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Oremos por nuestros líderes

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En las últimas dos décadas hemos visto una dramática decadencia en el respeto a quienes ocupan posiciones de liderazgo. Una actitud de odio y fuertes críticas hacia los rivales políticos impregna la sociedad. En una época de crecientes dificultades y agudizadas emociones, ¿cuál debe ser la actitud de los cristianos hacia los líderes que se perciben como “malos”?

Los líderes mundiales toman decisiones que no siempre tienen efectos o resultados positivos, y los efectos negativos de sus acciones pueden ser difíciles de ignorar. Es posible que no siempre estemos de acuerdo con sus decisiones; sin embargo, si una política o decisión no transgrede las leyes o los estatutos morales de Dios, debemos pedirle a Dios que los guíe.

Sí, todos deberíamos sentirnos indignados por las decisiones que violan las leyes de Dios, como la normalización de la homosexualidad, el transgénero y la pedofilia; el impulso de la teoría crítica de la raza y la lucha de clases; la feminización de los hombres y la masculinización de las mujeres; un gasto público descontrolado, imprudente y sin autocontrol; y la lista continúa.

Es preocupante ver a líderes seculares imponiendo el libertinaje inmoral a los ciudadanos, y es difícil no sentirse frustrado con ellos. ¿Cuál es nuestra respuesta a estas situaciones? ¿Avivamos las llamas de la ira o nos unimos a protestas para expresar nuestra opinión y frustración?

Dios enseña un enfoque diferente y revolucionario hacia los líderes, incluso los cuestionables. “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos” (Romanos 13:1-2).

Note que este pasaje no dice aprobar o someterse a ordenanzas contrarias a las leyes de Dios. Simplemente fomenta el respeto hacia las autoridades y la sujeción a ellas en asuntos que no entran en conflicto con el camino de Dios, porque Dios las ha puesto sobre nosotros. Cuando Sadrac, Mesac y Abed-Nego se negaron a someterse a una ordenanza real que exigía la desobediencia a los mandamientos de Dios, lo hicieron con respeto por el cargo que tenía Nabucodonosor: “Oh Nabucodonosor, no necesitamos defendernos delante de usted. Si nos arrojan al horno ardiente, el Dios a quien servimos es capaz de salvarnos. Él nos rescatará de su poder, su majestad; pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro ante usted que jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua de oro que usted ha levantado” (Daniel 3:16–18, Nueva Traducción Viviente).

Aunque no aprobemos las políticas de un líder, no debemos faltarles el respeto con nuestras palabras y acciones. Si lo hacemos, estamos resistiendo a Dios y trayendo juicio sobre nosotros mismos. Podemos hacer esto de maneras que a veces se pasan por alto o de manera descuidada. ¿Compartimos o damos “me gusta” a publicaciones antisistema en las redes sociales o publicaciones que se burlan de los líderes? ¿Aplaudimos la falta de respeto hacia los cargos de liderazgo? ¿Criticamos casualmente a quienes están en el poder?

En lugar de responder a la negatividad con negatividad, tome el camino más angosto, el menos transitado: ore por sus líderes. Ore para que puedan entrar en razón y tomar decisiones en armonía con la verdad y el llamado de Dios. “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:1–4).

El apóstol Pablo escribió esas palabras alrededor del año 64 y 65 d.C. Eso significa que el notorio emperador romano César Nerón estaba en el poder, el mismo Nerón que se casó con un hombre y fue la novia en la ceremonia, a quien se le atribuye haber quemado a Roma por sus propios deseos egoístas y que persiguió severamente a los primeros cristianos. Sin embargo, en lugar de criticar a las autoridades romanas, Pablo fue inspirado para animarnos a orar por nuestros líderes para que lleguen al conocimiento de la verdad, que conduce al arrepentimiento y la salvación. ¡Eso es algo que debemos desear para todos los seres humanos!

Oremos para que nuestros líderes tomen mejores decisiones y para que podamos ver el bien en lo que están haciendo. Oremos para que lleguen al conocimiento de la verdad. Veamos el panorama general y oremos para que podamos vivir una vida tranquila y pacífica con piedad y reverencia. ¡Oremos por nuestros líderes!

Asegúrese de buscar más recursos vitales sobre el tema del liderazgo y la responsabilidad del cristiano hacia los líderes y gobiernos de todo el mundo en el sitio web de El Mundo de Mañana, incluyendo el comentario No hable mal de un gobernante.