Mujeres influyentes | El Mundo de Mañana

Mujeres influyentes

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Cuando yo era niña, nuestra familia cenaba en una mesa pequeña cerca de la cocina donde también desayunábamos. Las cenas familiares especiales se hacían en el comedor formal. Después, mi madre y yo recogíamos todo. Mientras trabajábamos juntas, hablábamos de una variedad de temas profundos. Evaluábamos en forma conversacional cuestiones sociales, escolares, familiares, religiosas, políticas y morales, especialmente las de los años 60 y 70. Hablábamos de lo que estaba bien y lo que estaba mal, de lo que era bueno y lo que era malo, de lo que era prudente y lo que no. Yo era curiosa y hacía muchas preguntas; mi madre era receptiva e instructiva. Y, después de terminar nuestras tareas de la noche, a veces nos pasábamos de la cocina a la sala, donde seguíamos conversando.

Si me daba cuenta o no, una madre preocupada me estaba instruyendo e influyendo en lo que respecta a las leyes de Dios, Sus principios y cuestiones de integridad. Mi madre leía y estudiaba su Biblia. Ella tenía una sólida base en principios piadosos, era sabia en cuestiones de integridad y estaba al día en cuestiones morales actuales. De vez en cuando me daba advertencias y amonestaciones verbales que no siempre eran fáciles de escuchar. Reforzaba los principios bíblicos y no temía desafiar mis pensamientos y opiniones. ¡No siempre estábamos de acuerdo! Sin embargo, me preguntaba: “¿Qué dice la Biblia?”. Estas conversaciones continuaron durante muchos, muchos años, de madre a hija y luego de mujer a mujer.

Mi abuela paterna fue otra fuente de instrucción e influencia, aunque de una manera menos profunda. Cuando la visitábamos en los veranos, ella y yo hacíamos largos paseos hasta el pueblo un par de veces por semana para hacer nuestro “mercadeo”, como ella lo llamaba. Se cambiaba de vestido, se ponía un sombrero y guantes blancos y se ataba los cordones de los zapatos para la ocasión. Durante estas agradables excursiones conversábamos sobre muchos temas: la escuela, la familia, mis gustos y disgustos y lo que quería hacer cuando fuera grande. Me mostró dónde crecieron mi padre y mi madre y me enseñó sobre mi ascendencia. Ella me leía muchos cuentos, me enseñó a jugar al solitario y a coser. Hacíamos tortas de durazno y cereza frescas, que comíamos con una generosa bola de helado en el porche delantero de su pequeña casa de dos habitaciones, donde charlábamos. Durante esos momentos especiales que pasábamos juntas, me instruía y animaba con delicadeza en cuestiones de la vida y de lo que estaba bien y lo que estaba mal. Todavía la extraño.

Estos recuerdos son muy valiosos. Y, al mirar atrás, tuve la bendición de haber tenido dos mujeres muy sabias e influyentes que se preocuparon mucho por enseñarme e influir en valores bíblicos que durarían toda la vida. Tenían un profundo deseo de transmitir verdades piadosas a sus hijos, nietos y descendientes.

Tanto si usted es madre, abuela, tutora, hermana o tía, existen oportunidades únicas para influir e instruir a los niños o jóvenes adultos en las leyes de Dios, lo que los preparará para el llamado de Dios. ¿Cómo lo hacemos? Bueno, como solía preguntar mi madre: “¿Qué dice la Biblia?” La Biblia dice que enseñar e influenciar a un niño en la ley de Dios y sus principios se hace durante las actividades diarias más sencillas “estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6-8). En otras palabras, en cualquier momento; durante todo el día. Y siempre que los hijos pregunten directamente sobre los caminos de Dios, sus estatutos, leyes y juicios, los padres deben estar listos para dar una explicación (Éxodo 13:14).

Para enseñar e influenciar a nuestros hijos y nietos, los hijos e hijas potenciales de Dios, las mujeres debemos leer y estudiar la Biblia para estar bien educadas en sus principios. Nunca se sabe cuándo una simple actividad diaria puede convertirse en una oportunidad para enseñar e influenciar a niños y jóvenes tiernos e inquisitivos. Las palabras de sabiduría e influencia con respecto a la ley de Dios, cuestiones de lo correcto e incorrecto y asuntos de integridad pueden recordarse, aceptarse y practicarse durante toda la vida.