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El arcoíris es hermoso y mucho más significativo de lo que la mayoría de la gente cree. No sólo es una señal de la fiel misericordia de Dios, sino que la Biblia también asocia el arcoíris con su trono y una poderosa revelación sobre el regreso de Jesucristo para establecer Su reino en la Tierra.
La mayoría de las personas están familiarizadas con la historia del arcoíris en Génesis. Debido a que la civilización se había vuelto sumamente malvada (Génesis 6:5), Dios inundó la Tierra con un diluvio. Sin embargo, Dios salvó a Noé, su esposa y su familia. Después, puso el arcoíris en las nubes como “señal del pacto” de que nunca más destruiría toda carne con un diluvio (Génesis 9:13-17). Aquí, el arcoíris simboliza la misericordia duradera del pacto de Dios.
Siglos más tarde, el profeta Ezequiel registró una visión de la representación del Eterno en su trono, rodeado por un resplandor “como un arcoíris”. Cuando Ezequiel vio “la semejanza de la gloria del Eterno”, se postró sobre su rostro y escuchó “la voz de Uno que hablaba” (Ezequiel 1:26-28). Luego, siglos más tarde, este mismo “Uno” “se despojó a Sí mismo” (Filipenses 2:7), y nacería como Jesucristo y luego moriría por los pecados del mundo (Juan 1:14, 18; 3:16). Después de su resurrección, este “Uno” nuevamente dio una descripción del trono de Dios, esta vez al Apóstol Juan: “…Y he aquí un trono establecido en el Cielo, y en el trono, Uno sentado... y había alrededor del trono un arcoíris” (Apocalipsis 4:2-3). Aquí vemos que un arcoíris rodea ahora el trono de Dios.
Curiosamente, las palabras parecen describir el arcoíris alrededor del trono de Dios como un círculo completo, y en la Tierra la única razón por la que no vemos arcoíris completamente circulares es porque los vemos al nivel del suelo. Cuando la luz del sol pasa a través de las gotas de agua a 42 grados con respecto al observador, aparecerá un arcoíris que tiene siete hermosos colores, lo cual también es significativo. Si bien la práctica de la “numerología” es pagana y los números no tienen poder espiritual intrínseco, Dios a menudo usa números para transmitir significado, y el número siete es un número muy significativo. Por ejemplo, el sábado es el séptimo día y hay siete días santos anuales, Apocalipsis 1 dice que hay siete espíritus de Dios y Apocalipsis 2 y 3 describe siete eras de la Iglesia.
La palabra hebrea sheba (שֶׁבַע) significa siete, que es una palabra hermana de shaba (שָׁבַע), que significa cumplir un juramento. Dios usa los siete colores visibles del arcoíris para conmemorar su antiguo juramento de nunca más destruir toda carne en la Tierra con un diluvio. Y tanto sheba como shaba comparten una raíz común: la palabra hebrea saba (שָׂבַע) que significa satisfacción, abundancia o plenitud. Dios es Todopoderoso (cf. Génesis 17:1, Apocalipsis 21:22), misericordioso (2 Corintios 1:3), ¡y también es la fuente de la verdadera abundancia! Como señala Santiago, “toda buena dádiva y todo don perfecto” proviene de Él (Santiago 1:17).
Más adelante en la visión de Juan, en Apocalipsis 10:1, antes de la séptima trompeta, ve descender un “ángel fuerte”, con un arcoíris sobre su cabeza. Este ángel poderoso anuncia que se debe dar una advertencia final a la Tierra antes del gran Día del Señor, cuando todos “los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y El reinará por los siglos de los siglos” (v. 7; 11:15).
No debería sorprender que Satanás haya intentado ocultar y falsificar lo que representa el arcoíris y degradar sus conexiones bíblicas. Satanás es el “padre de la mentira” (Juan 8:44) quien corrompe, falsifica y miente. Miente, diciendo que el pecado es libertad, miente sobre lo que representa el arcoíris y miente sobre todo lo que Dios hizo bueno. Pero la Biblia deja claro que el arcoíris es una señal que Dios creó para recordarle al ser humano su misericordia y su fidelidad duradera. Él lo usa para decorar su trono de justicia en el Cielo y lo asocia con sus mensajeros divinos. Como deja claro el libro del Apocalipsis, el fin del gobierno de Satanás y sus mentiras se acerca rápidamente. Hasta entonces, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos nosotros (22:20–21).