1943. Casi de inmediato, con el uso creciente de este fármaco, empezó a presentarse resistencia al mismo.
La ciencia no tardó en desarrollar una nueva familia de drogas de tipo penicilina, entre ellas en 1960 una llamada meticilina. En el lapso de un año apareció una cepa de estafilococo, que se conoció como EARM (estafilococo áureo resistente a la meticilina). Hoy tenemos cepas de EARM resistentes a prácticamente todos los antibióticos. Han adquirido muchas otras características que las convierten en verdaderas bacterias asesinas, estas azotan en hospitales y comunidades en todo el mundo.
En su libro Superbacteria: amenaza fatal del EARM (2010), la periodista especializada en ciencias, Maryn McKenna, expone meticulosamente y con detalles gráficos el funcionamiento interno del EARM. Señala que la superbacteria ha desarrollado "una gama enorme de armas microbiológicas llamadas factores de virulencia: más de setenta enzimas y toxinas destructoras de las células. Estas son muchas más de las producidas por otras bacterias". También indica que "se hizo evidente que el empleo extenso de antibióticos no solamente causaba infecciones resistentes a las drogas, sino que convertía a personas sin síntomas en portadoras silenciosas de las cepas farmacorresistentes".
Hoy existen cepas resistentes entre la mayoría de las enfermedades, como la tuberculosis, que cobra dos millones de vidas al año; mayormente en los países en vía de desarrollo. Se cree que la tercera parte de la población mundial está infectada de tuberculosis pulmonar y que el 20 por ciento de estos casos es de superbacterias resistentes. Otros ejemplos de bacterias resistentes son las causantes de la salmonela y de infecciones de escherichia coli, tétano, tos ferina y cólera.
¿Cuánta seriedad revisten estos hechos? Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) titulado: La resistencia a los antibióticos (octubre del 2015) dice: "Se estima que solo en la Unión Europea las bacterias farmacorresistentes causan cada año 25.000 muertes y entrañan un costo de US$1.500 millones en gastos sanitarios y pérdidas de productividad".
El mismo documento de la OMS resume las graves realidades que ya están afectando la salud del mundo, entre ellas: "La resistencia a los antibióticos constituye actualmente una de las mayores amenazas para la salud mundial. Puede afectar a cualquier persona, sea cual sea su edad o el país en el que vive… Cada vez es mayor el número de infecciones, por ejemplo: neumonía, tuberculosis y gonorrea, que se vuelven más difíciles de tratar debido a la pérdida de eficacia de los antibióticos utilizados… El mundo debe cambiar urgentemente las prácticas en materia de prescripción y utilización de antibióticos. Aunque se desarrollen nuevos medicamentos, si no se modifican los hábitos actuales, la resistencia a los antibióticos seguirá representando una grave amenaza. Si no se toman medidas urgentes, el mundo está abocado a una era postantibióticos en la que muchas infecciones comunes y lesiones menores volverán a ser potencialmente mortales".
Si bien las enfermedades infecciosas han sido una realidad en toda la historia humana, y aunque siguen siendo la principal causa de muerte en los países en desarrollo, la verdad es que las bacterias patógenas son bastante escasas. Si nuestro sistema inmune se mantiene fuerte mediante una nutrición apropiada y suficiente, y si prestamos atención a los medios de sanidad e higiene, estas medidas ayudarán mucho a protegernos de la infección.
Dios expuso principios e instrucciones importantes para la antigua nación de Israel y también para la Iglesia en tiempos del Nuevo Testamento. Si se cumplieran, serían de enorme ayuda en nuestra lucha contra las enfermedades. Algunos de estos factores fueron los mismos que, unidos a las mejoras habitacionales, produjeron una marcada reducción en las enfermedades infecciosas aun antes de la era de los antibióticos. En resumen, estos son los factores:
Finalmente, lo más importante de todo: seguir las instrucciones inspiradas de las Escrituras: "¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor" (Santiago 5:14). Llegará el momento cuando el planeta Tierra estará tan asolado por las enfermedades que ninguna ayuda humana bastará. Solamente los que pongan su fe en Dios y busquen la sanidad divina, se salvarán de lo peor que está por venir. La sanidad divina no es una medida de último recurso para los que no han dado los demás pasos; es el fundamento sobre el cual descansa toda sanidad. Haga todo lo posible por protegerse, ¡pero no deje a Dios de lado!
El doctor Tom Frieden, director del Centro para el control y prevención de enfermedades de los Estados Unidos, escribió: "La resistencia a los antibióticos es un problema mundial. Las nuevas formas de fármacorresistencia pueden cruzar fronteras internacionales y propagarse entre continentes con facilidad. Muchas formas de resistencia se extienden a gran velocidad. Los líderes en salud mental han descrito los microorganismos fármacorresistentes como ‘bacterias de pesadilla’ que encierran una ‘amenaza catastrófica’ para los habitantes de todos los países del mundo".
El Centro estima que en los Estados Unidos más de dos millones de personas adquieren infecciones fármacorresistentes cada año y que por lo menos 23.000 mueren de ellas. Además, casi 250.000 personas requieren atención hospitalaria cada año por infecciones de clostridium difficile, y por lo menos 14.000 de estos casos resultan mortales. Muchas de estas infecciones eren prevenibles".
Haciendo eco de estas ideas, la profesora Dame Sally Davies, principal asesora médica para Inglaterra, escribió en el 2013: "Estamos perdiendo la batalla contra las enfermedades infecciosas. Las bacterias están contraatacando y se hacen resistentes a la medicina moderna. En una palabra, ¡los fármacos no funcionan!".
Aproximadamente, 1.200.000 pacientes hospitalarios en el mundo padecen infecciones bacterianas y 90.000 de ellos mueren. Se estima que el 70 por ciento de las bacterias poseen resistencia a uno o más antibióticos.
¿Captó usted la urgencia en estas palabras? Abocados a una "era postantibióticos"… Muertes por "infecciones comunes y lesiones menores"… "El mundo debe cambiar urgentemente"… "Puede afectar a cualquier persona"… "bacterias de pesadilla"… "amenaza catastrófica"… "Los fármacos no funcionan". Todo ello indica que estamos en graves apuros. Se avecina una crisis y se nos están agotando el tiempo y la capacidad de defendernos. Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud, dijo lo siguiente ante los delegados a la Cumbre de la Salud Mundial en Berlín, Alemania, el 11 de octubre del 2015: "El aumento de la resistencia a los antimicrobianos constituye una crisis sanitaria de dimensiones mundiales". Si las tendencias actuales continúan, será "el fin de la medicina moderna tal como la conocemos".
¿Estaremos destinados a perder la batalla contra las enfermedades infecciosas, o bien, encontraremos maneras de conquistar definitivamente a las superbacterias? Sin duda, podemos guardar la esperanza de que la investigación médica produzca adelantos, pero es posible que la ciencia quede a la zaga de los acontecimientos. Las superbacterias se están fortaleciendo y extendiendo inexorablemente. Puede llegar el momento en que broten de un modo que aflija a la creciente población mundial con pandemias destructoras que no seamos capaces de contener. De hecho, esto es lo que profetizan las páginas de la Biblia. Llegará el día cuando ninguna intervención médica podrá detener el avance arrollador de las enfermedades y la muerte.
Jesucristo indicó varias señales que anunciarían su regreso al planeta Tierra. Entre estas habrá guerras, hambrunas y plagas oenfermedades (Mateo 24:7). Mateo agrega que esto es solo "principio de dolores" (v. 8). Efectivamente, estas tres señales han estado presentes en casi toda la historia humana. Pero el pasaje sugiere que son factores que se agravarán con el tiempo a medida que nos acercamos a la venida de Jesucristo.
El pasaje en Apocalipsis 6 es aún más explícito. La visión de Juan, inspirada por el propio Jesucristo, proyectó al apóstol hacia el futuro a un momento que llamó el "día del Señor" (Apocalipsis 1:10). En el contexto del libro, esto se refiere a un período de hechos sin precedentes que señalan el fin del gobierno del hombre sobre el planeta Tierra, y la total intervención divina en los asuntos mundiales. Será un tiempo de perturbación tal, que si Cristo no interviene, toda vida en la Tierra se extinguirá (Mateo 24:21-22).
Los primeros cuatro sellos en Apocalipsis 6 suelen denominarse los cuatro jinetes del Apocalipsis. La figura montada en el caballo blanco lleva un arco (símbolo de conquista) y una corona, y sale a conquistar. El jinete del caballo bermejo (rojo) trae guerra. El del caballo negro trae hambre. El que viene montado en un caballo amarillo trae la muerte (griego thanatos) y el sepulcro. Aunque no se identifica directamente como el portador de plagas o enfermedades, a ellas realmente se refiere. Es importante señalar que los cuatro jinetes salen juntos, matando por el camino con espada, con hambre, con mortandad (muertes causadas por epidemias, DRAE) y con las fieras de la Tierra. Los cuatro azotes arrasan con "la cuarta parte de la Tierra". Esta frase lleva la aterradora connotación de que uno de cada cuatro seres humanos en la Tierra morirá en ese período anterior a la intervención de Jesucristo. Si es así, la pérdida de vidas será algo realmente impresionante y sin precedentes en la historia. Es interesante notar que las Escrituras no hablan del tamaño de las "fieras" que matarán a tantas personas. ¡Las superbacterias nos recuerdan que el microrganismo más diminuto puede ser tan mortífero como el más grande de los carnívoros!
Para nuestra actual generación, que ha crecido pensando que estamos derrotando las enfermedades y que las seguiremos derrotando, la narrativa bíblica quizá parezca poco creíble. Sin embargo, las perturbaciones grandes de la sociedad civilizada frecuentemente dan origen a una cabalgata de jinetes de guerra, hambre y enfermedades. De tiempo en tiempo lleva la delantera uno u otro de ellos: la guerra puede generar hambre y enfermedades, pero las hambrunas y enfermedades también pueden precipitar guerras. Si las superbacterias se convierten en parte de la mezcla, ¿y por qué no? El efecto combinado será aún mayor.
Sin duda, muchos de quienes leen estas palabras estarán con vida para presenciar estos sucesos. La Santa Biblia dice, por autoridad divina, que llegará el día en que la delgada y tenue "corteza de civilización" que disfrutamos se va a deshacer delante de nuestros ojos. ¡Podría incluso decirse que ya está ocurriendo en varios países! Pero la guerra, el hambre y las plagas se saldrán de todo control cuando los cuatro jinetes emprendan su fatídica cabalgata por la Tierra.
Felizmente, la buena noticia es que el sufrimiento que ellos van a infligir se acabará cuando Jesucristo intervenga para salvar al mundo y establecer el Reino de Dios sobre toda la Tierra. Entonces dará comienzo una era sin precedentes de paz y felicidad, cuando las guerras, hambrunas y plagas, incluidas las superbacterias, dejarán de ser una amenaza y un problema.