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¿Por qué está lleno el mundo de religiones diferentes? ¿Cuál es el origen de tantas ideas divergentes que han persistido siglo tras siglo? La Biblia ofrece un punto de vista muy informativo, que muchos pasan por alto, y da respuestas claras a esta incógnita.
Dios guía el curso de la historia para cumplir un propósito. “Lleva las naciones al apogeo y luego las destruye” (Job 12:23, RV actualizada). La Edad del Bronce llegó a su fin alrededor del año 1200 ac, en un período de cambio trascendental que se cuenta entre los más desastrosos de la historia. Fue entonces cuando Dios hizo surgir a la nación de Israel como una luz para el antiguo mundo pagano. Sin embargo, los israelitas olvidaron a Dios, dejaron de lado sus leyes y se fueron tras otros dioses (Jeremías 5:19; 9:13). Como resultado, entre el año 722 y el 586 ac, las diez tribus del Norte fueron llevadas por Asiria en cautiverio y las dos tribus del Sur fueron llevadas en exilio a Babilonia… y su “luz” se extinguió. No fue al azar que la desaparición de este pueblo escogido ocurrió durante otro período de cambio histórico, coincidiendo esta vez con el auge de las grandes religiones del mundo.
Algunos historiadores le dan al cambio histórico, ocurrido en el milenio anterior a Jesucristo (900-200 ac), el nombre de “la era Axial”. Se trata de un período caracterizado por una extraordinaria explosión de actividad intelectual, que se convirtió en la fuente principal de la mayor parte de las actuales tradiciones religiosas”. La era Axial vio el surgimiento de destacados filósofos en Grecia, la difusión del hinduismo, el budismo y el jainismo en la India, el zoroastrismo en Persia, el judaísmo en Israel y el confucianismo y el taoísmo en China. Parece que estos sistemas de creencias, todos diferentes pero que exhibían una sorprendente semejanza en sus preocupaciones fundamentales acerca del significado de la vida, el bien y el mal y lo que ocurre después de la muerte, surgieron en diferentes partes del mundo aproximadamente al mismo tiempo. La conocida autora británica Karen Armstrong describe este período de la historia humana como uno en el cual “unos genios espirituales y filosóficos abrieron el camino a experiencias humanas de un tipo totalmente nuevo” (La gran transformación).
Los historiadores no saben en realidad qué causó el estallido de la actividad espiritual que, durante la era Axial, dio origen a sistemas religiosos y filosóficos que todavía predominan en nuestro mundo. Karen Armstrong sugiere que fue una reacción a la violencia sin precedentes de la época. Otros piensan que el auge simultáneo de ideas religiosas se debió a la extensión del comercio, la vida urbana, el intercambio global y la prosperidad creciente. Y hay quienes consideran que los cambios coincidentes en China, la India, Israel y Grecia; países muy distantes entre sí, parecen demasiado extraordinarios para descartarse como algo accidental. Efectivamente, algunos sugieren que este período, en el cual los hombres procuraron hallar respuestas a las grandes incógnitas de la vida, fue en realidad un tiempo de “intervención divina” y un período en el cual Dios reveló verdades morales a la humanidad, lo cual implica una fuerza directriz intencional en el desarrollo de la historia. ¿Habrá sido cierto que Dios estaba revelando verdades espirituales al mundo por medio de esas tradiciones diversas y rivales?
Una mirada más atenta a los pensadores de la era Axial resulta informativa. No es que Dios los haya guiado a descubrir verdades espirituales universales, sino que cada sabio siguió su propia mente y camino en busca de respuestas a las grandes incógnitas; y esas respuestas se contradecían a menudo. Confucio recopiló los dichos sabios de los antepasados sin mencionar ninguna inspiración divina. Los filósofos griegos confiaban en la mente humana racional con ayuda de la percepción mística de sus oráculos.
Mientras meditaba bajo un árbol, Buda llegó a la conclusión de que el sufrimiento se debía al deseo humano y que la finalidad más elevada sería extinguir todo deseo; no hacerlo llevaría a un nuevo nacimiento en estado angélico, humano o animal dependiendo de cómo se había vivido. No hay nada parecido entre las creencias de Confucio y de los griegos. En realidad es poca la religión en la era Axial, excepto lo que enseñaron los profetas que aparecieron al mismo tiempo en Israel, que guarde algún parecido con el monoteísmo bíblico o con el significado de la vida revelado en la Biblia.
Karen Armstrong observa: “La mayoría de los filósofos de la era Axial no tenían interés alguno en doctrinas… Lo que importaba no era lo que uno creía, sino cómo se comportaba… Si las personas se comportaban con amabilidad y generosidad hacia su prójimo, podían salvar el mundo”. Tristemente, los esfuerzos mentales de los genios espirituales y filosóficos en la era Axial nos dejaron un legado de visiones del mundo que chocan entre sí, y un confuso surtido de ideas acerca del propósito de la vida. ¿Acaso fue esta la obra de un Dios sabio y omnisapiente?
Muchos historiadores y teólogos descartan la importancia histórica de la Biblia. En el mejor de los casos, la ven como un rival más de Confucio, Buda y la filosofía griega. No obstante, las Escrituras plantean una perspectiva teológica de la historia que no se encuentra en ninguna otra fuente. En la Biblia, los elementos clave de la historia se registran desde la perspectiva de Dios. En un claro contraste con el espíritu de la era Axial que confiaba en la razón humana. La Biblia nos advierte: “No te apoyes en tu propia prudencia” (Proverbios 3:5). Los estudiosos de religiones comparadas pueden especular que en la era Axial, Dios estaba revelando verdades universales a los pensadores que buscaban respuestas en su propia mente, pero las Escrituras afirman que la fuente de la verdad es la Palabra de Dios (Salmos 119:142, 160; Juan 17:17).
Además, a la luz de las ideas divergentes sobre el propósito y finalidad de la vida, entre las diferentes visiones del mundo que surgieron durante la era Axial, la Biblia plantea el principio de que “Dios no es Dios de confusión, sino de paz” (1 Corintios 14:33); con lo cual indica que Dios no está detrás de la caótica divergencia de religiones y sistemas filosóficos que predominan en el mundo.
La Biblia revela que hay otra fuente, la cual la mayoría pasa por alto. En ella se afirma que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19), es decir, el poderoso ser espiritual llamado Satanás. La Biblia se refiere a él en varios lugares como el “príncipe de este mundo” (Juan 12:31; 14:30) y el “dios de este siglo” (2 Corintios 4:4), que ha cegado y engañado a los pueblos del mundo (Apocalipsis 12:9). Las religiones ideadas por hombres son producto de este mismo mundo. Israel fue un ejemplo para el mundo (Deuteronomio 4:6). Siendo así, y mirando el gran panorama de la historia, parece que Satanás aprovechó la caída final de la antigua Israel para crear y propagar religiones y sistemas filosóficos alternos que desviaban a la gente de las verdades espirituales reveladas en la Biblia. El auge de las religiones del mundo y la confusión religiosa que hoy vemos es el legado que nos dejó la era Axial, momento de cambio trascendental en la historia universal. No obstante, los israelitas, pueblo escogido por Dios, seguirían cumpliendo un papel central en los momentos decisivos de la historia, como veremos en esta columna en la próxima edición de esta revista.