Un llanto no escuchado | El Mundo de Mañana

Un llanto no escuchado

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Probablemente haya escuchado una expresión emocional en su programa de televisión favorito o en las noticias. Una voz llena de preocupación narra una historia inquietante de sufrimiento y privaciones, mientras un perrito tembloroso gira su rostro desamparado hacia la cámara. La narración continúa con imágenes de otros animales abandonados, dando detalles de perros y gatos abandonados que necesitan desesperadamente refugio, comida, atención veterinaria y adopción por parte de dueños cariñosos. Estos animales indefensos no pueden llorar ni hablar por sí mismos, y su triste situación se magnifica con música apropiada y un sincero llamado a contribuciones para financiar su ayuda.

Sin duda, cuidar de los animales de todo tipo es lo correcto. De hecho, la Biblia aborda este tema claramente. Dice en el libro de Proverbios: “El justo cuida de la vida de su bestia” (Proverbios 12:10). Incluso los observadores diligentes del sábado debían cuidar de su ganado si caían en apuros ese día. Por ejemplo, Jesucristo dijo: “¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en día de reposo?” (Lucas 14:5). Jesús también dijo: “cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?” (Lucas 13:15). Es evidente que el cuidado de la salud y el bienestar de las mascotas y el ganado es una obligación reconocida por toda persona razonable y bondadosa.

Sin embargo, incluso ahora se abandona intencionalmente una obligación mucho mayor de proteger y cuidar de seres indefensos. Desde la decisión Roe v. Wade de la Corte Suprema de los Estados Unidos en 1973, más de 60 millones de niños no nacidos han sido asesinados por medio del aborto.

¿Qué piensa el Dios Creador sobre esta práctica? La Biblia aborda el derramamiento de sangre inocente con un lenguaje claro y contundente. Si nos remontamos a la época de Adán y Eva, después de su expulsión del jardín del Edén, vemos que sus dos hijos no se llevaban bien. Caín, en un ataque de ira, asesinó a su hermano, el justo Abel. Cuando Dios confrontó a Caín por su crimen, le dijo: “La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Génesis 4:10).

En Proverbios 6:16-19, encontramos una lista de siete cosas que Dios aborrece. Una que se destaca es “Las manos derramadoras de sangre inocente” (v. 17). ¿Puede haber sangre más inocente que la de un bebé humano no nacido o recién nacido? Cuando Dios denunció a Israel por desobedecerlo en todo momento, los acusó de infanticidio, declarando: “Incluso sacrificaron a sus hijos y a sus hijas… y derramaron la sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas… y la tierra fue contaminada con sangre” (Salmo 106:37-38).

Está claro que el derramamiento de la sangre inocente de los niños no nacidos contamina gran parte del mundo desarrollado.

El profeta Isaías también abordó este problema en su época, cuando se sintió inspirado a escribir: “Sus pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre inocente; sus pensamientos, pensamientos de iniquidad; destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos” (Isaías 59:7).

Mientras las legislaturas se inclinan ante las presiones políticas y los grupos de intereses especiales, y mientras los tribunales dan vueltas con demora e indecisión, llamando a la perversidad y al infanticidio “derechos civiles”, el Creador deja muy clara su voluntad. Al tratar con el antiguo Israel y Judá, el profeta Ezequiel se sintió impulsado a escribir “la tierra está llena de sangre, y la ciudad está llena de perversidad; porque han dicho: Ha abandonado El Eterno la tierra, y El Eterno no ve. Así, pues, haré Yo; Mi ojo no perdonará, ni tendré misericordia; haré recaer el camino de ellos sobre sus propias cabezas” (Ezequiel 9:9-10).

En otro tiempo y lugar, el Padre Fundador de los Estados Unidos, Thomas Jefferson, tenía una fatídica sensación por los pecados de los Estados Unidos cuando escribió: “Tiemblo por mi país cuando pienso que Dios es justo, que su justicia no puede dormir para siempre”. El Sr. Jefferson probablemente estaría aún más alarmado hoy.

Si bien la mayoría de la humanidad no escucha la voz de la sangre inocente, es seguro que Dios sí.

El mensaje que trajo Jesucristo debería resonar para todos los que tienen oídos para oír: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Los programas de El Mundo de Mañana y todas nuestras publicaciones están dedicadas a proclamar este mensaje.

Si desea tener más información sobre este tema y la verdad vital de lo que está por venir, asegúrese de leer "La realidad del aborto-Parte uno” y "Segunda parte" y vea “La caída de Roma: Lección para nosotros”, disponibles aquí en El Mundo de Mañana.