La gran crisis migratoria europea | El Mundo de Mañana

La gran crisis migratoria europea

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El 7 de enero del 2016, The Economist presentó el siguiente comentario: "Pronto Europa tendrá más barreras físicas en sus fronteras que durante la Guerra Fría. La actual crisis de refugiados, unida al conflicto de Ucrania con Rusia, llevó a los gobiernos en el 2015 a planear y erigir muros y cercas fronterizas en todo el continente. Desde la caída del muro de Berlín, más de 40 países en el mundo han levantado cercas contra más de 60 vecinos. La mayoría se justifican en una preocupación por la seguridad y la prevención de la inmigración ilegal".

Las imágenes desconcertantes y espantosas de un extraordinario fenómeno moderno llenan nuestras pantallas de televisión y persisten en nuestra memoria: la migración sin tregua de cientos de miles de seres desesperados, que se abren paso hasta Europa provenientes de las naciones musulmanas sumidas en guerra; una migración que no da indicios de parar.

Pequeños botes inflables, peligrosamente repletos hasta el tope, con migrantes que huyen de la muerte cruzando el Mediterráneo y el Egeo; multitudes hambrientas y frustradas expresando su ira ante los esfuerzos de oficiales fronterizos por contenerlas y controlarlas. Columnas interminables de migrantes que se dirigen con paso lento pero resueltos por caminos y vías, atravesando campos y siguiendo vías férreas; migrantes desengañados, furiosos al topar con cercas de alambre de púas que impiden su paso a la libertad. La manifestación emocionada de padres consternados y de madres angustiadas que, con sus preciosos hijos, se hallan por fin en tierras protegidas.

¿Quién podrá olvidar a abril del 2015, mes en que cinco lanchas que llevaban casi 2.000 migrantes se hundieron cerca de la isla italiana de Lampedusa, y 1.200 personas murieron ahogadas; o el 27 de agosto cuando en una carretera de Austria se encontró un camión maloliente y abandonado, con los cuerpos de 71 migrantes, entre ellos varios niños; o la escalofriante foto en septiembre del cuerpo sin vida del pequeño Alan Kurdi, niño sirio de 3 años, que apareció traído por las olas en la costa mediterránea cerca de Bodrum, Turquía?

En el año 2015, casi 4.000 personas se ahogaron trágicamente en su lucha por llegar a Europa. Los traficantes de seres humanos y el crimen organizado, sin mayor interés por la seguridad, cumplieron un papel grande en este traslado lucrativo e ilegal de personas. Y no obstante, continúan viniendo y una marejada al parecer indetenible de seres humanos prosigue su curso hacia Europa.

En el 2015, más de un millón de personas llegaron por vías ilegales, principalmente por Grecia, Bulgaria e Italia y algunos por España, Malta y Chipre. En enero, un caudal de 50.000 en ese mes, no mostraba señales de amainar; pese al deterioro del tiempo, al bajón de las temperaturas, a los muchos enfermos y otros muchos trágicamente ahogados. La ONU ha calculado que en el 2016 probablemente llegará otro millón, y la comisión de la Unión Europea sugirió que podrían ser hasta tres millones.

No es de sorprender que los medios informativos llamaran al 2015 el "año del migrante", dado el éxodo de proporciones bíblicas que persistía en los titulares de la prensa. La migración a Europa llegó a ser un virtual sunami, con seres desesperados que, resueltos a huir de la violencia y la privación en sus países nativos, venían en busca de una vida mejor para sí y para sus familias.

Esta migración masiva se ha convertido en el desafío político central de Europa y ha generado tensiones enormes, grandes divisiones políticas y riñas incesantes sobre cómo manejar y resolver la crisis. Y como es natural, suscita preguntas importantes: ¿Por qué está ocurriendo esta migración tan arrolladora y cuáles son sus causas? ¿Qué cambios producirá este impacto sobre Europa? ¿Podemos situar tan extraordinario traslado humano dentro de un contexto bíblico más amplio? Estas son preguntas que examinaremos en el resto del artículo.

Anatomía de un éxodo moderno

Las naciones europeas siempre han mantenido una inmigración administrada y de niveles saludables, pero el fenómeno actual es enteramente diferente, alejado de los procedimientos migratorios normales. Se compone en su totalidad de migrantes "ilegales", que llegan afligidos pero con la esperanza de que no los rechacen. Son parte de una crisis continua que cada día empeora; en parte son refugiados genuinos que huyen para salvar su vida, y en parte son migrantes económicos en busca de una vida más próspera.

Entre el 2007 y el 2011, grandes números de migrantes ilegales del Oriente Medio, África y el Sur de Asia; intentaron llegar a Europa por vía de Turquía y Grecia, pero la ruta quedó bloqueada por la construcción de una cerca en la frontera entre estos dos países. Entonces los viajes por mar se convirtieron en el recurso alterno para migrantes desesperados que buscaban una vida más segura, pacífica y próspera. En particular, la posguerra de la revolución Libia en el 2011 generó un marcado aumento en el tránsito de migrantes desde la costa de Libia, por la vía del Mediterráneo e Italia, considerada la más mortífera del mundo.

Después de un naufragio terrible en el 2013 cerca de Lampedusa, que cobró la vida de más de 360 migrantes, el gobierno italiano montó una operación naval de búsqueda y rescate a gran escala. Agotados los fondos disponibles en Italia para esta operación, la entidad fronteriza europea Frontex asumió la tarea. Ambas operaciones fueron limitadas por la falta de fondos, pues unas naciones de la Unión Europea se oponían, temerosas de que más personas se animaran a emprender la peligrosa travesía, con más muertes trágicas e innecesarias. En el 2015, y con el objeto de manejar mejor el problema, la Unión Europea decidió lanzar una nueva iniciativa de control fronterizo en el Mediterráneo.

No obstante, y pese también a la reducción del tráfico por el Mediterráneo desde el Norte de África, cuando se hallaron mejores vías para llegar a Europa, el número total de migrantes ha seguido aumentando masivamente. La actual ruta de preferencia va por Turquía a Grecia en lancha, y de allí por tierra al Sureste de Europa. El lugar de destino para muchos es Alemania, en especial cuando la canciller Ángela Mérkel declaró que su país tendría una política de puertas abiertas, aceptando a todo el que deseara venir. No es extraño que el caudal de migrantes haya aumentado rápidamente al difundirse la noticia, pues se trataba de una oportunidad única en la vida de lograr un nuevo comienzo y un futuro más próspero.

Calcular los números con precisión resulta difícil y confuso, pues la crisis continúa avanzando, pero las cifras al escribirse este artículo sugieren que 821.000 migrantes llegaron por Grecia en el 2015, casi todos en lancha. Otros 150.000 llegaron a Italia, también por lancha, y más de 30.000 viajaron por tierra atravesando Turquía y Bulgaria. La mayoría de ellos provenían de sociedades asoladas por la guerra, donde gobiernos competentes y consensuales se han desmoronado y quedaron reemplazados por bombas y balas; y donde el odio y la enemistad prosperan sin límites.

Las causas fundamentales

El avance de la llamada primavera Árabe por África del Norte, que comenzó en Túnez en diciembre del 2010 y luego se extendió a Libia, Egipto, Yemen, los Estados del Golfo y después Siria; generó conflictos internos grandes y, en algunos casos, la caída de los gobiernos en esos países. Lo que comenzó como una serie de protestas contra la pobreza y el alza en el precio de los alimentos en Argelia, y contra un gobierno autocrático en Libia que culminó con la muerte de Gadafi, y en Egipto con el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak en el 2011; pronto se convirtió en una lucha por el alma islámica, dando origen a una serie de crisis en aquellas naciones.

El derrumbamiento continuado en Afganistán e Irak, sumado a los conflictos en Somalia, Sudán, Eritrea y Nigeria; también han contribuido a la situación migratoria. Sin embargo, la migración más numerosa se desató a raíz de los acontecimientos en Siria.

Lo que empezó como un levantamiento civil en el 2011 pronto se convirtió en rebelión armada y luego en guerra civil abierta. En el 2013 grupos de yihadistas extremistas formaron el llamado Estado Islámico Suní (EI), y establecieron en el Norte de Siria un califato islámico que se extendía hasta Irak. Esto multiplicó la violencia, la represión y los temores del pueblo. En el 2015 la violencia general aumentó cuando Turquía se sumó a la lucha aérea contra Asad, y Rusia intervino con su fuerza aérea para apoyar a Asad contra el EI y contra la creciente coalición conocida como el Ejército Libre Sirio. Lo que había comenzado como una coalición militar de bombardeos aéreos en Irak, encabezada por los Estados Unidos, pronto incluyó a Siria en un intento por debilitar y destruir el barbárico califato del EI en Siria e Irak; evitando a la vez la presencia de tropas norteamericanas.

À finales del 2015 unos 250.000 sirios habían muerto en la guerra. Algunas estimaciones indican que había unos nueve millones de sirios desplazados de sus hogares y que otros cuatro millones abandonaron el país: dos millones rumbo a Turquía, más de un millón rumbo al Líbano y 630.000 rumbo a campamentos de refugiados en Jordania. Esta es la realidad catastrófica de la cual huye la gente en su esfuerzo por alcanzar tierras europeas y un nuevo comienzo en la vida.

Impacto sobre la Unión Europea

Todo esto encierra la posibilidad de transformar a Europa de muchas maneras, algunas de ellas obvias y otras más difíciles de predecir. Es claro que la crisis de los migrantes amenaza la existencia de la Unión Europea en su forma actual.

Siguiendo el ejemplo compasivo de la canciller Mérkel, Alemania se ha mostrado como un país solidario, acogedor, confiado y fuerte; y esto ha tenido un efecto positivo sobre el resto de la Unión Europea. Pero positivo o no, el hecho es que sobre los servicios sociales, la vivienda, la educación y el empleo se están viendo ya presiones que no pueden sino agravarse. La crisis está generando cada vez más críticas por exceso de "indulgencia" con los migrantes. La canciller Mérkel está jugando con fuego y ha tenido que endurecer sus políticas. Si las cosas empeoran, y es posible que así sea, el pueblo alemán puede darle la espalda.

La Unión Europea y Alemania tendrán que frenar radicalmente el flujo de migrantes para que Europa no se deshaga. Inicialmente todos los migrantes sirios se clasificaban automáticamente como refugiados y merecedores de asilo, pero esto puede cambiar si las naciones europeas continúan reaccionando contra el caudal arrollador de refugiados. Ya se están imponiendo normas mucho más rígidas y rápidas en el registro, clasificación y asentamiento de migrantes y en las restricciones a los beneficios sociales. Los migrantes "económicos" que no buscan refugio sino más prosperidad, especialmente los que vienen de zonas generalmente pacíficas, encuentran que se les niega la condición de asilados y se les envía a otros lugares. No habrá tolerancia para inmigrantes que violen la ley, como hicieron varios centeneras en la noche de año nuevo, llegando al extremo de cometer hurtos y atentados sexuales en varias ciudades alemanas.

Lo que empezamos a ver son medidas mucho más fuertes para fortalecer las fronteras externas de la Unión Europea. Si se ha de conservar la casi sacrosanta libertad de tránsito entre el territorio europeo, es decir el acuerdo de Schengen sobre una zona sin fronteras ni pasaportes, compartida por 26 naciones europeas, tiene que haber fronteras externas seguras. Si las fronteras no pueden asegurarse, continuarán llegando ríos de inmigrantes que serán una amenaza para la estabilidad nacional y con ello, posiblemente, el desmembramiento de la Unión Europea. Ya hemos visto la suspensión temporal del acuerdo de Schengen con la construcción de cercas fronterizas nacionales y la imposición de controles más fuertes. Por ejemplo, Inglaterra, que no es miembro de Schengen, ha bloqueado casi por entero la llegada de migrantes provenientes de Francia por Calais y el túnel de La Mancha; a la vez que acepta los que ella misma escoge directamente en los campos de refugiados de Siria y sus alrededores.

La Unión Europea desea establecer un sistema centralizado de cuotas de migrantes en que el número de refugiados se reparta equitativamente entre los países miembros. La oposición ha sido grande. La manera como la Unión Europea maneje tan delicado tema decidirá si la Unión sobrevive en su forma actual. El reto de financiar la crisis de los migrantes de modo equitativo es otro polvorín, y las opiniones varían ampliamente entre las naciones miembros.

La mayor parte de los migrantes que entran en Europa son de religión musulmana. Sumar entre uno y tres millones o más de musulmanes a la región es algo que encierra enormes consecuencias políticas, sociales y de seguridad. Claro está que la mayoría de los musulmanes son gente responsable y respetuosa de la ley. Son personas trabajadoras que se convierten en ciudadanos rectos y honestos. Aun así, tardarán algún tiempo en asimilarse y adaptarse a la vida en Europa. También hay una minoría que puede tener inclinaciones extremistas. Una gran lección del sanguinario atentado en París fue que algunos terroristas habían entrado en Europa haciéndose pasar por migrantes. ¿Estará Europa echando leña al fuego de futuras atrocidades terroristas? Es una posibilidad que sin duda exigirá mayor vigilancia y que les quita el sueño a algunos funcionarios.

Otro punto de prelación urgente es cómo manejar los problemas fundamentales en los países de origen de los migrantes, problemas que son la raíz de la crisis. La tarea exigirá una visión enorme, razonamiento sano y quizás ayuda económica y aun militar allí donde sea necesaria. Prepárese para ver más iniciativas de la Unión Europea y de Alemania en los próximos meses.

En un mensaje sobre el Estado de la Unión pronunciado en septiembre del 2015, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, hizo comentarios amplios y futuristas sobre el rumbo y desempeño de la Unión Europea. Pidió más política, más Europa y más unión. Pidió mucho más reforma, progreso más rápido en varios frentes y un mejor manejo de la crisis migratoria. Igualmente, resaltó medidas que favorecieran una moneda única más fuerte, una economía más competitiva, una mayor presencia en el mundo y un trato justo para el Reino Unido. De otros planes de la Unión se ha dicho poco, pero el público los espera con gran interés. Se trata de planes, que no se darán a conocer hasta en el 2017, sobre importantes estipulaciones que definan un núcleo central de naciones satisfechas con la idea de una Europa federal y una periferia de naciones con una afiliación menos sólida. Europa está cambiando rápidamente y la crisis migratoria ha comenzado a actuar como catalizador del cambio.

El Reino Unido, que es sumamente sensible al tema de inmigración, piensa celebrar un referendo antes de fines del 2017 para decidir si continuará como parte de la Unión Europea. Su partida tendría repercusiones enormes sobre la Unión y también sobre el Reino Unido. Probablemente intensificaría las llamadas nacionalistas escocesas para abandonar el Reino Unido pero seguir dentro de la Unión Europea.

En este ambiente, la sobrevivencia de la Unión Europea en su forma actual se encuentra amenazada por muchos lados. En particular, una Alemania fuerte se opondrá con ahínco a cualquier política que desestabilice la Unión y castigue a la nación más fuerte, Alemania, para subsidiar a las débiles. Dada una crisis de magnitud suficiente, un grupo "central" de las actuales naciones europeas podría separarse y convertirse en una poderosa fuerza europea nacionalista, con inclinación hacia la derecha como reacción contra fuerzas externas económicas y religiosas consideradas ajenas a las raíces históricas del Continente.

¡Una crisis mundial sin precedentes!

Desde una perspectiva bíblica, todo lo anterior habla del final de una era: un tiempo de "guerras y de sediciones" (Lucas 21:9), tiempo de creciente "angustia de las gentes" (v. 25). La crisis migratoria europea es un resultado directo de las guerras, de la incapacidad del hombre para resolver sus asuntos pacíficamente. Al mismo tiempo es parte de un panorama más amplio de malestar mundial. Según la ONU, al cierre del 2015 había 60 millones de desplazados por la fuerza en el mundo, ¡la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial! Las señales indican que las cosas empeoran. No hemos llegado, pero sí nos acercamos, al punto predicho en la Biblia en que el mundo alcanzará su mayor crisis, de la cual solamente saldremos con vida por la intervención directa de Jesucristo en los asuntos del mundo (Mateo 24:21-22).

Los esfuerzos de la humanidad por gobernarse a sí misma han sido imperfectos en el mejor de los casos y desastrosos en el peor. Pese al canto de sirena del relativismo moral, hay que decirlo, unos gobiernos son mejores que otros. ¿Cuál es la perspectiva de Dios en lo concerniente a los gobiernos? ¡Lo que toda nación y todo el mundo precisan es un gobierno eficaz y recto basado en las leyes de Dios! Esto traería paz, prosperidad, satisfacción y verdadera felicidad. ¡Demos gracias porque viene un gobierno así! Dios ya está poniendo en movimiento los preparativos.

Considere que cuando Jesucristo regrese a la Tierra, surgirá un capítulo enteramente nuevo en lo que respecta al gobierno del mundo. "Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite" (Isaías 9:6-7). Apocalipsis 11:15 nos dice que un día los cristianos verdaderos dirán con alegría: "Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos". Ruegue a Dios que venga ese maravilloso Reino. Haga su parte para prepararse. Para saber más sobre este glorioso tiempo en el futuro no tan distante, le ofrecemos gratuitamente nuestro folleto informativo e inspirador titulado: Catorce señales que anuncian el retorno de Cristo.

¡Venga tu Reino!

No nos equivoquemos. Aunque usted y yo deseemos lo contrario, la profecía bíblica dice que se avecina el momento culminante en la historia del mundo. Dios mismo ha expuesto el desarrollo final de los hechos que llevarán inexorablemente al final de la era. Aunque la mayoría de quienes se dicen cristianos lo ignoran, este es el mensaje que Jesucristo predicó tan reciamente cuando estuvo en la Tierra, y es el mensaje que, según sus instrucciones, sus seguidores deben proclamar ahora. Jesús lo llamó el evangelio del Reino de Dios (Marcos 1:14-15). Es un mensaje profundo de esperanza, de un mundo muy superior al que habitamos ahora; un mundo sin guerras, sin violencia, donde no habrá odio ni enemistades. Será un mundo bajo el gobierno perfecto del "Príncipe de paz", donde no habrá guerras y la gente no se sentirá obligada a huir de su país en busca de refugio. En una palabra, será un mundo cuando los grandes problemas que hoy afronta Europa habrán dejado de existir. Gracias sean dadas a Dios porque su Reino vendrá pronto, antes de que la humanidad llegue al borde de la autodestrucción… ¡y más allá!

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