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El miércoles 6 de diciembre de 2017, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, hizo el histórico anuncio de que Jerusalén, la “Ciudad Santa” y la “Ciudad de la Paz”, sin lugar a dudas es la capital de Israel. Él se refería, por supuesto, al estado moderno de Israel. Al mismo tiempo, sin embargo, Jerusalén, uno de los lugares más sagrados de cada una de las tres religiones más grandes del mundo, es también una de las ciudades más antiguas y más controvertidas, ¡y la más importante en la profecía bíblica!
La declaración del señor Trump causó sorpresa, provocó gran revuelo, sacudió armas y trajo aún más controversia. Los críticos advierten que ese paso audaz romperá el proceso de paz. Muchos defensores, por otro lado, simplemente dicen "¡Ya era hora!" Pero ¿cuánto del discurso del señor Trump es "realidad", el término exacto que usó, y cuánto de éste es un sueño que muchos podrían desear, pero que no es una realidad todavía?
La primera "realidad" que el señor Trump reconoció fue, por supuesto, que Jerusalén es la capital del Israel moderno, y si la ubicación de la sede del gobierno de una nación y el cuerpo gobernante es su capital, entonces esto haría realidad sus palabras. Sin embargo, solo un pequeño número de naciones además de Israel y los Estados Unidos han reconocido oficialmente esta "realidad", incluidas la República Checa y las Filipinas. En medio de la tormenta de los medios de comunicación y la ráfaga de advertencias planteadas por las Naciones Unidas, Europa y varias facciones árabes y musulmanas, aún no se han visto las consecuencias de este reconocimiento. Obviamente, la "realidad" del estatus de Jerusalén no es universalmente aceptada.
Pero la verdad histórica innegable es que Jerusalén fue la antigua capital de la nación de Israel, bajo el mando del Rey David. Este hecho es otra realidad del discurso del señor Trump.
Desenvolvimientos después de los hechos, desde el auge del islam y la supuesta "ascensión" de Mahoma desde el sitio del Domo de la Roca hasta las cruzadas infames y sangrientas, donde los poderes de mayoría católica de Europa tomaron a Jerusalén como la capital de sus reinos de corta duración, no se tienen en cuenta para borrar ese hecho. Tampoco varios cientos de años de opresión otomana, o la lucha dentro de la región hasta el siglo XX y más allá.
Jerusalén fue la ciudad principal de los hebreos desde el día en que el rey David la liberó de los jebuseos (2 Samuel 5: 6), hasta su destrucción por los babilonios alrededor del año 586 AC. No importa quién la haya controlado desde entonces, el pueblo judío aún lo recuerda.
Jerusalén, también conocida en la Biblia como Sion, era y sigue siendo una posesión querida y codiciada del pueblo judío, y, en realidad, será una herencia para TODOS los creyentes del pueblo de Dios en el futuro!
"Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios..." (Apocalipsis 3:12). ¿A qué se refiere esta escritura? "Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios… Y oí una gran voz del cielo que decía: ‘He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo’". Se refiere a la restauración de Sion, la nueva Jerusalén, no solo como la capital de Israel, sino de todo el mundo.
Después del regreso triunfal de Jesucristo, la lucha en torno a Jerusalén terminará (Zacarías 14:4). Jerusalén se establecerá como una nueva capital y será un signo de esperanza y un lugar de morada para los que regresan del remanente de Israel (Miqueas 4:6-8). No será más una "piedra pesada" sobre la cual las naciones luchan por tener el control (Zacarías 12:3).
Pero hasta entonces, el mundo debe enfrentar otra realidad. El señor Trump lo mencionó cuando dijo que la paz es la "mayor esperanza" y el "anhelo universal en cada alma humana". Pero la paz mundial antes del regreso de Cristo es realmente un sueño. La Biblia nos dice que la humanidad no puede encontrarla (Isaías 59:7-8) y que nuestros corazones, bajo la influencia de Satanás, se han vuelto "engañosos y perversos" (Jeremías 17:9; véase 2 Corintios 4:3-5). Incluso nuestros esfuerzos con las mejores intenciones por la paz finalmente fracasan, ya que la gente recuerda más sus motivos de queja, que su deseo de paz.
Hoy, la paz es un sueño, pero cuando Jesucristo restaure a Jerusalén, y la ley de Dios salga de Sion (Isaías 2:3), la humanidad tendrá un corazón nuevo, un nuevo anhelo y una nueva realidad.
¡Entérese más! ¡Asegúrate de leer el artículo revelador, La nueva Jerusalén y lea el folleto Catorce señales que anuncian el retorno de Cristo!